'Amigos líquidos'
¿De qué hablamos cuando hablamos de amistad y de “amigos para siempre”?
Antes, cuando no atravesábamos por los actuales tiempos de posmodernidad, se hablaba mucho de la amistad “para toda la vida”, como un ideal. Entre los nuestros contábamos con esos entrañables “amigos para siempre” y no cabía siquiera la posibilidad de pensar en que se pudieran alejar, hasta no volver a verlos (ni saber de ellos) nunca más... ¿Cuánto ha cambiado esto?
Zygmunt Bauman, sociólogo y filósofo polaco, acuñó el término de 'modernidad líquida' o 'modernidad fluida' para explicar la actualidad de
No vamos a abordar aquí la compleja definición de Bauman respecto a la condición humana en los tiempos que corren (aunque nos valdremos de algunas de sus reflexiones). Sí, en cambio, de un tema que sale de su misma bolsa: la amistad, ese producto del relacionamiento social que, como todo, se ha ido transformando y por lo tanto hoy no es el mismo de ayer.
Por ejemplo, cuando Bauman habla de la “resistencia del espacio” y citando el ejemplo del advenimiento de los teléfonos celulares dice que “puede funcionar como el definitivo ‘golpe fatal’ a la dependencia del espacio”, porque concluye que “ni siquiera es necesario acceder a una boca telefónica para poder dar una orden y controlar sus efectos. Ya no importa dónde pueda estar el que emite la orden —la distinción entre ‘cerca’ y ‘lejos’, o entre lo civilizado y lo salvaje, ha sido prácticamente cancelada”, lo que nos está indicando es que las relaciones interpersonales han escapado de nuestro control, se han vuelto más volátiles producto, justamente, de la “licuefacción” de la sociedad.
Líquidos y… desechables
Al respecto, ECOS consultó la opinión especializada de la psicóloga cruceña Isabel La Fuente quien, fundando su explicación en el mismo ensayista de origen judío, sostiene que “las personas no vivimos ya ciclos de estabilidad, en ningún sentido, sino que todo se transforma en líquido, en volátil, en inestable, en temporal y transitorio; de última, en desechable”.
De acuerdo con su criterio profesional, señala que al no vivir como antes: en la misma casa, con el mismo trabajo, en la misma ciudad, sino que cambiamos todo con mucha frecuencia, cada cinco o siete años, y eso nos obliga a ir un poco más ligeros de equipaje por la vida, es decir, tanto física como emocionalmente, “entablamos nuevas amistades, pero con la condición y claridad de que son temporales”.
Para su posición, La Fuente pone el ejemplo de las parejas que acaban de pasar por una separación y que comienzan una relación que solo busca consuelo y refugio, y que por tanto tiene el carácter de la temporalidad, un: “nos acompañamos mientras tanto”.
Esto, por supuesto, no se aplica automáticamente a todas las personas; se trata de rasgos comunes que se han ido advirtiendo en las últimas décadas, insistimos, por un fenómeno que no solo se evidencia en el aspecto social y se convierte así en un tema de sociología (la 'modernidad líquida'); de hecho, Bauman afirma que “el poder de licuefacción se ha desplazado del ‘sistema’ a la ‘sociedad’, de la ‘política’ a las ‘políticas de vida’… o ha descendido del ‘macronivel’ al ‘micronivel’ de la cohabitación social”.
La amistad y la tecnología
La Fuente recuerda que el afamado sociólogo habla de un miedo a la permanencia, que deviene del miedo al compromiso, y el miedo al estancamiento; y que eso nos vuelve de alguna manera 'líquidos'. “Entonces, aunque hay la tecnología necesaria para mantener amigos a pesar de la distancia y de los cambios físicos y geográficos de la vida (laborales, familiares también), muchas veces la cosmovisión que conlleva la modernidad líquida hace que vivamos constantemente en afectos volátiles que no nos permiten consolidar amistades a largo plazo, sino solamente relaciones y vínculos temporales”, complementa ella.
En este escenario actual, concluye que es difícil entablar relaciones y vínculos de afecto a largo plazo.
Finalmente, en la entrevista con ECOS, la psicóloga plantea la pregunta de cómo se prolongan las amistades en el tiempo. Y responde:
“Con mucho esfuerzo. Igual que en las relaciones de pareja, los amigos requieren coleccionar momentos juntos, requieren dedicarse tiempo, dedicarse afecto, compartir cosas juntos, intereses, viajes, secretos, sentimientos”. •
Conflictos de la vida posmoderna
La vida posmoderna tiene conflictos propios: viajamos, nos cambiamos de casa, escuela, ciudad, país, continente con facilidad, lo que no sucedía antes con la frecuencia que sucede ahora.
Antes de los años 50-70, la gente viajaba poco, cambiaba poco de trabajo, o de barrio, o de casa. Se mantenía relativamente estable en el tiempo, lo que hacía mucho más sencillo mantener las amistades para toda la vida.
Ahora no es igual, porque tenemos mucha más facilidad de movilización y porque, con la globalización, hemos roto muchas fronteras en todos los sentidos.
Aproximadamente entre 1970 y 2000, se hizo más difícil mantener las amistades; habíamos empezado ya a vivir en un mundo altamente globalizado pero sin la tecnología suficiente para mantener las relaciones afectuosas de forma permanente. Con esto, una relación de pareja o una amistad no cabían en el espacio entre dos países o ciudades, porque se veían restringidas a una carta ocasional o una llamada “de cuando en nunca”.
Pero desde el siglo XXI esta globalización, que antes impedía de alguna forma la cercanía, de pronto comienza a afianzarse; esto, con la llegada de Skype, de Facebook y de WhatsApp, que de alguna manera permiten una comunicación frecuente y constante con personas que están lejos. Y eso, por supuesto, permite mantener amigos.
Texto: Isabel La Fuente Taborga
¿Cómo mantener una amistad?
Esfuerzo extra (de ambas partes, para no generar un desajuste en la relación).
Mantener viva la comunicación (en persona, por teléfono, por WhatsApp o por cualquier otro medio).
Compartir algo en común (gustos musicales, fanatismo por un equipo, interés por lectura, o cualquier pasatiempo).
Interesarse siempre por la vida del otro (sus intereses, sus problemas).
En pocas palabras, “estar para el otro”.
FUENTE: Psicóloga Isabel La Fuente
“Amigos para toda la vida” y teoría de los siete años
El diario El Mundo, de España, publicó un artículo: “Cómo saber si un amigo es para toda la vida, según estudios”, que lleva la firma de Diego Bermejo, quien se concentra en los considerados “amigos para toda la vida”.
Él, basándose en el concepto de amistad de la Real Academia Española (“afecto personal, puro y desinteresado que nace y se fortalece con el trato”) se refiere a esa relación como un “vínculo poderoso, beneficioso para nuestra salud y que mejora nuestra calidad de vida”, pero recuerda que en ella entra en juego la temporalidad.
Bermejo concluye que “en muchas ocasiones, y a pesar de lo que creímos durante algún tiempo, (la amistad) no logra perdurar por muy distintos factores”.
Es interesante ver cómo el autor lleva su artículo hacia la teoría del sociólogo holandés Gerald Mollenhorst, quien, según nos cuenta, examinó a fondo las redes sociales y su fortaleza en una investigación en la que fueron encuestadas 1.007 personas de ambos sexos de entre 18 y 65 años.
Entre las conclusiones de esa investigación se afirma que solo el 48% de los que consideramos amigos permanecerá a nuestro lado transcurridos siete años, y solo un 30% de nuestros conocidos logrará mantener su estatus pasado este periodo de tiempo. “Al parecer”, agrega Bermejo, “si las distintas pruebas a las que se ve sometida cualquier relación durante esos siete años no logran dinamitarla, difícilmente se perderá pasado en el futuro”.
Los teoría de siete años
La psicóloga La Fuente explica a ECOS que el artículo en cuestión refiere a una teoría social, según la cual la vida cambia en ciclos de siete años.
“Aunque esta teoría nace más bien de la astrología y de la idiosincrasia de varias civilizaciones antiguas, el punto es que se dice que cada siete años cambia nuestra vida, porque vivimos en ciclos de siete: de 0 a 7 años la niñez, de 7 a 14 la preadolescencia, de 14 a 21 la adolescencia, de 21 a 28 la juventud, de 28 a 35 la primera adultez, de 35 a 42 la adultez plena.
Luego, de 42 a 49 viene la segunda adultez, de 49 a 56 la tercera adultez, de 56 a 63 la entrada a la adultez mayor, de 63 a 70 la segunda adultez mayor, de 70 a 77 la vejez plena, de 77 a 85 la vejez tardía, y solo algunos logran la última etapa que es de los 85 a los 93 años”.
En ese sentido, explica La Fuente, lo que plantea el artículo es que un amigo conseguido en una etapa no necesariamente se mantiene en la etapa siguiente; esto porque cada etapa tiene sus propias situaciones, prioridades y contextos. “Y porque es muy difícil que dos personas amigas mantengan los mismos intereses, afectos, espacios durante dos o más etapas seguidas”.