Tanto fuego cruzado entre oficialistas y opositores, que mi magín propone que mediante un concurso de mentirosos no se pierda el tiempo con versiones de unos y otros. Todo empezó con blablás de Evo Morales, en sentido de que “defender el 21F es defender la mentira”. De tal forma el mal perdedor pretendió, y pretende, desmerecer su derrota en el Referendo Constitucional del 21 de febrero de 2016, donde una mayoría de los bolivianos le dijo No a su pretensión prorroguista de reelegirse por un período más en 2019.
El problemita es que tanto la prensa internacional como nacional había registrado que antes del Referendo de 2016, tal vez convencido de ser invencible, Evo Morales había prometido respetar el veredicto popular.
Entonces aseguró: “vamos a respetar la Constitución Política del Estado en el tema de la reelección”, aseverando que abriría un boliche aliado con un “charanguero”, hoy sindicado de corrupto (enero de 2014). Quizá mareado por los vapores de su reelección, nada menos que a la BBC alardeó que “no es necesario que Evo sea presidente hasta 2025” (octubre 2014). En 2015, en Nueva York declaró que “si el pueblo en el referendo sobre esta ley dice ‘no’, contento, feliz…no se trata de eternizarse” (septiembre 2015). En enero 2016 afirmó “que el pueblo diga. Si el pueblo va a decir ‘no’, qué podemos hacer. ¿No vamos a hacer golpe de Estado? Tenemos que irnos callados”.
En febrero 2016, cuando todavía no se conocían los resultados del referendo, manifestó “aunque por un voto, dos votos, eso se respeta. Es la democracia. Si el pueblo dice No, entonces me tengo que preparar para (concluir) mi gestión”.
Ya realizado el referendo, en septiembre de 2016 en Pando, el prorroguista declaró: “Ustedes me han dicho váyase, me voy a ir en enero de 2020”. Sin embargo, quizá sanado el sofocón de su derrota o del efecto negativo de regalar contratos millonarios a chinos a cambio de favores sexuales, irrumpió la mentira. Empezó por devaluar la voluntad mayoritaria del pueblo: “si ganamos será por pocos votitos, si perdemos será por pocos votitos”. Tomaría demasiado espacio documentar el resbalón, pero culmina en el presente enturbiar de las aguas acusando de mentirosos al clamor popular de activistas del respeto al 21F. El loro dice loro, y Evo Morales es el indiscutible campeón de la mentira: ¿no es cínico e inconsecuente declarar que el voto del pueblo es sagrado y noble?
No está solo. Su vice mintió sobre su título, hasta que la Universidad Autónoma de México (UNAM) aclaró que dos años cursados no daban para merecer su licenciatura. Quizá igual que ni estando en la cárcel atendiendo otras servidumbres pudo haber leído 25.000 libros.
Ignorantes de la responsabilidad residual en los capos, tal vez los secuaces del robo a los indígenas pretenden hacer inocente a la “hermana Nemesia”. Inventan otros estribillos de mentira oficialista: “fueron los malos asesores que desviaron el dinero de los proyectos"; “hay corrupción en el Gobierno, pero debido a que "el imperio y la derecha ha infiltrado gente en los Ministerios para hacer daño al proceso…”
Un músico “loteador” pontifica que deberían cortar la cabeza y la lengua a los mentirosos. ¿Para qué cortar la lengua al decapitado? ¿Por qué no el pene al que a la doncella quiere “k’achirla” como si fuera un durazno?, ¿las uñas a los ladrones del Estado?
Me quedo con la Asociación Nacional de la Prensa (ANP) y defiendo la libertad de expresión, porque quizá Evo formaría un tribunal internacional de mentirosos, que propicie viajes de capos cuyas conclusiones no valdrán ni el papel impreso al no ser vinculantes. Hurgar el pasado desnudaría casos similares en gobiernos anteriores, aunque alertan de que no en la proporción del régimen actual. Aseguran que Evo Morales es virtual campeón de la corrupción y de la mentira.