En 1848, Marx y Engels anunciaban, en el manifiesto comunista, que “un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”. Ahora es otro el fantasma que recorre por el viejo continente y otras regiones: el fantasma del “populismo”. Aquel provocó espanto entre conservadores, aristócratas, oligarcas y, aún, no pocos liberales. Este causa alarma entre liberales, socialistas, conservadores e, inclusive, comunistas, alineados todos en los denominados partidos “tradicionales”. También preocupa a varias minorías étnicas.
Para saber de qué se trata, bueno es recapitular algunos de los síntomas de este nuevo fenómeno. Entre ellos, el creciente apoyo popular que logran formaciones políticas como el Frente Popular en Francia, Podemos en España, Movimiento 3Estrellas en Italia, Alternativa para Alemania en Alemania, Syriza en Grecia, FPO en Austria y UKIP en Gran Bretaña, acompañado del consiguiente debilitamiento del respaldo a los tradicionales partidos políticos de orientación conservadora, liberal, socialista e, inclusive, comunista. Pero las alarmas no aparecen solo por estos datos. También lo hacen y de manera más intensa por el triunfo, por ejemplo, de Donald Trump en las últimas elecciones estadounidenses, el del BREXIT en el plebiscito británico y el del “no” en el último referéndum por la reforma constitucional en Italia.
No menos importante es tratar de comprender qué es lo que los analistas entienden por “populismo” cuando se refieren a esta nueva realidad. La mayoría coincide en que no es ni una ideología ni una doctrina. Es, más bien, una actitud. Por ello, es posible toparse con populistas de derecha y de izquierda. Según David Thunder de la Universidad de Navarra, los populistas prometen “cambios radicales al status quo en nombre del pueblo y sus derechos”. Asimismo, utilizan “una retórica nacionalista”. Para Nicolas Baverez, los populistas ponen “al pueblo contra las élites” y exacerban las “pasiones identitarias”. De igual manera, exaltan “ideas tan simples como falsas”: proteccionismo, nacionalismo y xenofobia. A la luz de estos rasgos, es fácil pensar que los populismos tienen impulso suficiente como para sacar de su cauce a diversos sistemas políticos europeos.