Jaime Torres, el famoso discípulo argentino de Mauro Núñez

“Don Mauro al parecer ya estaba en Argentina; entonces, vivió todo el tiempo con ellos, con esa familia. Y al chico (refiriéndose a Jaime) lo educó como si fuera su hijo; le preparó el charango y le enseñó. ‘Yo le enseña

Jaime Torres Jaime Torres

Richard Mamani ECOS
Ecos / 04/02/2019 18:55

“Don Mauro al parecer ya estaba en Argentina; entonces, vivió todo el tiempo con ellos, con esa familia. Y al chico (refiriéndose a Jaime) lo educó como si fuera su hijo; le preparó el charango y le enseñó. ‘Yo le enseñaba, aunque sea a puntapié’, decía don Mauro (en tono de broma)”, cuenta Lambertín. “Don Mauro decía ‘Jaimito es como mi hijo. Ha estudiado conmigo. Y Jaime le decía ‘tío’”.

Cuando tocaba el charango, cerraba los ojos y se perdía en la música que le sacaba al instrumento boliviano; parecía que lo abrazaba en lugar de sostenerlo. Murió el 24 de diciembre pasado, en vísperas de Navidad, casualmente la fiesta que en Villa Serrano se vive como en ningún otro lugar…

Era la máxima referencia del charango en Argentina y uno de los culpables de que hoy se lo use en el folclore y en otros géneros musicales. Su padre era chuquisaqueño y su maestro, Mauro Núñez, quien lo vio crecer casi desde la cuna y le enseñó a dominar el instrumento.

Jaime Torres llegaba casi siempre de visita a Bolivia. “Venía constantemente a Sucre, a Bolivia, a verlo a don Mauro, especialmente”.

Habla una de sus personas favoritas en la capital de Bolivia, Marciano Lambertín –Marcio, para sus conocidos–, también discípulo de Núñez.

“Jaime era una persona jovial, caritativa, muy alegre, y tenía su propio estilo de tocar el charango… no tocaba cualquier charango, el único que tocaba era el de su maestro, siempre ha utilizado los charangos hecho por él (por Mauro Núñez). (Lo hizo) hasta su muerte. Nunca utilizó charangos con clavijero metálico: siempre de madera”.

El músico falleció a los 80 años y las exequias, que tuvieron lugar en el Cementerio de la Chacarita, su lugar de residencia, fueron transmitidas en vivo por el canal argentino América Tv. Sus seguidores, con charangos en mano y zampoñas, lo despidieron como lo que era: un grande del folclore sudamericano.

Celebraron con música y aplausos la fortuna de haberlo disfrutarlo. Una wiphala cubrió su féretro y una bandera boliviana completó el cuadro. Su salud ya estaba deteriorada y había estado internado en un hospital. Un paro cardiaco terminó llevándoselo…

“Lo conocí a través de don Mauro. Las primeras veces que vino (al país) nos (lo) presentó, era como su hijo. Y las veces que venía, formaba parte del conjunto”, recuerda para ECOS Lambertín, también de 80 años, nacido en Villa Serrano, la tierra del charango, amigo y compañero de Torres en algunas de las presentaciones que ofreció en Sucre.

El charanguista argentino nació en Tucumán el 21 de septiembre de 1938, aunque en sus documentos dice que vino al mundo el 4 de octubre, según un amplio reportaje sobre su vida de Torres que el propio músico le entregó a su amigo Lambertín en una de sus visitas a Sucre.

Su padre, Eduardo Torres, un veterano de la Guerra del Chaco y un habilidoso ebanista, era chuquisaqueño. Su madre, Pastora Moyano, una emprendedora que fundó una chichería en Cochabamba alimentando la faceta de músico de Torres, chilena pero de padres bolivianos. Ella había nacido en Calama. “Usted es boliviano nomás, porque Calama es Bolivia”, le dijeron una vez al músico sobre su origen, en tono de broma, según contó el propio Torres, en un homenaje que le hicieron en Argentina.

Cuando su padre tenía 25 años decidió llevarse a la familia a Argentina, para ofrecerles una mejor vida. Torres, por esas cosas del destino, nació en Tucumán, y poco después conoció a su maestro, al padre del charango en Bolivia, Mauro Núñez.

“Don Mauro, al parecer, ya estaba en Argentina. Entonces, vivió todo el tiempo con ellos, con esa familia. Y al chico (refiriéndose a Jaime) lo educó como si fuera su hijo; le preparó el charango y le enseñó. ‘Yo le enseñaba, aunque sea, a puntapié’, decía don Mauro (en tono de broma)”, cuenta Lambertín. “Don Mauro decía ‘Jaimito es como mi hijo. Ha estudiado conmigo. Y Jaime le decía ‘tío’”.

Núñez regresó a Bolivia cuando Torres ya estaba formado. Pero antes le presentó al pianista argentino Ariel Ramírez, que fue clave en su carrera: con él llevó al charango a otro nivel. El piano de Ramírez y el charango de Torres resultaron una combinación de época.

“Con el famoso Ariel Ramírez hicieron no solo amistad, sino los primeros encuentros entre el charango y el piano. Tocaron en muchas actuaciones y sacaron algunas grabaciones”, recuerda Lambertín.

Pero lo que lo llevó hasta la cima, en lo que Ramírez también tuvo que ver, fue su versión de la Misa Criolla (Gloria a Dios), donde el charango se constituyó en el instrumento principal. La obra se hizo tan famosa que puso a Torres y Ramírez de frente al papa Paulo VI cuando le entregaron en persona una copia de la grabación.

Con la “Negra” Sosa

En un concierto con Mercedes Sosa –que se puede ver en YouTube–, casi al final de los 90, se puede apreciar la dimensión de la obra de Torres. Con una sinfónica y un coro impresionantes, el charango de Torres es la estrella principal. El músico lo toca con tanto orgullo que conmueve.

“Siempre que venía me dejaba un ejemplar de su trabajo. Su trabajo es muy bonito, una combinación con bandoneón, canto… con ritmos como el malambo, la zamba… un estilo que se apropió del estilo de Argentina”, dice Lambertín.

Gracias a Torres, el charango se ganó un sitial en la música folclórica del vecino país. Al igual que el bandoneón, ya forma parte de ella, y también de otros géneros.

En 2002, llegó a Sucre para rendirle un homenaje a su maestro. “Vino para el centenario (del nacimiento) de Mauro Núñez. Hemos tocado con él, le hemos acompañado, Wálter Montero (otra de las personas más cercanas a Núñez) y yo, en el Teatro Gran Mariscal”, rememora Lambertín.

La última vez que estuvo en Sucre fue hace un año o dos, según el vago recuerdo de su amigo, que no pudo estar en el sepelio, pero… “hemos mandado una nota, donde expresamos nuestros sentido pésame a la familia”. Como siempre, aquella vez lo visitó a él y a otros conocidos.

“Cuando venía (algunas veces), íbamos hasta Serrano, le gustaba ir hasta Serrano... Y le encantaba probar chichitas… Y le encantaba también reunirse con la gente campesina, que tocaba su charango al estilo autóctono. Le gustaba eso”.

El discípulo más famoso de Mauro Núñez en Argentina, que subió el charango a los escenarios más importantes del mundo, el hijo de un boliviano y una chilena ya no está, pero su música sí. A más de un mes de su muerte, en Argentina lo extrañan como se extraña a los grandes. En Bolivia, su amigo Marcio le rinde un sentido homenaje. Les une el recuerdo de su maestro y el amor por el charango.

“Jaime tenía su propio estilo de tocar el charango… no tocaba cualquier charango, el único que tocaba era el de su maestro; siempre ha utilizado los charangos hecho por él (por Mauro Núñez). (Lo hizo) hasta su muerte. Nunca utilizó charangos con clavijero metálico: siempre de madera”.

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