El régimen, que ha socavado las instituciones democráticas y es el responsable de la polarización del país, ¿quiere dar lecciones de moral cívica?
Afirman que la carta a Trump es traición a la patria. ¿Qué es traición? La Real Academia de la Lengua Española dice que “traición es aquella falta que quebranta la lealtad o fidelidad que se debería guardar hacia alguien o algo”. Traicionar es defraudar la Constitución como lo hace el régimen, pues nadie la violenta más, nadie le hace más daño que quien la traiciona utilizándola en su provecho. Quien corrompe la Constitución y revienta las instituciones está rompiendo también las reglas más elementales de la lealtad democrática. Es más traidor quien lesiona las esperanzas depositadas por los ciudadanos y quien instrumentaliza las instituciones estatales y las leyes con fines partidistas.
Si algo constituye la razón de ser del texto constitucional es precisamente el hecho de representar refugio y garantía de todas las opciones que la respeten y acaten. Cuando se jura cumplirla y hacerla cumplir, hay un compromiso a no utilizar la Constitución en la lucha diaria de la política ni, menos aún, como argumento electoral. Y la razón es tan simple como poderosa: porque es precisamente la Constitución la que impone las condiciones previas y las perspectivas del juego político como tal.
La carta enviada a Trump constituye una expresión de rabia e impotencia de la oposición, sobre todo para que la comunidad internacional advierta de la peligrosa derivación despótica de Morales y del riesgo de repetición de un fascismo más en Latinoamérica. La carta quedará sellada como reiterada advertencia y vaticinio ante la escasa atención exterior de un régimen avasallador, para quien la opinión interna es ignorada. El principio de realidad habilita a nuestra sociedad a presentarse ante la comunidad internacional como víctima en la perspectiva de una nueva derrota electoral, tan ilegal como ilegitima, con el respaldo del abuso del poder.
La oposición tiene el derecho a elaborar un relato propio de lo que sucede en el ámbito político jurídico del país, más si los antecedentes son de persistente y prolongada humillación, irrespeto y avasallamiento institucional. Resulta obvio lo que pretende: ante su impotencia quiere convertir en inevitable o incluso justificada, una respuesta de un poder superior que legitime acabar con un régimen provocador de todo ello. Lo que caracteriza al pedido es su ostentosa verdad, que de alcanzar hegemonía se instalará en el debate público internacional como hecho incontrovertible y orientará la conducta de obligado cumplimiento democrático que debe adoptar la comunidad internacional.
El aparato de propaganda del régimen lleva tiempo y mucho dinero convertido en maquinaria de manipulación de la verdad, pero por su torpe formulación, no podrán evitar que la carta cuaje en la opinión pública internacional.