12 años: El análisis dieta vs la tomografía

RAÍCES Y ANTENAS 21/01/2018
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En el informe a la nación, es altamente probable que mañana lunes 22 de enero, el Presidente Morales, fuertemente desgastado en lo político y lo social, se agarre con uñas y dientes de lo que su gobierno considera logros económicos. Ciertamente volverá el cansino informe dieta. Antes un obeso neoliberal de colmillos sangrientos al cual le salen cobras y billetes por los oídos. Y después de la dieta populista, un atlético neorevolucionario de mirada tierna, gallardo puño en alto y enamorado de sí mismo.

Por supuesto en este tipo de discursos, las estadísticas se ponen al servicio del proceso de cambio. Dóciles, los promedios bajan en el periodo neoliberal con el objetivo de oscurecer el pasado. Entretanto, después de la inflexión cósmica del 2006, los datos recuperan su garbo y en algunos casos, con la bendición de la otrora odiada suegra FMI, muestran la reinvención de la historia. Antes diez canchas de tierra, después del Evoeconomics, 500 campos de césped sintético chino. Antes 2.000 millones de dólares de reservas internacionales, ahora 10.000 millones. Antes un salario mínimo de 50 dólares, en la actualidad 290 verdes. En el pasado pendenciero, un crecimiento mediocre de 3%, después del fuego de la revolución, el 5% de promedio anual. Avances reales, propaganda e ideología se confunden en el altar del discurso.

En la evaluación de 12 años de gestión económica, el gobierno se focaliza en la comparación de las selfies del antes y el después. “Se concentra en la espuma de la historia” como dice Fernando Brauldel; es decir, la sucesión de hechos más visibles pero menos significativos. Cuando se sobre-enfatiza en el análisis económico de algunas variables y no se habla del desarrollo integral de la sociedad, estamos viendo la superficie y no los profundos ríos que circulan en las estructuras económica, social y cultural. No estamos viendo la película de desarrollo. No estamos sacando una tomografía de la economía y solo exhibiendo algunas de las fotografías.

Para zambullirnos en las profundas aguas de la estructura del desarrollo nacional desde una perspectiva de largo plazo y así evitar el análisis dieta se puede, por ejemplo, evaluar los avances en transformaciones estructurales vinculadas al aumento de la productividad (capital, tierra o mano de obra).

Rodrik, Macmillan y Verduzco, en un reciente libro, han mostrado –comparando varios indicadores de productividad y optando por una perspectiva de largo plazo– que existen dos modelos de reformas estructurales. Por una parte, existiría un cambio estructural reductor del crecimiento, que sería el caso de América Latina, y, por otro, tendríamos un cambio estructural inductor del crecimiento económico, que sería el ejemplo de Asia.

Bolivia está en el primer grupo. Desde una perspectiva de largo plazo, la economía boliviana ha mantenido un modelo primario exportador independiente del tipo de gobierno, nacionalista o neoliberal, y, por lo tanto, tiene una estructura económica poco diversificada, los niveles de pobreza son aún altos, no obstante lo avanzado, para los parámetros latinoamericanos. Entre 1961 y 2016 el crecimiento promedio ha sido 3.16%, en cuanto la población crecía al 2%. Los niveles de pobreza han bajado al 17.8%.

Gran parte de la explicación para este crecimiento y mejores niveles de desarrollo está en los booms de precios de las materias primas, que producen una hinchazón del sector servicios y comercio. En el pasado, los auges externos duraban entre cuatro y seis años. La bonanza desde el 2006 al 2014, nueve años, fue la más larga y la que más recursos extras generó, en torno de 60.000 millones de dólares.

Sin embargo, los booms económicos no son acompañados por aumentos en la productividad promedio. Según datos obtenidos del Griningen Growth and Development Centre, entre 1961 y 1993 la productividad total de los factores de producción (PTF) habría crecido al mismo nivel de aumento del producto per cápita boliviano. A partir del 1994 se abre una brecha, la PTF creció levemente (en promedio 0.13%) y se estancó durante más de 20 años, en cuanto el PIB per cápita subió significativamente, 2.34% al año.

De una manera más general, durante el auge del modelo primario exportador se crea un círculo vicioso que le serrucha el piso al desarrollo económico de largo plazo. Con la entrada de dinero a los sectores intensivos en capital, como ser hidrocarburos, electricidad, agua, comunicaciones y transporte, se elevan sus niveles de productividad laboral parcialmente, pero representa tan sólo el 20% del empleo.

Entretanto, servicios como construcción, comercio, restaurantes, o sectores como la manufactura y la agricultura –que emplean al 80% de la gente, la mayoría en actividades informales– registran niveles muy bajos de productividad laboral y contribuyen con el 50% en la creación del PIB.

En esta situación, el crecimiento económico de largo plazo se explica por el efecto precio/ingresos y no por saltos en productividad, que sería lo deseable, para que se genere desarrollo sostenible. Además, al concentrarse el grueso del empleo en el sector servicios y comercio de muy baja productividad, esto manda una señal negativa al mercado de trabajo y desvaloriza uno de los fundamentos del desarrollo: el capital humano.

Así, la película del desarrollo nos cuenta que cambios estructurales que consolidan niveles bajos de productividad y que deterioran uno de los fundamentos del desarrollo, como es el capital humano, confirman la hipótesis de que las transformaciones vinculadas al boom de materias primas son reductoras de crecimiento y desarrollo integral. 12 años de gestión económica de Morales no han cambiado esta tendencia estructural y una vez se perdió una oportunidad económica enorme, por eso el informe de este 22 de enero se concentrará en la espuma de la historia.

 

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