La producción agroecológica y su realidad utópica

Algunas de las tendencias en cuanto al consumo futuro de la alimentación y la agricultura son la nutrición, la salud y la seguridad alimentaria. Así lo mencionó el año 2017 la Organización de las Naciones Unidas...

La producción agroecológica  y su realidad utópica La producción agroecológica y su realidad utópica

Cristian Calderón Collazos
Capitales / 31/07/2018 07:05

Algunas de las tendencias en cuanto al consumo futuro de la alimentación y la agricultura son la nutrición, la salud y la seguridad alimentaria. Así lo mencionó el año 2017 la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Se han desarrollado formas de producción agrícolas de tal manera que se obtenga una producción más sana, dirigida a la población. Ante este hecho la palabra “ecológico” se ha puesto en boga y se ha constituido como denominador en algunas producciones que llevan adelante prácticas de producción limpia o de producción orgánica, siendo que estas difieren en su aplicabilidad.

Entre los países europeos que se destacan en la producción agroecológica están: España, con una participación del 35.66%, Italia con 25.12%, Francia 20.25% y Alemania con 18.97%. Cabe mencionar que el 45% de la superficie agrícola ecológica global se encuentra en Oceanía, seguida de Europa con 25% y América Latina con 13%. Asimismo, el Instituto de Investigación para la Agricultura Orgánica (FiBL) e IFOAM, en su anuario estadístico publicado el año pasado, menciona que a nivel mundial se tienen 50,9 millones de hectáreas de tierras agrícolas ecológicas, donde el mercado ecológico crece a más de 80.000 millones de dólares.

En Bolivia se han promulgado algunas normativas de apoyo y reglamentación de la producción ecológica desde 1990 con la creación de asociaciones. Más adelante, la propuesta de Ley de Regulación y Promoción de la Producción Agropecuaria y Forestal No Maderable Ecológica, el Decreto Supremo 28558 del 2005 y el Reglamento de la Norma Técnica Nacional de Producción Ecológica mediante la Ley N° 3525, a finales del 2006, que establece los procedimientos técnicos necesarios para dicha producción. El producto de todo este proceso es la obtención del “Sello Verde”.

“Sin la agricultura ecológica es imposible la soberanía alimentaria, es imposible proteger la Madre Tierra y alimentar a la población”, dice un representante de la FAO en Bolivia. Sin embargo, la producción ecológica en nuestro país equivale al 5% del total de alimentos que se produce, la mayoría destinada a la exportación. En todo el proceso mencionado se ha focalizado la mirada hacia la producción familiar: aproximadamente existen 700 mil unidades productivas de agricultura familiar, es decir, pequeños productores que, ante la falta de capital de trabajo, han optado por una producción menos extensiva y más de autoconsumo, posteriormente catalogándola como producción limpia mediante algunas organizaciones e instituciones.

La producción ecológica refiere a inversión, a costos altos, a una estructura de financiamiento sólida, a recursos humanos cualificados técnicamente, y, aunque se viene trabajando en la Estrategia Nacional de Producción Ecológica, con el fin de fomentar el desarrollo de la pequeña agricultura familiar, nos encontramos con contradicciones como la Planta Petroquímica de Amoniaco y Urea de Bulo Bulo, que produce urea granulada y en lo posterior estos fertilizantes cubrirán un mercado direccionado a la producción agrícola de mayor escala en el país. ¿Dónde quedan los productores pequeños, con los que se pretende llevar adelante e impulsar la producción ecológica, si al 2020 esta debería aumentar al 10% y al 2017 ese porcentaje se encontraba en 1.5%, después de 11 años de su reglamentación técnica?

Es necesario repensar y redireccionar las políticas públicas. La producción limpia es un primer paso, y no se debe forzar hacia un salto de la producción ecológica: es un proceso de largo plazo. Se debe pensar estratégicamente en proyectos para la generación de bioinsumos, en infraestructuras de innovación tecnológica, en el tratamiento de los suelos, en la cualificación de los productores y en la búsqueda de mercados. Este último conlleva a otro análisis donde se deben considerar las perspectivas y el comportamiento del consumidor teniendo en cuenta que el “producto” de una producción ecológica, si bien es sano, tiene un mayor costo.

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