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Entre los descendientes más destacados están el ex presidente del Banco Central Jorge Yoshida, el artista plástico Tito Kuramotto, el periodista y el poeta Pedro Shimose, entre otros.
La senda abierta por 91 japoneses que en 1899 llegaron a Bolivia se traduce actualmente en un rico legado que fue evolucionando desde el desarrollo agrícola en el oriente boliviano hasta el gusto por la gastronomía nipona o el creciente interés juvenil por la cultura pop del país asiático.
La conmemoración de los 120 años transcurridos desde la primera inmigración japonesa a territorio boliviano comenzó esta semana en La Paz con la inauguración de una exposición histórica con paneles informativos y antiguos objetos traídos por los primeros viajeros.
En el marco de la muestra, el consejero de la Embajada de Japón en La Paz, Tatsushi Ryosenan, explicó que las inmigraciones niponas a Bolivia se dividen en dos etapas: antes y después de la Segunda Guerra Mundial.
Los primeros inmigrantes llegaron inicialmente a Perú en 1899 en el barco "Sakura Maru" para trabajar en plantaciones de azúcar, pero muchos las abandonaron al no poder soportar las condiciones laborales precarias, según datos de la embajada nipona.
Ese año, 91 japoneses resolvieron trasladarse a Bolivia donde se dedicaron a la siringa o extracción de caucho en el norte del departamento de La Paz, señaló Ryosenan.
"Ellos lucharon mucho para conseguir fortuna y regresar a su pueblo natal, sin embargo no tuvieron éxito", indicó.
Y es que aquella migración no fue planificada, por lo que muchos tuvieron que regresar a Perú "por lo inhóspito de la selva" paceña, dijo el asesor de la Sociedad Japonesa de La Paz, Hugo Komori.
El periodo de la Segunda Guerra Mundial no fue sencillo para los japoneses en Bolivia, ya que las relaciones entre ambos países se rompieron en 1942 y su embajada se cerró hasta 1955.
Además, las autoridades bolivianas adoptaron medidas como congelar las fortunas de los japoneses y cerrar sus negocios.
Tras la guerra, las relaciones diplomáticas se restablecieron y hubo una nueva etapa de inmigración en la que muchos japoneses llegaron a la región oriental de Santa Cruz, considerada la más próspera del país, donde establecieron las colonias Okinawa y San Juan.
"Son inmigraciones planificadas, ellos se mantienen como grupo y mantienen la tradición y las costumbres japonesas, también mantienen sus idiomas", resaltó Ryosenan.
En la actualidad, en Bolivia viven unos 3.000 japoneses y 11.000 descendientes suyos o nikkeis.
El aporte de la comunidad japonesa a Bolivia se dio en áreas como la política, la literatura, la gastronomía y el deporte, aunque su principal legado es el desarrollo de la agricultura de Santa Cruz, donde inmigrantes y nikkeis hicieron prosperar los cultivos de arroz, trigo y soja.
"Ellos han venido a aportar muchísimo a Bolivia, han dejado grandes riquezas y no se llevaron más que sus sueños hasta la tumba. Sus huesos están enterrados en tierras bolivianas porque al final ellos se consideraban bolivianos también", sostuvo Komori.
La cocina japonesa se volvió muy popular, entre otras cosas porque "es sana", destacó Komori.
Asimismo, la cultura nipona "ha pegado muy fuerte en la juventud" boliviana a través del manga y el animé, que motivaron a que muchos jóvenes deseen aprender el idioma.