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De la “mesa paralela” a la dictadura

24/04/2019
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A fines de 2008, la expresidenta de la Constituyente mostraba en La Paz, satisfecha y feliz, el proyecto de la nueva CPE, pero sin la convocatoria al referéndum para que el soberano lo apruebe no servía para nada. Con la dictadura del “número” en la Asamblea Legislativa, tal como existe hoy, la tarea hubiera sido muy sencilla, pero el Senado aún estaba en manos de la oposición y, por consiguiente, había que negociar.

Un año después (2009) Pulso, la revista quincenal, publicó una reseña bibliográfica donde se dice que “Romero y Börth, junto al periodista Raúl Peñaranda, acaban de presentar un libro sobre los acuerdos constitucionales de octubre”. El libro de referencia titula: Del conflicto al diálogo, y lleva como subtítulo “memorias del acuerdo constitucional”. Se menciona dos veces la palabra “constitucional”; tal vez sólo por identificar el tema, ya que por varias razones el acuerdo y las correcciones introducidas son y siguen siendo inconstitucionales.

“Sin ellos –se dice en otra parte– seguramente no se hubiera logrado los acuerdos necesarios para aprobar las reformas a la Constitución”. Realmente el país parecía atravesar por una situación explosiva. Los representantes de los partidos que conformaba la “mesa paralela” coincidieron en suponer que “cualquier acuerdo político es mejor que la violencia”. Y claro, tenían que lograr algún resultado, porque Melpómene, la musa de la tragedia, podía estar a la vuelta de la esquina.

Entonces sucedió algo inesperado. Un emisario de palacio vino a desatar el “nudo gordiano”. A nombre del gobierno –dijo– les trasmito la decisión de que aceptamos el punto concerniente al tiempo presidencial que se estipula en las disposiciones transitorias de la nueva CPE: “Los mandatos anteriores a la vigencia de esta Constitución serán tomados en cuenta a los efectos del cómputo de los nuevos periodos de funciones”. La oposición celebró el acuerdo como un triunfo; el oficialismo, ni que se diga. La inclusión del compromiso en el texto mismo de la Constitución, significaba una garantía de cumplimiento.

Pero el oficialismo tenía su ruta trazada. La permanencia del régimen en el poder fue una decisión del primer día, allá en Sucre. “No estamos de paso, hemos venido a quedarnos”. Sobre ese plan en ejecución armó sus trajines para seguir avanzando. “Quisieron hacerme una trampa, pero yo les hice otra mejor”... No, no se diga trampa. En términos militares, fue lo que ellos llaman “estrategia envolvente”, dijo el emisario mencionado.

La “mesa paralela” no fue un episodio suelto ni coyuntural sino un camino que conducía hacia otro tipo de régimen, donde no existe alternancia ni periodicidad en el mando presidencial, principios fundamentales de la democracia. El tiempo indefinido en el poder se llama dictadura. Aunque se diga otra cosa no se puede negar con palabras, los hechos también tienen su propio lenguaje.

Si el Presidente honraba su palabra, el 2015 habría finalizado en definitiva su gestión. El próximo sucesor podía ser del mismo partido, pero otra persona. Ahora es distinta la situación: se desconoció el resultado del 21F y, en los hechos, también el artículo 168 de la CPE. Pero la historia aún no ha terminado. Se lo desafía tanto al soberano, creyendo que padece amnesia. Veremos qué pasa en octubre.

 

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