Rondan por el mundo noticias inquietantes. Los precios de las materias primas como el petróleo y los minerales se han ido a pique o poco menos. Así grave y todo –y quizás por eso mismo– no debería ser una sorpresa. Al contrario, era previsible. De la depresión a la bonanza y viceversa. Son los ciclos alternos. Atentos a esa realidad, muchos gobiernos previsores tienen hoy con qué enfrentar la emergencia. Pero aunque parezca increíble, no es lo que siempre se ve.
Dichoso el país que no es rico sólo en recursos naturales. De Bolivia alguien ha dicho: “Aquí todo es grande, menos el hombre”. Hay naciones casi desprovistas de esas riquezas, pero con prodigioso talento humano. En una de sus conferencias, Cornejo Pizarro aludió a ese contraste, con un ejemplo: “Japón –dijo– sólo tiene dos cosas en abundancia: agua y gente; todo lo demás tiene que importar”. También es sabido que los llamados tigres del Asia deben su prosperidad a su educación. En ambos casos, un esfuerzo centrado en el recurso humano.
La juventud es un resplandor fugaz que a un volver de cabeza ya no existe. Y por eso, lo más sensato, tanto para los jóvenes como para el país, es aprovechar al máximo ese efímero tesoro de la vida. En una ceremonia pública, el filósofo norteamericano Will Durant dijo a los jóvenes: “Apurad hasta el fondo la copa rebosante de la vida, pero bebedla sabiamente”.
El lapso alrededor de los 20 años es clave. Se elige a la compañera de hogar; hay una fuente de trabajo digno y estable; se ejerce a plenitud la ciudadanía: el camino está trazado. Es lo ideal, pero no todo se logra sólo porque uno quiere, a veces ni con el mayor esfuerzo. El drama que viven hoy los jóvenes es la carencia de trabajo. Y no hay otra actividad que más se relacione con el concepto de dignidad.
No es suficiente tener un título profesional. Hay que ver qué mercado de trabajo les rodea. Los índices publicados son preocupantes. Un investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), Bruno Rojas, informa que “el 94 % de los jóvenes en las principales ciudades del país tienen empleos precarios extremos”. Respecto a las chicas, este pavoroso título se lee en Séptimo Día de El Deber de Santa Cruz: “Salen de Bolivia y se vuelven esclavas”. Al pie de ese mismo portal: “Este país se ha convertido en exportador de dolor”. Ambos informes son de este año (2015).
¿Qué está pasando? No hay ningún cambio significativo en la estructura productiva del país. La industrialización para producir el valor agregado sigue siendo un proyecto. Nos hemos quedado con las actividades primarias de explotación y exportación que no generan el empleo deseable. En ese contexto, la juventud, la más importante riqueza no renovable, es “un presente sin futuro”, como opinan los expertos. Y el auge millonario del régimen gobernante, un espejismo con despilfarro político.