Obnubiladas como están las principales autoridades del gobierno y dirigentes del MAS por viabilizar una nueva postulación del Primer Mandatario en las elecciones de 2019, durante los últimos días han proliferado declaraciones impertinentes que dan cuenta de una vocación autoritaria que preocupa.
Esas señales, expresadas a veces en forma de franca amenaza y otras disfrazadas tras hipócritas exhortaciones a no mezclar la política con las manifestaciones cívicas, se han multiplicado durante los últimos días ante el poder movilizador que ha logrado la consigna “Bolivia dijo No”. El asunto ha llegado a extremos alarmantes cuando, en vísperas de los festejos patrios, se multiplican las muestras de vocación dictatorial tanto en algunas facciones de las filas gubernamentales como en sus “movimientos sociales” que fungen como fuerzas paraestatales, parapoliciales e incluso paramilitares.
Ejemplos de lo dicho han abundado durante los últimos días. Son muchas las voces de autoridades gubernamentales, y muchas más aún las de dirigentes de algunas organizaciones afines al partido de gobierno, que proponen revertir a través de la fuerza bruta lo que ya fue resuelto a través de las urnas el 21 de febrero de 2016.
Las amenazas de recurrir a la violencia son ya tan explícitas que el presidente Evo Morales ha llegado al extremo de prever que, si se mantiene la actual tendencia, llegará el momento de contabilizar muertos y heridos. Y adelantándose a tal posibilidad, ha dicho que es eso lo que busca “el imperialismo” con apoyo local “de la derecha neoliberal”.
Estas posiciones traen a la memoria los métodos de acción a los que solían recurrir las dictaduras militares y algunos dirigentes de organizaciones cooptadas con el tristemente célebre” pacto militar-campesino”, que se atribuían el derecho de decidir lo que se podía y lo que no se podía hacer.
Es lamentable, pero sobre todo alarmante, que casi 36 años de vida democrática continua no hayan sido suficientes para superar esa visión autoritaria de la sociedad y la política, en la que unos, por sí y ante sí, se sienten “tutores” de sectores postergados y, munidos del poder que ostentan, impiden la democrática reflexión sobre las diversas visiones que conviven en la sociedad.
Es de esperar que estas amenazas no se traduzcan en hechos de violencia autoritaria. Más aún cuando, como ahora, a nuestra propia experiencia histórica se suman los padecimientos de Venezuela y Nicaragua como ejemplos aleccionadores de lo que a toda costa debemos evitar. R
Es de esperar que las amenazas no se traduzcan en hechos de violencia autoritaria. Más aún cuando, como ahora, a nuestra propia experiencia histórica se suman los padecimientos de Venezuela y Nicaragua como ejemplos aleccionadores de lo que a toda costa debemos evitar