¿Actividad paranormal en La Glorieta y el Liceo Militar?
Al castillo de La Glorieta y al Liceo Militar Teniente Edmundo Andrade, dos edificaciones históricas de Sucre que están enclavadas en el mismo terreno, les rodea una serie de mitos y relatos ...
Al castillo de La Glorieta y al Liceo Militar Teniente Edmundo Andrade, dos edificaciones históricas de Sucre que están enclavadas en el mismo terreno, les rodea una serie de mitos y relatos sobre una supuesta actividad paranormal.
Testimonios recogidos por ECOS de excadetes de diferentes promociones y de alumnos que pasan clases actualmente en ese recinto militar, dan cuenta de la presunta aparición de “duendes”, “fantasmas” y hasta “¡demonios!”.
Varios coinciden en que los lugares más “pesados” serían el pabellón de varones, el Paraninfo, la lavandería, el Puesto 4, el río Quirpinchaca y el castillo de La Glorieta. Según ellos, la actividad paranormal se acrecienta entre la medianoche y las cuatro de la madrugada.
Estas y otras historias se han ido proliferando de boca en boca a lo largo del tiempo, sin que ninguna prueba fehaciente las haya probado. Y tampoco han hecho mella en el funcionamiento del Liceo Militar, que recibe todos los años a cientos de cadetes provenientes de todo el país porque están interesados en formarse en este que es uno de los institutos castrenses más prestigiosos de Bolivia.
PARA CONOCER
En 1952 los campesinos saquearon La Glorieta y uno de los herederos de los príncipes, Jorge Urioste, con el temor de que se repita el asalto, vendió al Ministerio de Defensa el castillo y las 40 hectáreas de terreno en 26.000 dólares, según comenta a ECOS José Peredo, exguía de este lugar, quien precisa que esta transacción se registró en el año 1966.
El Decreto Supremo 07350, del 5 de octubre de 1965, autoriza el funcionamiento del Liceo Militar “Teniente Edmundo Andrade” en la ciudad de Sucre con el fin de contribuir a la educación nacional y a la formación del Oficial o Clase de Reserva.
Inicialmente debía funcionar en el Cuartel de San Francisco, en pleno centro de Sucre, pero, por razones de ambiente, comodidad y mejor predisposición para la tarea educativa, humanística y militar, le dieron asiento en el Principado de La Glorieta, donde funcionó hasta 1986. Al año siguiente pasó a ocupar la nueva infraestructura en el valle de Saucini, situado frente al castillo donde estaban las huertas de los príncipes.
El instituto, situado a cinco kilómetros de Sucre, ha recibido a varias generaciones de jóvenes bolivianos oriundos de los nueve departamentos del país, inculcando en ellos valores cívicos, morales y espirituales, siempre con el compromiso de entregar a la sociedad ciudadanos de bien.
EL PUESTO 4
El ahora auditor Eufronio Moisés Céspedes relata así la aterradora experiencia que vivió junto con su camarada y mejor amigo, ahora militar con el grado de capitán, Jhonny Cayoja, en el Liceo Militar:
“Cuando estaba en tercer año, en 1991, le tocó hacer guardia a mi curso. Un día, como de costumbre, nos hicieron formar al grupo de relevo con nuestras colchas y fusiles en mano; el turno era de 2:00 a 6:00 y yo estaba junto a mi camarada Jhonny Cayoja.
El puesto de relevo era la garita o puesto 4, como lo llamamos en términos militares; quedaba por entonces detrás de la peluquería. Llegamos a nuestro puesto y seguimos el protocolo para el relevo del puesto 4. Cuando se retiraron nuestros dos camaradas, nos pusimos a charlar con Jhonny de todo un poco y a pasar número.
Aproximadamente a la media hora de que estuvimos ahí, en un silencio total, escuchamos un ruido que parecía como si estarían utilizando picotas cerca del río, muy cerca de la ‘China Town’, lugar donde se hace ejercicio no voluntario, se recapacita y se forja el carácter como el acero de un cañón, o sea el jaripe.
Normalmente para hacer guardia te entregaban dos proyectiles de guerra y dos de salva, colocando en la cacerina del fusil FAL - Fusil Automático Liviano, los de salva, y solo se podía utilizar los de guerra en casos de peligro o en extremos, bajo reglamento. Hasta ahora, no escuchamos que hayan sido utilizados estos proyectiles.
Después de escuchar durante unos tres minutos que parecían eternos, y en una oscuridad total, no nos animamos a ir a verificar quién era, o qué podría estar pasando ahí abajo. De repente, ya no escuchamos los ruidos de las picotas sino cadenas que se arrastraban por el suelo: parecían grandes y pesadas, seguro costó mucho esfuerzo a los que la tiraban.
En medio del silencio abrumador escuchamos que las cadenas se acercaban a nuestro puesto, yo y mi yunta, compañero y mejor amigo no podíamos reaccionar, estábamos perplejos y quietos, lo único que atinamos a hacer fue tapar nuestro cuerpo con las colchas. Escuchábamos que se acercaban más y más... al punto de perder el habla los dos.
Sentimos que algo suave y muy ligero pasó sobre nuestros cuerpos y dejaron de sonar las cadenas. En ese instante creo que perdimos el sentido, nos desmayamos o, quizá, nos sumimos en un profundo sueño, hasta que nuestros camaradas nos fueron a buscar y a preguntar por qué no estábamos pasando número, ya cerca de las 5:00 o 5:30, aproximadamente…”.
LA FOTO MALDITA
El siguiente es el testimonio de Marco Rengifo:
“Existe una foto de la segunda escuadra de la segunda sección de la Promoción 94 ‘Lagartos’, creo que es de segundo o tercer año. No recuerdo muy bien si es una foto que se tomó en 1992, en el terreno de Salancachi. En ella, todos se encuentran con los rostros camuflados y con el inconfundible uniforme verde americano. Es la típica foto de la escuadra en línea, aun no habíamos cambiado el uniforme al camuflado.
Bueno, la cuestión es que una vez graduados, en una oportunidad mi camarada Boris Alarcón Quiroga, “El Paceña”, sacó de entre las fotos del “Chino” Iván Sánchez Mora, esta foto... Coincidencia o no, en la foto estaban dos camaradas a los costados: al lado izquierdo, Gonzalo Cruz Ascuy que murió tres meses después de promocionarnos debido a una discusión familiar, al lado derecho externo se encontraba Saúl Alanís Lenis que murió un año después de egresar del Colegio Militar de Aviación, cuando un muro en demolición cayó y un pedazo de columna de hormigón armado le dio un tremendo quemapechos, produciéndole un derrame interno.
Ese día recordamos a nuestros camaradas caídos en la línea, nos pusimos melancólicos y, para romper el hielo, mi camarada Boris Alarcón en tono de burla dijo maldiciendo la foto: ‘Chino de m… los que seguimos del exterior al interior de la lista somos tú y yo’… Maldito día de reírse de la muerte… En este año recordamos el cuarto año de la partida de nuestro camarada Boris Alarcón Quiroga, para quien elevo una oración, así como para todos mis camaradas caídos y, como decía el ‘Paceña’, siempre voy a brindar para arriba pero también para abajo: también hay camaradas que no están en el cielo...”.
LAS CASAS DE LOS MILITARES
Entre los testimonios recolectados por ECOS, varios coinciden en que las viviendas ubicadas al frente del Liceo Militar y al lado del castillo de La Glorieta son “pesadas”, y que algunos de sus habitantes experimentaron en diferentes tiempos una serie de situaciones difíciles de creer.
Una estudiante del Liceo que vivía en una de esas casas junto a sus padres cuenta que no podía dormir por las noches. Y a veces, cuando dormía, se despertaba de golpe y adolorida porque algo la golpeaba en la cabeza y voces extrañas le susurraban algo al oído.
En otra oportunidad, se dice que una madre acomodaba un cuadro en la pared, valiéndose de una silla, cuando de repente se dio vuelta y vio una mujer con un vestido antiguo. De la impresión, se cayó al piso.
Tratando de conseguir alguna evidencia sobre la actividad paranormal, los cadetes llegaron a echar talco al suelo. Aseguran haber divisado pequeñas huellas, similares a las de un humano.
LAS TORRES DE LOS PRÍNCIPES
Wálter Serrano Reyes, excadete de la Promoción 1974, cuenta a ECOS que durante el tiempo que permaneció en el Liceo fue testigo de varios episodios inexplicables.
Dice que muchas veces percibió cierta presencia de cuerpos extraños con curiosas vestimentas; vio sombras en el sótano, donde los príncipes de La Glorieta guardaban los vinos, y también en las torres del príncipe Francisco Argandoña y la princesa Clotilde Urioste, donde los cadetes indisciplinados eran castigados o hacían guardia.
“De la nada, objetos que estaban en un lugar aparecían en otro sin que nadie los haya tocado, o se escuchaba llorar a niños desde el interior del castillo”.
Serrano sostiene que antes de llegar a los rieles, a unos 500 o 1.000 metros más allá había una iglesia donde algunos cadetes se “chorreaban” para ir a jugar la ouija; entonces, la actividad paranormal era más intensa.
Dice que el temor era grande entre los cadetes y no querían estar solos, por eso las guardias siempre se realizaban de a dos.
EL NIÑO Y LA MUJER DEL VESTIDO BLANCO
La reunión de promociones es la ocasión ideal para compartir una serie de historias entre las diferentes generaciones de cadetes.
En uno de esos encuentros, realizado en agosto del año pasado, alguien contó que una noche llovía torrencialmente y uno de los muchachos que hacía guardia no quiso ir al baño, prefiriendo enrumbarse hacia el río Quirpinchaca, que divide el Liceo de La Glorieta. Una vez en el lugar, de repente un rayo iluminó la oscura noche y notó que un niño pequeño lo veía de frente.
En otra ocasión, un cadete encontró a un camarada que hacía guardia en estado de ausencia, con la mirada perdida y paralizado. Lo hizo reaccionar y, entonces, el afectado le contó que había visto una mujer con un vestido blanco flotando en el aire.
Dicen que en las últimas décadas, en el Liceo siempre se ha comentado de avistamientos de duendes e incluso de la princesa Clotilde.
¿UN ADOLESCENTE POSEÍDO?
Y.Q.S. ingresó al Liceo Militar a los 13 años, en 2013. En una oportunidad, cuando ocupaba una antigua habitación junto a una compañera, escucharon un gran alboroto en los casilleros correspondientes al pabellón de mujeres. Dice que alguien los abría y cerraba con violencia. Cuando constataron que no había nadie, quedaron estupefactas.
Cuenta que otras veces escucharon a una mujer que lloraba dando alaridos, como si estuviera experimentando un fuerte dolor. Y que ha escuchado la historia de un cadete de tercero medio, de apellido Ortiz, a quien en el Paraninfo se le apareció un niño que llevaba un cuchillo en las manos. Dice que esta espeluznante visión afectó de tal forma al adolescente que empezó a manifestar convulsiones y a hablar idiomas desconocidos. Tuvieron que llevarlo a la posta sanitaria para que reciba atención.
Como, según Y.Q.S., se creyó que Ortiz estaba poseído, finalmente un coronel llevó un cura para que bendiga el lugar. El religioso, además, distribuyó rosarios entre los cadetes.
Por otro lado, algunos de los actuales cadetes aseguran que alguien arroja piedras sobre los techos, donde también escuchan pasos. Ellos hablan de “duendes” porque dicen ver sombras con diferentes formas. El miedo, una vez les llevó al punto de que uno de los mayores organizó la celebración de una misa para bendecir el pabellón de varones.