El sonido Y la furia de las mareas
“Silenciadas las mareas silenciadas” es una obra de teatro de trama ambigua. El espectador pensará que toda la trama gira entorno a un tío muerto (Darío), pero sólo es el detonante para hablar de las mareas.
“Silenciadas las mareas silenciadas” es una obra de teatro de trama ambigua. El espectador pensará que toda la trama gira entorno a un tío muerto (Darío), pero sólo es el detonante para hablar de las mareas. La obra más que una elegía es una letanía. Más que eso, un aullido del silencio. El grupo de teatro argentino-boliviano “La Ruda”, ofrece el estreno de su última producción que gira en torno a las mareas y a la muerte. La muerte como moda, como arte, en fin, la muerte del silencio que da paso a la vida.
Dos actores, una actriz le pusieron la sal y la pimienta a la noche del jueves con diálogos inteligentes y sentenciosos. A ratos eran aforismos que no daban tiempo al espectador a desmenuzarlos: “La muerte como un acto de amor”, “está de moda morirse”.
La actriz, en el papel de Ana, se constituyó en la anti heroína de una vida de silencio, cito: “por qué llorar, es un acto inútil”. Esta mantuvo un diálogo sostenido con Ismael, uno de los personajes que la deseaba. Sin embargo, a ratos había diálogos capciosos e imágenes herméticas, pero divertía ver a los actores hablar en torno a un baúl que hacía de mesa. No había una ilación o cohesión coherente y a momentos, había fragmentos de lucidez que emocionaban y encantaban. Viñetas exquisitas como el diálogo entorno al vino o el jugo de las uvas que era un homenaje a ese néctar. Un devoto de Baco sufriría un orgasmo al paladar al ver a esos dos actores destilando palabras añejas entorno a ese elixir. Es más, uno de los hilos conductores que le da vida a la obra es el vino y sus efectos. Sólo que libar apurando el trago al gaznate le quitaba la belleza de ese acto sublime. Sin embargo embriagaban las imágenes donde el vino estaba presente. Daba tristeza ver cómo se derramaba como una vertiente. Los otros diálogos divertidos eran las del matrimonio y el psicólogo.
En sí, los actores hacían buenas interpretaciones de compadres beodos y La actriz hacía una magnífica interpretación de una mujer ebria. Las luces eran un factor a su favor. Un duchazo amarillento creaba la atmósfera de cabaret o de restaurant parisino o, en todo caso, las orillas de un puerto donde se ve el reflujo del mar, más conocido como pleamar o bajamar. Ahí, bajo esa luz cenital o cruzada, los actores se retorcían entorno a la actriz que seducía con sus formas y la voluptuosidad de sus piernas. Este movimiento pélvico era acompañado de los acordes de unos boleros melancólicos que rumeaban su dolor.
Precisamente ese era el segundo hilo conductor: el clamor de las mujeres silenciosas a través de la mujer sin pechos que hablaba de las mujeres como ornamento, como muñecas. Las mujeres como objetos que no tienen derecho a hablar y si no tienen pechos son feas. Cito: “a las cosas feas ponles un poquito de amor”. Ahí el espectador observará una de las imágenes más logradas. La mujer ebria sin pechos es rellenada de cartas de amor. Al final es un despertar de la rebeldía que se convierte en marea, en torbellino y por ello la paradoja del título. No puedes silenciar una marea. No puedes silenciar a una mujer. Es el sonido y la furia parafraseando a Faulkner. Es una marea, una ola y, aunque tibio, el final nos hace estremecer como hoja seca y como dije al principio, es una obra que trata sobre la muerte que da paso a la vida a través del vino, a través de las puertas que son el paso a otra vida; que son los hombres, portales al alma y, finalmente, a través del mar y sus mareas y a través del sonido y la furia.
"Silenciadas las mareas Silenciadas" en breve
Nuestro primer espectáculo es el resultado de una investigación intensiva, tanto artística como antropológica, de casi nueve meses realizada en la sede del Teatro de los Andes.
Esta pieza artística se propone retomar el debate acerca de la prostitución y la forma en la que el alcohol domina desde antaño nuestras sociedades latinoamericanas, indagando especialmente en la opresión de la mujer y la periferia.
La Ruda Teatro
Alejandro Bustamante (Bolivia), María Eva Palottini (Argentina), Tomás Masariche (Argentina) y Guido Wertheimer (Argentina).
Idea, dramaturgia y dirección: La Ruda Teatro.
Guión: Guido Wertheimer.
Intérpretes: Alejandro Bustamante, Tomás Masariche, Eva Palottini.
Colaboración artística: Ariel Muñoz.
Música: Sofía Viola.
Técnico de luces y sonido: Guido Wertheimer.
Escenografía, diseño de luces: Alejandro Bustamante.
Producción: Eva Palottini y Tomás Masariche
Ilustración: Nashi Flores Cabot.