Hace poco más de una semana, el chavismo aseguró su permanencia en el gobierno venezolano en unas elecciones desconocidas en buena parte de la comunidad internacional en las que el gran ganador fue el ausentismo. En diciembre de 2019, Bolivia también celebra elecciones generales y el rumbo que toma nuestra política amenaza con seguir el de Venezuela.
Venezolanos de distintos sectores invitan a bolivianos a mirar a su país como un espejo, cuando comparan lo que está pasando en su patria y el rumbo que toma la política de la administración de Evo Morales en Bolivia.
Muchos migrantes del país caribeño están en distintas ciudades de Bolivia porque la situación económica y política de su país los obligó. Se los encuentra a veces vendiendo arepas o ejerciendo sus profesiones.
Advierten muchas similitudes en los modelos políticos y en el control de todos los órganos del Estado.
Podría tratarse de opiniones aisladas, pero hay elementos que corroboran esas reflexiones. Entre los positivos, por ejemplo, es innegable que evismo y chavismo lograron que por primera vez en la historia de ambos países los sectores marginales tuvieran acceso a beneficios, como la vivienda. Lograron también la reducción de los indicadores de pobreza, abandono escolar y algunos otros. Donde empieza el cuestionamiento es que ambos ganaron elecciones consecutivas, pero perdieron referendos que buscaban perpetuar a sus líderes en la presidencia. De igual manera, ambos han judicializado la política para aplastar la debilitada oposición.
Y, aquí como en cualquier parte, el poder tiende a corromper a quienes lo ejercen –hasta al más virtuoso, como lo dijo Blas Pascal–. Y con mayor gravedad y soltura cuanto más largo es ese ejercicio. La pérdida de la confianza ciudadana en sus gobernantes y en el sistema que los legitimó es el resultado inevitable de esa dinámica. Es más, el prolongado ejercicio del poder –como es el caso y la pretensión del chavismo y del evismo– debilita las instituciones democráticas y tiende a conducir a una especie de totalitarismo.
Es de esperar que nuestros gobernantes tengan el coraje de la autocrítica y el retorno a la honestidad intelectual y de convicciones que se les podía atribuir hace una docena de años.
Es de esperar que nuestros gobernantes tengan el coraje de la autocrítica y el retorno a la honestidad intelectual y de convicciones que se les podía atribuir hace una docena de años