“El Terrible Tambor” por Bolivia en Argentina
Marcelo Murillo, polifacético músico, luthier y promotor de la cultura nacional en Buenos Aires
En Argentina y en otras partes del mundo, al tiempo que miles de mujeres y hombres tratan de salir adelante todos los días para progresar y obtener incluso un margen que les permita enviar dinero a su familia en Bolivia, unos pocos hacen exactamente lo mismo y, además, se ocupan de recordarles a sus compatriotas bolivianos quiénes son, de dónde vienen, por qué es importante preservar sus costumbres en su ajeno lugar de residencia.
Una de esas personas solidarias es Marcelo Murillo, polifacético músico chuquisaqueño por cuya inquietud desarrolló un proyecto social, cultural y de identidad —tal como él lo explica— dirigido a niños de 6 a 13 años, principalmente hijos de bolivianos en Buenos Aires.
Así, el año pasado nació la Escuela Taller de Música “Encuentros”, que es gratuita. “He concursado para un proyecto en una ONG holandesa”, dice “El Terrible Tambor”, un mote que a Murillo le pusieron en La Paz por su reconocida habilidad para los instrumentos de percusión. Lleva adelante la escuela junto con dos músicos cochabambinos: Jorge Claros y Mauricio Canedo.
“Trabajamos en una villa (barrio Cildáñez, zona Parque Avellaneda), tratando de revalorizar nuestra cultura, nuestro país. A muchos niños los han llevado directamente a los dos años de edad o han nacido allá”. Luego, Marcelo habla de un tema delicado: “Para ellos es problemático salir de una villa, donde todos son bolivianos, e integrarse con los argentinos”.
Un músico con yapa
La sensibilidad social de Murillo lo puso en el barrio Cildáñez, a un principio, concentrado en lo suyo: la música. Dice que buscaba acercar a los chicos a los instrumentos folclóricos, pero todo “fue creciendo” y ahora les proyectan documentales con información referente a Bolivia, les dan charlas y hacen seguimiento a su educación, tanto en los colegios como en las familias.
Integran al proyecto a los padres de los niños. “Tratamos que la cultura esté viva en sus barrios”, complementa este joven comprometido, indefectiblemente, sonriendo.
Marcelo contagia su alegría, su manera positiva de ver la vida. Algo tendrá que ver su formación. Como tantos otros de su generación en Sucre comenzó muy pequeño, a los seis años, en una escuela formadora de músicos inigualable: el Centro Cultural Masis.
Hasta los 15 anduvo siempre metido entre instrumentos nativos; después se encariño con los aerófonos —quenas, zampoñas y otros—, hizo sus primeros escarceos con la flauta traversa y se adentró en el acústico mundo de la percusión.
Al salir de bachiller partió a La Paz, para estudiar en el Conservatorio Nacional de Música, adonde recaló por la misma beca con la que se beneficiaron Miguel Pereira (co-director de la Orquesta Sinfónica Nacional) y el violinista y actual director de Cultura en Sucre, Gustavo Orihuela. Antes había estudiado en la Escuela de Artes de la capital.
Vivió 16 años en La Paz, mas —inquieto, como ya hemos dicho— viajó mucho. Por estudio (en Perú, Chile, en la Escuela de Música Popular de Avellaneda, EMPA, Buenos Aires, donde ahora sigue una licenciatura), y también por giras nacionales e internacionales (solo, con el Ensamble Artístico Sonata, la Big Band Bolivia, o acompañando a grandes artistas como Luzmila Carpio y Gustavo Orihuela).
“He tocado mucho”, resume antes de citar que, como músico sesionista (en estudio, para quien lo contrate) “he tenido el privilegio de grabar para muchos músicos, alrededor de 80, como participante e invitado”. Por ejemplo, el Grillo Villegas, Esther Marisol, Manuel Monroy Chazarreta, Oscar García, Ema Junaro, Willy Claure y, actualmente, con la misma Luzmila.
Con esta compositora y gran intérprete nacida en la comunidad potosina de Qala Qala asistió a festivales internacionales, uno de ellos el famoso “Fes” de Marruecos donde, entre otros, estuvieron Shakira y Paco de Lucía. Luzmila Carpio llamó a dos bolivianos: Oscar García y Marcelo Murillo, además del apoyo de Los Rupay.
Con Wálter Gómez, Saúl Callejas y Marcelo Peña, en el Ensamble Acústico Sonata, tocan música de William Ernesto Centellas, a quien él homenajea con el “tonkoro”, un instrumento de percusión creado por el charanguista sucrense.
El proyecto social de Murillo es ambicioso. Por un lado, este año incluye entre 80 y 100 niños, entre bolivianos y argentinos, atacando los fines de semana y de la mejor manera, en unidad, el fenómeno de la interculturalidad. Por el otro, los promotores de “Encuentros” recibieron desde Inglaterra, Brasil y Chile muestras de apoyo y de interés en llevar la escuela a otros países.
“La idea es viajar por el mundo y abrir estas escuelas en otros lugares donde hay muchos bolivianos. No solo yo, sino más gente”, dice él.
Probablemente continúe su carrera en Europa; es un inquieto empedernido. Pero, cuando termine de estudiar todo lo que se propuso aprender, desea abrir una escuela de música en Sucre, para devolver a su tierra lo que ella le ha dado desde niño.
Un músico polifacético
“Soy flautista y también percusionista. Lo de la percusión me ha llevado a desarrollar muchos estilos: afrocolombiano, afroperuano, afrobrasilero, afrocubano. Trato de trabajar estos estilos y también aprender de esto. Me gusta la música boliviana, estamos desarrollando hartas cosas con la música boliviana, pero mezclando este tipo de músicas: fusiones con el jazz. Siempre abiertos, mostrando la música del mundo”.
Las palabras en Marcelo Murillo nacen con naturalidad y, al mismo tiempo, con humildad. Recuerda a sus profesores: de flauta, Álvaro Montenegro, uno de los mejores saxofonistas y flautistas del país (“he estado con él ocho años, ha sido una persona que siempre he admirado”) y Einar Guillén, ahora director del Conservatorio Nacional de Músico, jazzista de formación.
A la flauta y la percusión, Marcelo le agrega el conocimiento básico de instrumentos complementarios como el piano y la guitarra. Y cuando se le pregunta si tuviera que quedarse con uno, responde: “Amo los dos: flauta y percusión, los instrumentos africanos como el yembe, conga, bongó, cajones peruanos y flamencos, pandeiro, zurdo, tamborín, y también con accesorios de percusión menor”.
A la flauta traversa la tomó a los 22 años, con el maestro Alfredo Chalup, en Sucre. “He estudiado flauta clásica (pero) saliendo del Conservatorio me di cuenta de que no quería tocar música clásica”, sino “proponer”, entrar a la línea del jazz con la improvisación. “Ahora (en Buenos Aires) estoy estudiando flauta moderna, con géneros como el rock, el funk, el blues, el jazz, la bosanova, tipos de música latinoamericana”.
Coincide en que la flauta traversa tiene poca difusión en Sucre. Recuerda a “Eulogio Córdova, padre de Oscar Córdova, que la tocaba en un cuarteto”.
Luthiería “El Terrible Tambor”
Marcelo Murillo estudió luthiería en Perú y Argentina. Y así como aprendió a fabricar instrumentos de percusión, también sabe arreglar flautas traversas e instrumentos de vientos.
“Ha sido por necesidad: no puedes acceder a comprar algunos instrumentos de percusión en Bolivia, tienes que traerlos de afuera. Me hice un instrumento y alguien de afuera me decía: ‘¡te lo compro!’. Ahí me di cuenta que aquí hay una necesidad. Así nació la idea de crear instrumentos”.
Cuenta que innova con los instrumentos, los transforma. “Es crear, me gusta crear cosas con material reciclable: reciclo materiales y creo instrumentos de lata, madera, hojalata, plástico…”. Así juega con otro tipo de sonoridades, de colores y de estéticas.
Tienda virtual
Encontró en la luthiería un verdadero oficio. “Tengo una línea de instrumentos que se llama ‘El terrible tambor’ (como su sobrenombre), tengo una pequeña fábrica de instrumentos, con una página en el Facebook (“Cajones alternativos de percusión. El terrible tambor”) donde muestro la gama de instrumentos que creo.
Fabrica cajones (“hago unos cinco o diez en un mes”), en Sucre. Para venderlos en Buenos Aires, por ejemplo, solo puede llevar cuatro o cinco a la vez, debido a la incomodidad que representan para el largo viaje.
En Facebook atiende una tienda virtual, en la que recibe productos a pedidos. “He hecho instrumentos para la sinfónica de Bolivia, para grupos como Horizontes y La Quimera. También para México, Europa, Estados Unidos...”.
En 2015 ganó el primer lugar en los Premios Eduardo Abaroa, Categoría “Artes originarias”, y dentro de esa: “Construcción de instrumentos o luthiería”.