El PIB y sus dificultades para medir el éxito o el fracaso de las economías
El Sistema de Cuentas Nacionales y los indicadores que se utilizan para medir el desempeño económico nace en 1929 en el contexto de la “Gran Depresión” y crisis de la economía mundial. Así, se desarrollan los primeros...
El Sistema de Cuentas Nacionales y los indicadores que se utilizan para medir el desempeño económico nace en 1929 en el contexto de la “Gran Depresión” y crisis de la economía mundial. Así, se desarrollan los primeros procedimientos para estimar el comportamiento de las economías y medir el resultado de las naciones. En esta lógica, el resultado más importante es el Producto Interno Bruto (PIB) cuya creación se le adjudica a Simón Kuznet, premio Nobel de Economía en 1971.
“Hasta la fecha se han realizado cinco actualizaciones y revisiones de la metodología y eficacia de la medición, las organizaciones encargadas de la actualización son: la Oficina de Estadísticas de la Unión Europea (Eurostat), el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el Banco Mundial (BM)”, dice el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG).
En su conceptualización más sencilla, “el PIB mide la producción de bienes y servicios en un país en un tiempo determinado”. Y “el PIB mide el valor de mercado de todos los bienes y servicios finales producidos en una nación en un periodo, generalmente un año”.
En tal sentido, las políticas económicas se encaminaron a la selección y aplicación de políticas adecuadas para lograr su efecto positivo en el crecimiento de la economía, en ocasiones falseando y generalizando las percepciones y las perspectivas que sesgan las realidades sociales y económicas de los distintos países, de manera particular en América Latina.
Si bien los indicadores estadísticos son importantes para la generación y evaluación de las políticas, en la última década el PIB se ha sometido a debates y críticas en cuanto a la confiabilidad de sus resultados. Joseph Stiglitz cuestionaba en 2013 la utilización de este indicador para medir los resultados económicos argumentando que el PIB no incluye la distribución de la riqueza, ni evidencia la permanente relación entre desigualdad e inestabilidad de los mercados, ni refleja el nivel de vida de los ciudadanos.
El CELAG nos muestra tres elementos de los límites del PIB: 1) El indicador no contempla a la economía informal ni la economía doméstica, característica particular de las economías latinoamericanas. 2) El PIB no contabiliza el costo patrimonial de la utilización de los recursos naturales: “La extracción de estos recursos implica por lo menos un costo de oportunidad”. 3) El PIB no infiere como indicador de bienestar, ya que no considera las inequidades de la distribución de la riqueza.
El crecimiento del PIB mide solo la actividad monetaria, sin mostrar las relaciones sociales y las relaciones de propiedad sobre los medios de producción y circulación que absolutiza la relación mercantil y amenaza las bases materiales de sustentación de la vida en todas sus dimensiones.
“El PIB solo considera lo que crece sin contabilizar lo que destruye, en una economía que se limita a contemplar los desgastes de los recursos naturales y las fuentes de energía y donde el crecimiento exige sacrificios humanos con base al constructo maximizador y racionalista” (López, 2017).
En una perspectiva más enriquecedora de la economía, el crecimiento debe estar en función de la satisfacción de las necesidades humanas sostenibles, pero, sobre todo, reflejando las características y problemáticas específicas de las naciones.