El contrabando en Bolivia

El intercambio de mercancías en el ámbito internacional es creciente e imparable, al punto de que no se podría comprender el escenario económico mundial sin tomar en cuenta el proceso de globalización de los mercados.

Rubén Julio Porcel Arancibia Rubén Julio Porcel Arancibia

Rubén Julio Porcel Arancibia
Capitales / 03/04/2018 07:05

El intercambio de mercancías en el ámbito internacional es creciente e imparable, al punto de que no se podría comprender el escenario económico mundial sin tomar en cuenta el proceso de globalización de los mercados. Este gran dinamismo del comercio exterior lleva aparejados problemas económicos, sociales, jurídicos y políticos muy complejos.

El contrabando es el tráfico ilegal de mercancías sin pagar los pertinentes derechos de aduanas tipificados por ley. Es una de las prácticas humanas más antiguas que, claro, con el pasar de los años y con las evoluciones que se observaron en algunos aspectos y campos, fue cambiando y evolucionando también hacia otros niveles, pero jamás desapareció. Con otras formas y aspectos, resulta ser una de las actividades ilegales más comunes y a través de la cual muchos logran enriquecerse hasta límites insospechados. El contrabando de importación es uno de los factores que afectan a nuestra economía, porque el incremento es constante y relevante.

Bolivia, con una posición en el centro de Sudamérica y limitando con Argentina, Brasil, Chile, Perú y Paraguay, cuenta con extensas fronteras que sobrepasan los 6.000 kilómetros de extensión, característica geográfica que la hace vulnerable al contrabando.

El contrabando es un problema estructural que afecta negativamente a la economía boliviana porque también perjudica la capacidad productiva de los distintos sectores del país. No otra cosa significa el acelerado ritmo de crecimiento que registra el comercio informal en el país y que en los últimos años ha llegado a constituirse en un problema de orden estructural por sus implicaciones de orden ético, moral, económico y social.

En todas las capitales del país, lamentablemente, existen grandes mercados negros que son peligrosos canales de comercialización de mercadería de contrabando y cuya tributación solo va a los regímenes especiales impositivos y de bajo impacto para las recaudaciones impositivas, y solo ocasiona competencia desleal y más mercados informales que desfavorecen a las actividades legalmente establecidas.

En general, el contrabando evade el pago de varios tributos. Por un lado, la internación legal compone no solamente el arancel del 10% sino también tasas de almacén aduanero, de verificación, aportes especiales, despacho aduanero y otros que llegan a alrededor de un 5% adicional. Por otro lado, no paga los impuestos internos: el Impuesto al Valor Agregado (IVA), que tiene una tasa efectiva del 14.94%, y el Impuesto al Consumo Específico (ICE) para algunos productos como vehículos, bebidas y cigarrillos cuya tasa es variable. Lo que quiere decir que tampoco pagan el Impuesto a las Utilidades de las Empresas (IUE), de 25%, ni el Impuesto a las Transacciones (IT) de 3%.

En la actualidad, el contrabando de importación en Bolivia mueve más de $us 2.000 millones cada año y el Estado deja de recibir alrededor de $us 600 millones en el mismo tiempo por evasión de impuestos.

De los más de $us 2.000 millones establecidos por concepto de contrabando de importación, el 69% ingresa por la zona franca de Iquique (Chile), el 23% por Brasil, 5% por Argentina, 2% por Perú y 1% por Paraguay.

Según datos, cifras disponibles y estimaciones técnicas del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), el contrabando en el país mueve alrededor de $us 1.680 millones anuales; y si se suma el contrabando hormiga, llega a $us 2.230 millones. También, según la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB), el país está perdiendo la lucha contra el contrabando en todos los frentes porque si se eliminara esta actividad ilícita, tendría un crecimiento adicional del Producto Interno Bruto (PIB) del 0.5% al 1%.

Esto también hace parte al compromiso ciudadano de lucha contra este flagelo, porque si hay un vendedor es porque hay un comprador. Si el contrabando sigue siendo un negocio es porque lo seguimos fomentando desde nuestras ciudades con nuestro consumo. Por eso, creo que hay que llamar a la conciencia de la ciudadanía para no caer en el fomento de esta actividad criminal.

 

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