Si las elecciones fueran el próximo domingo, el ganador sería Evo Morales.
No hace falta una encuesta costosa para descubrir eso por cuanto es suficiente aplicar sentido común a la coyuntura política de esta semana:
El primer elemento notorio es la ausencia de declaraciones polémicas por parte del presidente y vicepresidente del Estado. Como se sabe, ambos suelen dar de qué hablar debido a sus personalidades.
Las declaraciones polémicas no caen nada bien en las campañas electorales así que es posible presumir que los asesores les pidieron cuidar sus lenguas y, aparentemente, ellos se están esforzando por seguir ese consejo.
Superado ese escollo, el Movimiento Al Socialismo (MAS) puede dedicarse de lleno a una campaña en la que lleva la ventaja porque tiene el control del aparato estatal. Los operadores políticos son algunos ministros y, ahora, el presidente de la Cámara de Diputados.
Es en ese panorama que se trabaja para neutralizar los escollos que Morales y García Linera tienen para su re-re-reelección. La atención de los operadores se concentra en las ciudades donde la mayoría votante tiene a la clase media como el sector más difícil. Es ésta, precisamente, la que logró coronar la victoria del “No” en el referéndum del 21 de febrero.
No mencionamos a la oposición como obstáculo porque no lo es. Tras los efectos de los lanzamientos de las candidaturas, que duraron poco, ahora los opositores se debaten en los problemas de siempre, división y ambiciones personales. Como no lograron consensuar una candidatura única –que es el único camino viable para derrotar al binomio oficialista–, ahora juegan a destruirse entre ellos. De las dos candidaturas con opciones para derrotar a Morales y García Linera, la de Bolivia dijo No ha optado por crecer a costa de desprestigiar a Carlos Mesa. Por tanto, después de Evo, el blanco de los ataque es él. Curiosamente, nadie se mete con su candidato vicepresidencial que, así, no puede evitar aparecer como el convidado de piedra.
En la lógica de destruir para ganar, la dupla Ortiz-Rodríguez suma alianzas que estén dispuestas a destruir a Mesa. En ese camino, no tienen empacho en aliarse con parlamentarios que fueron elegidos en las listas de Unidad Nacional (UN), el partido de Samuel Doria Medina, que fue el único que tuvo la visión de no postularse.
La actitud de Rafael Quispe y Wilson Santa María es fácilmente perceptible: al prácticamente quedarse sin partido, por el paso al costado de Doria Medina, crean una agrupación que es la que firma el pacto con Bolivia dijo No. Eso es transfugio, incluso desde el punto de vista legal, porque el artículo 38 de la Ley de Organizaciones Políticas señala que incurrirá en esa inconducta aquel que “asuma una militancia, inscrita o declarada públicamente, distinta a la de la organización política o alianza que la o lo postuló” y “declare públicamente su independencia respecto a la organización política o alianza que la o lo postuló…”. Los dos diputados fueron postulados, y elegidos, por UN, y ahora se pasan a las filas de Bolivia dijo No. ¿Qué buscan? La reelección, aquella que tanto critican. Y todavía apunta con el dedo con esta frase: “mi masismo, ni mesismo”.
Así, la oposición se despedaza, el MAS mantiene su fortaleza en el área rural y se lanza a conquistar la clase media de las ciudades. ¿Quién ganaría si el domingo fueran las elecciones?