Cerramos el tiempo de Navidad con la fiesta de hoy: el BAUTISMO de Jesús de Nazaret. Aunque el bautismo de Jesús no es el sacramento del bautismo instituido por ÉL, -nuestro bautismo no es el de Juan- ni producía ningún efecto en su persona, ni necesitaba su humanidad del rito penitencial establecido por Juan el Bautista, nos hace mucho bien esta celebración, por lo que significa y representa el bautismo de Juan el Bautista, bautismo de conversión para el pueblo de Israel. Pero sobre todo esta fiesta es importante por todo lo que sucede en ese momento: la declaración que hace el Padre y, el inicio oficial de la acción pública de Jesús con el que inicia el anuncio del Reino que culmina con su Muerte y Resurrección.
El bautismo de Juan el Bautista era signo de la conversión para disponerse a esperar al Mesías. Jesús se hace bautizar y su bautismo se describe como una epifanía o manifestación de su personalidad, Él es el Hijo de Dios. La descripción que hacen los evangelistas es semejante a las manifestaciones del Antiguo Testamento -el agua, el Espíritu…- Se aluden a textos también del A.T. para mostrar que se cumplen en Cristo la prometida designación del servidor fiel o la investidura y entronización del Mesías. Jesús es presentado como elegido, amado, ungido o armado con toda la fuerza del Espíritu Santo, Salvador enviado por el Padre.
No obstante que nuestro bautismo se diferencia ontológicamente del bautismo de Juan el Bautista, pues solo fue un rito penitencial de conversión con agua, al estilo de otras religiones de los pueblos circunvecinos, nos viene muy bien a todos los bautizados con el bautismo sacramento de Cristo, reflexionar y revivir nuestro bautismo, que nos alcanzó el Espíritu de Cristo, al hacernos hijos adoptivos del Padre, herederos del cielo, miembros del cuerpo de Cristo que es la Iglesia y comunicarnos la salvación. Al participar de su vida y amor por la gracia recibida, fuimos ungidos con la fuerza del Espíritu, para realizar una acción semejante a la de Jesús, dando luz a los ciegos, la libertad a los oprimidos… ¿En qué medida colaboramos con Cristo en resolver la existencia de lo demás, en liberar e iluminar, en construir, en ayudar?
Miremos a Cristo, su mensaje, su vida y su acción mesiánica real, miremos a las personas y mirémonos a nosotros mismos como Iglesia, creyentes, en la estructura, en la vida y en la acción. Si el bautismo nos incorporó a Cristo y nos ungió con el Espíritu, para vivir en Cristo, es para vivir liberándonos de nuestros egoísmos, realizándonos por el amor vivido a la medida del Espíritu. Y vivir en Cristo es también colaborar en la salvación de todas las personas, en su liberación de las esclavitudes, en su promoción y su realización progresiva, en la construcción de los cielos nuevos y la tierra nueva. El bautismo nos ha hecho miembros del Reino de Dios. El trabajo por el Reino de Dios como el mismo bautismo, no son una carga impuesta, sino un regalo de Dios, fruto de su infinito amor benevolente.