El niño, objeto del litigio
“...no hay mayor don posible, mayor signo de amor que el don de lo que no se tiene” (Jacques Lacan)
Shere kan, el tigre de bengala rengo y devorador de hombres, aprovechó la oportunidad en que los padres de Mowgli, lugareños de las colinas de Seoni, a orillas del río Waingunga, se descuidaron y transitaron imprudentemente por donde no debían, al menos por la noche. Como consecuencia, Mowgly pierde a sus padres (el tigre los mata) y, desorientado el cachorro, se refugia en el primer lugar que encuentra y literalmente entra a la cueva del lobo. Hasta aquí, la historia de Rudyard Kipling es apenas el comienzo, se trata de unos padres que por descuido o por algún acontecimiento “fortuito”, despojan al niño del cuidado y la protección que ellos tenían que otorgar.
La metáfora de Kipling en El Libro de las Tierras Vírgenes nos destapa un problema de difícil trámite para los ámbitos jurídico y psicológico. Genera una suerte de interrogantes sobre la protección de la niñez. ¿Estará bien que se críe con “lobos”, es decir que sea adoptado? ¿Qué se debe hacer en estos casos? ¿Quién es la persona “autorizada” y quién la “ideal” para la crianza del cachorro? ¿Se trata de privilegiar un lugar donde el niño pueda crecer o lo importante es darle un lugar biológico aunque su ser (de niño) no cuente en absoluto para el otro? ¿Es lo biológico determinante en la protección de los niños? ¿Y garantiza algo?
En la historia de Kipling, Mowgli, “la rana”, como lo nombra su madre postiza, la loba Raksha, ha sido su guardián, lo ha cuidado y defendido desde sus primeros meses de vida. Cuando aún siendo cachorro llega a su cueva gateando, la madre loba pudo partirle el cuello como si fuera una rama delgada pero no, acepta que se hiciera un espacio entre sus lobeznos. Este increíble protagonista reconoce a mamá loba como su madre; la adopta.
Ella lo nombra, le otorga sus apellidos, es la manada de lobos de Seeonee, en especial Akela y Raksha, que acogen en su deseo a Mowgly. Sabiendo que eso les ocasionaría problemas y hasta la muerte de Akela, estaba prohibido en las leyes del pueblo libre (La manada de lobos) criar cachorros de otra especie. Aun así, asumen el rol y otorgan el “don de amor” al pequeño cachorro humano. Quienes no leyeron la historia de Kipling entenderán de lo que hablo con la referencia del Libro de la Selva de Walt Disney; en esta versión es la pantera Bagheera y el oso Baloo quienes adoptan a Mowgly.
Lacan, el psicoanalista francés que siguió la obra de Freud, en el seminario sobre La relación de objeto nos dirá de manera general que “todos somos adoptados”, todos debemos ser adoptados por nuestra propia madre; es decir que no es un vínculo tan natural como lo imaginamos. “Somos todos hijos adoptados de un deseo que nos hizo vivir”, escribe Fryd Adela en Revista electrónica Virtualia 002.
Grafiquemos una parte de la dura realidad que toca a la puerta. No todos hemos sido deseados, existen casos de embarazos no deseados, gestaciones que llegan a término teniendo por parte de la propia madre o padre la percepción de que un hijo es el interruptor del éxito profesional. Existen las “gestaciones interrumpidas” —un nombre más lindo para el aborto—, los abandonados, y los orfanatos se llenan de esto que es la realidad: niños en situación de trabajo, en situación de calle, los que no se encuentran entre nosotros ya que nunca llegaron al mundo y no tuvieron la suerte de ser un deseo no anónimo y quedarán vagando en el primer círculo del infierno, como los concibiera Dante en La Divina Comedia. Es decir que no tuvieron la suerte de que una mujer claudique a su deseo de ser mujer para decantar en una madre.
“Mas allá de la interpretación reducida de lo biológico sobre la condición de ser madre, el deseo materno está determinado por las condiciones subjetivas de una mujer que consiente ser madre, y que mas allá de la condición biológica de procrear, es capaz de adoptar a un hijo en su deseo”, según Jacques Lacan en “Nota sobre el Niño” (Otros escritos). De ahí que Lacan señala: “todos somos adoptados”.
Imaginemos que la familia extendida va en busca de Mowgli; un tío, una abuela… entiéndase que esto es solo el puro prestigio, no lo conocieron, estas personas no significan nada para él, es ahí que por un ficticio derecho (¿de propiedad, de lo sanguíneo?) demandan después de un par de años a la manada de lobos de sione la tenencia del niño. ¿Mowgli entenderá quiénes son esa tropa de extraños que tratan de separarlo de su manada?, ¿comprenderá que tiene más afinidad genética con esos extraños que algún grado de parentesco con el amado papá lobo que lo crio?, ¿valorará más su vínculo sanguíneo o los juegos con papá lobo? “Si separamos al niño de quienes han sido los forjadores de su ser y esto se hace a nombre de la consanguineidad, lo estaremos ignorando como sujeto y tratándolo como si fuera un simple organismo que ha de ser puesto a como dé lugar al lado de sus parientes biológicos, para dar cumplimiento al código de familia”, dice Héctor Gallo en “Usos y abusos del maltrato”, no al interés superior del niño.
Esta situación jurídica es el borde, el margen en el que se camina al lado del abismo. Cualquier actuación procesal determinará si tratamos a los niños como sujetos de pleno derecho y en pleno ejercicio de sus derechos o como un mero objeto jurídico, la causa de la litis. Aquí se tiene una encrucijada entre el “derecho legal” y el “derecho sentimental”; se podría traducir al primero como las cuestiones Jurídicas y al segundo como las cuestiones éticas.
“Guardián primario”
La psicología, en relación al campo del derecho en temas de custodia o guarda legal, sugiere la figura del “guardián primario”. ¿Qué se entiende por ‘guardián primario’ o ‘primordial’? Como en la manada de Sione, es Akela, padre de los lobatos, quien asume la responsabilidad del cachorro humano. Él ve cómo este hace a un lado a sus propias crías para ocupar un lugar en la camada, es nombrado como “la rana” por su madre “falsa”, que le otorga el derecho a la identidad y constituye su identidad. El nombre y el apellido son la forma primordial de inscribirse en el mundo, de construir su propia historia, de traducir el mundo que habita, y esto no se borra simplemente registrándolo de nuevo; es un real pegado al hueso, para graficarlo de alguna manera.
Este guardián primordial ha sido la protección contra los depredadores como Tabaki, la hiena, o el tigre Shere Kan. Lo presenta al pueblo libre, es decir permite el vínculo con lo social, le otorga la lengua y el uso del lenguaje, lo abriga, le da alimento, lo cuida en las noches de fiebre; en pocas palabras, lo mantiene en su deseo con vida. Sería entonces aquel sujeto que otorga el don de amor.
Esto de dar el don de amor no es nada fácil, como lo expresa Lacan, ya que es dar lo que no se tiene, dar tiempo cuando no hay, estar presente cuando no se puede, estar ahí cuando te necesitan a pesar de tener que suspender muchas cosas por el otro que te necesita; es una entrega que requiere un sacrificio.
“Los parientes consanguíneos no representan nada para un niño sino han sido introyectados como figuras de amor que han respondido a su demanda, se los puede considerar como desconocidos e inexistentes”, dice Gallo Hector en “Usos y abusos del maltrato”. El guardián primario es aquel que cuidó y protegió al incompleto e indefenso cachorro de hombre (es sabido que los cachorros de nuestra especie no pueden valerse por sí mismos desde el nacimiento; somos seres incompletos) pero, sobre todo, es la percepción de este cachorro, dentro del proceso de alienación que reconoce a su guardián primario; lo reconoce como sujeto de amor, se genera un vínculo indestructible. Entiéndase que el lazo social o el apego positivo del que se habla en la psicología es fundante en la constitución del sujeto.
A diario, nos vemos con una infinidad de casos en los que la niñez no cuenta con un referente afectivo. Hay familias que expulsan a la niñez con violencia de sus hogares o bien lo hacen por negligencia, porque no hay forma más cruel de maltrato a un niño que el abandono. Después vemos a los psicólogos en la difícil —y muchas veces imposible— tarea de la reinserción de niños a sus hogares; tarea que no siempre es productiva y satisfactoria. Por la experiencia con niñez en situación de calle, sabemos que en muchas ocasiones prefieren lo fraterno por encima de lo materno o paterno. Y otras veces no hay vuelta atrás: los niños serán de la calle.
Niños en el proceso judicial
¿Cuál es el lugar que ocupa un niño frente a un proceso judicial? Por lo dicho, se debe considerar que, en el caso de Mowgli, el niño de la selva representa un ser importante para la familia de lobos: ellos han sacrificado sus propias comodidades para otorgárselas o donárselas al pequeño, se desprenden de sus bienes para conservarlo en la familia y cuidarlo desde sus primeros meses de vida; además, soportan las incomodidades que el litigio representa sin perder la compostura. Todo esto porque su mayor anhelo es ver crecer a ese niño al lado suyo. Y para este cachorro, la familia de lobos es ahora la familia simbólica constituida.
El Derecho pretende una utopía al tratar de devolver una armonía psicológica donde ya ha intervenido; se ha judicializado a un niño, ya no es como antes, ahora sabe algo mas, no sé si bueno o malo, pero algo más. Cada caso es distinto al de Mowgli y cada niño que atravesó este proceso judicial debe elaborar su propia respuesta de lo sucedido; no existe equilibrio posible después de ‘jochar’ el avispero, como se diría para estos lados: el daño ya está hecho. En muchos casos el camino de la restauración es complicado. Cada niño o niña debe otorgarle un sentido a este sin sentido que es un proceso judicial para ellos. Cada uno, a su tiempo, deberá crear algo con esto que le tocó vivir: de ser cuestionado sobre quién es tu padre o tu madre, quién te cuidó desde pequeño, quién te dejó y si sus excusas son o no válidas para ti, no para el ámbito del derecho. Es un deber prevenir la cosificación de los niños en los procesos judiciales, se debe ver si el derecho y las normas están al servicio del interés superior del niño o solo para la aplicación de la ley. No se puede servir a dos amos al mismo tiempo. •
* Es psicólogo clínico