La importancia del salitre y el cobre (bolivianos) en la economía de Chile
Cuando en febrero de 1879 el ejército de Chile empezó a invadir territorio boliviano, las élites chilenas y sus aliados británicos tenían como objetivo apoderarse del guano y el salitre alojados en inmensas cantidades...
Cuando en febrero de 1879 el ejército de Chile empezó a invadir territorio boliviano, las élites chilenas y sus aliados británicos tenían como objetivo apoderarse del guano y el salitre alojados en inmensas cantidades en el departamento del Litoral. Una vez terminada la guerra, Chile empezó a cosechar los frutos de su acción, aprovechó las riquezas del territorio usurpado y llegó a ser el primer productor de salitre del mundo, lo que no era casual ya que el salitre ubicado en Tarapacá y Antofagasta tenían una doble ventaja competitiva: el alto contenido de nitrato de salitre y su ubicación a solo 80 kilómetros del mar.
Este boom del salitre, impulsado por la demanda en Europa de explosivos y abono, tuvo efectos positivos en la economía chilena; los expertos señalan que entre 1880 y 1920 la contribución del salitre al Producto Interno Bruto (PIB) del vecino país fluctuó alrededor del 30%, mientras que sus exportaciones aumentaron de $us 6,3 millones en 1880 a $us 70 millones en 1928. Más aún, si los efectos económicos fueron importantes, los sociales lo fueron aún más: si para 1860 habían 18.000 estudiantes en las escuelas básicas chilenas, hacia 1900 la cifra ascendía a 157 mil, para finalmente, en 1920, llegar a los 346 mil.
Esta bonanza exportadora llegó a su fin en 1920, cuando en Europa se empezó a producir “salitre sintético” y Chile, según los historiadores Jorge Acuña y Katerina Fuenzalida, tuvo que enfrentar una crisis económica y social de grandes proporciones. Empero, los exterritorios bolivianos no solo eran ricos en salitre sino también en cobre, lo que fue clave para salir de la crisis.
Para 1911 se iniciaron proyectos cupríferos en Chuquicamata, un yacimiento ubicado 15 kilómetros al norte de Calama que llegó a ser una de las más grandes minas de cobre del mundo con una producción promedio de 620 toneladas de cobre fino de máxima pureza, representando por sí sola más de la mitad de la producción de cobre chileno. De pronto, Chile se convertía en uno de los más grandes proveedores mundiales de materia prima para artefactos de electricidad y comunicación, despertando un gran interés en las empresas extranjeras que invirtieron con recursos y tecnología en su pujante industria minera.
Desde entonces, la importancia del cobre para la economía chilena no hizo más que consolidarse. Salvador Allende, el presidente que sacó de las garras de las transnacionales los beneficios de la explotación minera, solía decir que el cobre era el sueldo de los chilenos. Era una afirmación cierta, tanto en 1970, cuando Allende era el primer mandatario de Chile, como 40 años después, cuando este país ya había pasado por el callejón oscuro de los gobiernos militares.
Según el economista chileno Patricio Meller, en 2011 el cobre representaba el 54% del total de las exportaciones chilenas y su aporte al fisco era de 12.000 millones de dólares que, en términos porcentuales, representaba un 20% de los ingresos fiscales del Estado chileno. Pero Meller va más allá y llega a sostener que sin el aporte del cobre a la economía, el PIB de Chile habría sido 45% menor de lo que es ahora. Esta aseveración es corroborada por Fernando Fuentes y Carlos García, quienes al analizar el ciclo económico y la minería del cobre en Chile llegan a verificar que un aumento del 1% en el precio del cobre causa un aumento del 0.16 por ciento del PIB en cinco años.
En suma, a partir de los datos brindados es posible sostener que cuando Chile venció en la Guerra del Pacífico los efectos de esto en su economía fueron absolutamente positivos, a tal punto que no se puede entender la prosperidad de Chile sin el aporte del guano, del salitre y del cobre que, vale insistir, formaban parte de los territorios usurpados a Bolivia por la guerra. En cambio, para Bolivia la pérdida en el conflicto bélico significó no solo la imposibilidad de usar los puertos marítimos para dinamizar su trasiego comercial, sino el aprovechar de (sus) recursos naturales para el desarrollo.