Producción, importación y migración: ¿Dependencia o independencia?

La creciente demanda mundial de alimentos y la baja de los volúmenes de producción y productividad de alimentos de consumo directo, especialmente en América Latina, tiene varios factores de análisis.

Ing. David Torres Ing. David Torres

Ing. David Torres
Capitales / 08/08/2017 08:15

La creciente demanda mundial de alimentos y la baja de los volúmenes de producción y productividad de alimentos de consumo directo, especialmente en América Latina, tiene varios factores de análisis. Revisando el estudio “Tendencias de la producción y el consumo de alimentos básicos en Bolivia”, de José Espinoza, se pueden considerar los siguientes.

Uno que no fue analizado profundamente es el fenómeno migratorio en Bolivia, que determinó la disminución de unidades productivas. Según datos de los Censos de Población y Vivienda, en los últimos 65 años se ha modificado la relación porcentual de la población urbana y rural.

El Censo de 1950 estableció que la población rural era 73.8% del total, mientras que la urbana 26.2%. En 1976 el 58.7% era rural y la urbana 41.3%. En 2001, la rural baja a 37.6% y la urbana alcanza el 62.4%. En el último Censo 2012, la relación porcentual arrojó 32.07% de población rural y 67.03% de urbana. Esta realidad define la actualidad de la producción, con la pérdida progresiva de unidades productivas, sobre todo campesinas.

En la diferenciación que hace Espinoza en las formas de producción se aprecia que, con la migración, la primera forma (de baja extensión en superficie pero con producción de cultivos para el consumo directo familiar con alto uso de mano de obra) se encuentra en riesgo inminente de disminuir su capacidad productiva.

Los incrementos en la producción, según Espinoza, se deben a la mayor extensión de los cultivos y no así a la mejora en la productividad, que es baja en comparación a países vecinos. Sin embargo esta mayor extensión de cultivos es destinada a la agroindustria.

Otro factor relacionado con el cambio del patrón alimentario es que a medida que se va dejando la producción de alimentos, los patrones de consumo se desplazan a alimentos con más grasas, azúcares y proteínas; se ha cambiado el consumo de cereales por alimentos “chatarra”. Un factor importante vinculado con el proceso migratorio a las ciudades y las adopciones de formas alimenticias de centros urbanos.

El análisis poco alentador de Espinoza sobre la producción y la importación de alimentos en Bolivia, comparado con los datos oficiales del INE, presenta marcadas diferencias que vale la pena presentarlas para el establecimiento de equilibrios en la perspectiva productiva y de importación.

En el análisis de los datos gubernamentales, en el año agrícola 2015-2016, la producción de papa en Bolivia es de 1.073.744 toneladas, cifra que rebasa los datos de importación que, el INE, a 2016 son de 51.841 toneladas. Se importa 4.82% de lo que se produce, vale decir que por cada 100 toneladas de papas producidas se importan 5.

La producción del tomate en ese mismo año agrícola fue de 61.531 toneladas y la importación alcanzó a 6.943 toneladas; es decir que se importa 11.28% de lo que se produce: por cada 100 toneladas de tomates producidos se importan 11.

La producción de cebolla en ese año agrícola fue de 79.794 toneladas y su importación, de 11.787 toneladas. Se importa 14,77% de lo producido en el país, esto equivale a que de cada 100 toneladas de cebolla, 15 son de importación.

Un último dato del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras indica que el 95% de los alimentos que se consumen es de origen nacional y que entre 2006 y 2016 la producción de alimentos se incrementó de 7 millones a más de 14,7 millones de toneladas. Desde 2006 las hectáreas bajo riego se incrementaron de 226 mil a 416 mil, lo cual posibilitó que en 11 años la producción de papa se incrementara de 8.016 a 1 millón de toneladas; de cebolla, de 50.000 a 80.000 toneladas; y de tomate de 43.000 a 61.000 toneladas.

Estas dos perspectivas sobre la realidad productiva, al margen de un conjunto de datos y tendencias, establecen la necesidad de mejorar la producción y la productividad, la innovación tecnológica en las zonas rurales que producen alimentos de consumo directos para la población, el desarrollar políticas serias y de largo plazo a nuevas formas productivas, como la agricultura urbana y periurbana. Esa sería una de las respuestas a la migración, con mayor inversión y tecnificación. Y eso demanda a las universidades repensar en los modelos de desarrollo productivo y en los niveles de capacitación y formación profesional.

Se debe tomar una conducta más propositiva en cuanto a las propuestas de solución, que tienen como objetivo recuperar nuestro potencial productivo y reducir nuestra dependencia, sea esta mental o productiva.

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