Día Internacional de la Mujer Trabajadora

08/03/2015
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Una huelga de camiseras norteamericanas por mejores salarios y derecho al voto en 1909 y el incendio de la fábrica de camisas Triangle de Nueva York, donde fallecieron más de 140 jóvenes trabajadoras en 1911 son, entre otros hechos, los que se conmemoran este día.

No cabe duda de que entre las grandes injusticias que la humanidad ha tenido que arrastrar durante mucho tiempo está la discriminación por género, causada por la absurda creencia de la inferioridad de la mujer frente al hombre.

Los progresos respecto al reconocimiento de la igualdad de la mujer, con todos los derechos sociales, políticos y económicos que ello implica, no han sido fruto de graciosas concesiones del poder patriarcal, sino que se han conseguido sobre la base de duras y extensas luchas protagonizadas por mujeres que han tenido el valor y la decisión de enfrentarse a todo un sistema de creencias establecidas y cimentadas como verdades sociales, lo que les ha valido, en muchas ocasiones, ser víctimas de burlas, rechazo y hasta cruentas represiones; máxime cuando en muchos casos gran parte de las propias mujeres estuvieron convencidas del rol de inferioridad que la naturaleza las había asignado.

Estos progresos han llegado en diferentes intensidades dependiendo de la predisposición y apertura cultural de cada sociedad. Así, los mayores avances se han practicado en el mundo occidental globalizado y laico, mientras que en algunas regiones de oriente las sociedades cerradas o teocráticas aún se niegan a reconocer a la mitad de la humanidad en condiciones de igualdad, persistiendo en el abuso y la agresión.

No son pocos los desafíos que se presentan en este nuevo año, puesto que si bien en nuestros países se ha conseguido el reconocimiento pleno de la igualdad del género femenino, y se han establecido políticas de discriminación que aceleren la puesta en marcha y consolidación de dicha conquista, todavía persisten, en la mentalidad de las sociedades, prejuicios y estereotipos mantenidos como verdades por creencias atávicas, que no pueden ser erradicados a través de normas estatales, y que causan que la discriminación, la agresión y la violencia continúen presentes en las acciones cotidianas.

Éste es el desafío más complejo, puesto que una vez que se ha logrado la igualdad formal, conseguir que ésta se practique ya no es una tarea sólo de activistas y autoridades sino de toda la sociedad.

Debe advertirse también que todo lo conseguido hasta hoy debe ser protegido frente a las amenazas de los fundamentalismos ideológicos, religiosos y nacionalistas, pues no es cierto aquello de que la sociedad necesariamente transita hacia la construcción de regímenes de libertad, igualdad y democracia, sino que es posible, por la vía de los dogmas y fanatismos intolerantes, retroceder y perder espacios conquistados. Así lo demuestran hoy algunos grupos en Oriente Medio que promueven y practican el retorno a valores tradicionales de crueldad y represión contra las mujeres; grupos, dicho sea de paso, a los que se están adhiriendo muchos ciudadanos pertenecientes también al mundo occidental.

Una vez que se ha logrado la igualdad formal, conseguir que ésta se practique ya no es una tarea sólo de activistas y autoridades sino
de toda la sociedad

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