El fenómeno de la migración

19/06/2016
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En opinión de algunos expertos, el crecimiento poblacional de los países latinoamericanos es una bomba de tiempo que explotará inevitablemente si no se resuelven, en el corto plazo, los grandes problemas económicos y sociales que los agobian. En realidad, esta bomba ya ha explotado a través del éxodo de millones de mexicanos, guatemaltecos, hondureños, venezolanos, peruanos y bolivianos, entre otros. En lo que hace a Bolivia, habrá que puntualizar que, ya hace una década, más de un cuarto de su población había emigrado en dirección de Estados Unidos, Argentina, Brasil, Chile, Suecia, España y otros países.

Este dato es simplemente aterrador: Y todo progreso conseguido pierde valor cuando se produce una transferencia de la crisis interna hacia el mundo externo a través de la emigración.

En los últimos años, Bolivia ha experimentado unas tasas de crecimiento excepcionales, por efecto de la temporal bonanza económica derivada de los precios internacionales del petróleo. Sin embargo, un país crece cuando mantiene las tasas de su crecimiento demográfico y, al mismo tiempo, es capaz de absorber más población. Bolivia, con una superficie que se aproxima al millón cien mil kilómetros cuadrados, se proyecta así como un deshabitado cráter en el centro de América del Sur.

La engañosa expansión de las ciudades quizá nos haga creer que estamos creciendo; pero, en el fondo, ese proceso, que suele ser ilusorio, se funda en otras causas. Las grandes ciudades, y aún las intermedias, funcionan  como antesalas de un éxodo que desangra el campo y prosigue en las fronteras. Vistas así las cosas, quizá lo único que estamos exportando, además de gas natural, es mano de obra hacia un mercado que nos acepta pero que nos mira con recelo, sin perder de vista la incesante fuga de talentos, de profesionales nuevos o calificados, que cifran sus esperanzas personales y laborales en otros países.

No nos hemos dado cuenta, tal vez, que las políticas aplicadas en Bolivia en las últimas dos décadas supusieron, en los hechos, un cambio estructural mucho más grande de lo que se pensaba. Es necesario puntualizar que un puesto de trabajo en el reducido mercado laboral genera en el sector de servicios un efecto multiplicador varias veces mayor.

Y la obvia pregunta que surge es ésta: ¿Cuándo se revertirá este proceso?

Cuando comprendamos que el desarrollo, el desarrollo real, se funda en la producción. Santa Cruz, que es la excepción de este desalentador panorama, crece porque produce y, por eso mismo, capta población. La sola modernización de los servicios no hace un país. Nuestros más grandes problemas, –carreteras, integración tecnológica, diversificación de nuestra agricultura, riego, transformación industrial, acceso a la educación y la salud en condiciones de calidad– son todavía tareas pendientes, aun a pesar de los avances logrados en los últimos años.

Cuando Bolivia podía estar dando pasos acelerados para experimentar un crecimiento económico sustancial, que no dependa casi exclusivamente de la exportación de materias primas, seguimos dando pasos erráticos, sembrando más incertidumbre, rezagando las oportunidades al empleo y la productividad y, consiguientemente, alimentando las causas de la migración. (Reedición)

Quizá lo único que estamos exportando, además de gas natural, es mano de obra hacia un mercado que nos acepta pero que nos mira con recelo, sin perder de vista la incesante fuga de talentos, de profesionales nuevos o calificados, que cifran sus esperanzas personales y laborales en otros países

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