Dos poemas de Jorge Palma

Puño y Letra publica dos poemas del gran poeta uruguayo, Jorge Palma, ganador del Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador (2022). Palma fue uno de los protagonistas del último encuentro del Festival de la Ciudad de los Anillos en Santa Cruz.

Jorge Palma Jorge Palma Foto: Internet

Puño y Letra/Alex Aillón Valverde
Puño y Letra / 27/06/2022 14:15

Cuando conocí a Jorge Palma, en Santa Cruz, pensé: tiene el porte de un águila calva. Cuando le escuché leer su "Blues del pájaro sin alas", su poesía me dejó navegando a la deriva del espacio. Otra gente también dice que Jorge Palma es uruguayo (1971).  Poeta, narrador, periodista y divulgador. Que ha publicado seis libros de poesía. Entre el viento y la sombra, 1989. El Olvido, 1990. La Vía láctea, 2006. Diarios del cielo, 2006. Lugar de las utopías, 2007. La voz de tus ojos es más profunda que todas las rosas, 2018. Y Que ha ganado el Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador, Accésit, 2022. Salamanca (España).

 

 EL DOMADOR DE HUESOS

  (evocación del contorsionista)

“Con todos estos huesos tengo que vivir”

dijo para sí el domador de huesos.

Para vivir entero, de la cabeza

a los pies, tengo que domar estos huesos,

colocarlos a como de lugar,

porque mañana, o acaso esta noche,

tenga que volver a la intemperie

mojarme como otra vez

y colocar con cuidado

cada hueso en la cajita.

 

“Con todos estos huesos tengo que comer”,

dijo para sí el domador de huesos

 

¿Habrá alguna vez una noche dada?

¿Cuándo tendré calor, medio plato

en la mesa, un tercio de cuchara?

 

Y agua que no caiga del cielo.

Y sed que no la repare

el agua de la lluvia.

 

No quiero para mí

agua de lluvia,

viento de temporal

calor de fogata.

 

El fémur derecho

afectado por la humedad.

De tibia y peroné, ni hablar;

falanges entumecidas

omóplatos que ya no están

en su lugar

mientras se detiene de a ratos

la lluvia

y los huesos vuelven a girar:

el brazo que se pliega,

la pierna izquierda…

 

Un acordeón de hombre,

un fuelle humano

entrando a la cajita;

un cubo loco y transparente,

un dado eterno

girando al azar por dos monedas.

 

                    BLUES DEL PAJARO SIN ALAS

 

“hay por hacer un poema sobre un pájaro

                                                                            que no tiene más que un ala”

                                                                                   Guillaume Apollinaire

 

Hay por hacer un poema sobre un pájaro

que no tiene más que un ala, decía

Guillaume, el acrobático Apollinaire,

nuestro hermano mayor, herido en la cabeza

por la triste gracia de un obús.

 

Hay que hacer un poema monotemático

sobre un pájaro; decir por ejemplo:

“Hoy ha entrado a mi cuarto

por el costado izquierdo de la sin razón

un pájaro herido”

 

Hay que hacer un poema que no tenga

más que un ala.

Sigue siendo pájaro,

como la mesa de tres patas

sigue siendo mesa,

y el perro mutilado,

sigue siendo perro.

 

Para hacer un poema sobre un pájaro

que no tenga más que un ala

hay que empezar por creer

que es posible que un pájaro vuele

solo con un ala, es decir:

hay que inclinar la frente

hacia el lado derecho de la vida

donde canta el ruiseñor

y la luna duerme durante el día

en un  garaje abandonado

de un suburbio.

 

Hay que seguir creyendo

que los truenos son pesados muebles

que alguien mueve en el cielo.

Que la lluvia es agua

que salpican las cabelleras

de los ángeles.

Que basta con soplar el pecho

de una mujer, para que nazca

la primavera.

 

Un insensato habría dicho:

“Cuidado con las ensoñaciones diurnas”

“De hacerle caso, iríamos todos

a la guerra”, agregó un hombre

con monóculo, que pasaba por

esa calle en su coche descapotable.

 

Hagamos entonces un poema

sobre un pájaro

que no tenga más que un ala.

Y de un hombre

con una sola pierna

que escala catedrales.

Y de una mujer con un seno

que da de comer

a una multitud.

 

Hagamos olas pequeñas que solas

entren todas en un bolsillo,

y guarden los truenos

en botellas de vino de aguja

y coloquen relámpagos

en frascos de mermelada,

para que los niños del barrio

los pongan al atardecer

encima de los muros.

 

Un insensato volvió a decir:

“Cuidado con las ensoñaciones diurnas”

 

“Naturalmente”, dijimos al unísono

al mirarnos con Apollinaire.

Etiquetas:
  • Uruguay
  • Poesia
  • Jorge Palma
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