Hay que admitir que, para una práctica política como la de Bolivia, Evo Morales es, a no dudarlo, el Lionel Messi de las elecciones presidenciales 2019.
Para coincidir con la afirmación del Jefe de Estado, no hay más que mirar su “performance” o rendimiento electoral: ha ganado elecciones por goleada y superado con éxito todos los desafíos electorales que se le pusieron en frente, incluidos un referéndum de revocatoria de mandato y otro para una nueva Constitución Política del Estado.
No obstante, si aceptamos la comparación con el fútbol –al que desgraciadamente es tan afecto nuestro conductor del país– habrá que recordar que, actualmente, Messi no es la única estrella de ese deporte. Como en todas las disciplinas, existen varias lumbreras: unas técnicas, otras con talento natural, otras como resultado de años de práctica… en fin… el fútbol tiene sus propias peculiaridades.
Y así como actualmente existe un Lionel Messi, también hay un Cristiano Ronaldo, un Neymar, un James Rodríguez, un Luka Modric, un Andrés Iniesta y una larga lista de nombres que demuestra que, si bien no todos están llamados a sobresalir, siempre habrá alguien que tome el lugar del anterior… uno que gane el Balón de Oro.
El fútbol es tan curioso que es un deporte que se practica en equipo pero depende mucho de sus estrellas. Un equipo puede funcionar como una máquina de precisión de varias piezas pero, a la hora de la verdad, son sus individualidades las que marcan la diferencia. Para una práctica política como la boliviana, en la que el caudillismo sigue primando, igual que en siglos pasados, el fútbol es una comparación válida.
En ese sentido, también hay que admitir que el Movimiento Al Socialismo (MAS) es como un exitoso equipo que lleva ganando campeonatos consecutivos. Ha diseñado una estrategia que no solo le permitió alcanzar el poder —que es lo mismo que ganar el máximo torneo nacional— sino permanecer en él. A poco de haberse posicionado en la conducción de la nave del Estado, no faltó alguien que dijo que el MAS había llegado a ese punto para gobernar por 50 años y pocos tomaron en cuenta esa advertencia. Hoy, con 12 de esos 50 años consumidos, podemos darnos cuenta de que no era una simple fanfarronada.
El equipo del MAS no sólo es el campeón sino que ha logrado revalidar su título más de una vez. Para ello, cambió las reglas del juego, pues aprobó una nueva Constitución, y logró incrustarse tanto en la sociedad boliviana que hoy en día es perfectamente posible que se denuncie un escándalo de marca mayor sin que eso tenga grandes consecuencias. El infractor será amonestado, quizás hasta expulsado del campo, pero el juego seguirá sin mayores consecuencias… el campeón seguirá siendo el mismo.
Sin embargo, ningún equipo de fútbol es infalible y muchas veces la mejor estrategia puede fracasar, así esté aparejada del mejor jugador. Le pasó precisamente a Messi en el mundial jugado este año. Como los futboleros saben, todo el talento del argentino fue insuficiente… su equipo no le acompañó y ni siquiera pudo llegar a la final.
Lo que está pasando, ahora, es que el equipo que todavía detenta la copa; es decir el MAS, ya ha sido derrotado. Perdió en un partido clave jugado el 21 de febrero de 2016 y, en la práctica futbolística, quedó eliminado.
En un campeonato de fútbol, ese deporte que tanto fascina al presidente boliviano, un equipo eliminado no juega más pero, como esto no es fútbol, el del MAS sigue en camino. Corrección: quienes no pueden jugar, pues ya fueron eliminados, son la estrella del equipo, Evo Morales, el Messi de la política boliviana, y el director técnico, el vicepresidente del Estado.
Pero pese a haber sido eliminados, insisten en seguir jugando y retener la copa, aunque eso vaya contra las reglas de su deporte tan amado.
En un campeonato de fútbol, ese deporte que tanto fascina al presidente boliviano, un equipo eliminado no juega más pero, como esto no es fútbol, el del MAS sigue en camino. Perdió en un partido clave jugado el 21 de febrero de 2016 y, en la práctica futbolística, quedó fuera