San Lucas crece en producción y transformación del durazno

El trabajo conjunto entre la Fundación PASOS y la Alcaldía sanluqueña rinde frutos en la región de Nor Cinti. Durante los últimos años se produjo un cambio hacia la agricultura bajo riego, con el durazno como protagonista

El municipio de San Lucas tiene un total calculado en 661.650 plantas de durazno cuya producción alcanzó este año un volumen de 280 mil quintales de fruta fresca cosechada por 2.781 familias productoras.

De esta cantidad, 119 mil quintales fueron destinados al autoconsumo, 70.000 vendidos como fruta fresca y 49.000 transformados en mocochinchi, a comercializarse en distintos mercados del país.

A juzgar por estos números, se puede inferir que la producción de duraznos es un importante dinamizador de la economía local.

Variedades

Las variedades de las frutas son: durazno franco (sin injertar, de variedades criollas), Gumucio Reyes, Porcelana Blanca, Ulincate Amarillo y Blanco, detalla a CAPITALES el coordinador de la Fundación PASOS en San Lucas, Sergio Betancourt.

Aclara que este producto consiste en frutos del tamaño y la calidad exigida por el mercado.

Trabajo conjunto

El Gobierno Municipal de San Lucas y la Fundación PASOS trabajan en el desarrollo de innovaciones tecnológicas para mejorar la calidad del mocochinchi partiendo de la producción, cosecha, manipulación, deshidratado y almacenaje.

Según explica Betancourt, el objetivo es conseguir a mediano plazo un producto final de alta calidad, que permita a los productores locales acceder a mercados nacionales e internacionales con precios competitivos.

Para ello están probando modelos de deshidratadores, que recogen experiencias desarrolladas durante varios años y por diferentes instituciones, para que a partir de 2019 un grupo de productores pueda llevar adelante ese proceso en mejores condiciones y a mayor escala, agrega el Coordinador de PASOS.

Comercialización

Este año, con el apoyo de la Alcaldía local, 46 productores de varias comunidades viajaron a La Paz para vender su producción.

Allí, en coordinación con la Subalcaldía de Mallasa, realizaron dos ferias del durazno en marzo y lograron vender 688 cajas, obteniendo una ganancia de 146.770 bolivianos.

Después de que los productores retornaron a sus comunidades, el Programa ADT San Lucas, que lleva adelante PASOS junto con la Alcaldía, hicieron una evaluación y planificación para mejorar e incrementar los volúmenes de ventas y la estrategia comercial con miras al próximo año.

“Los cambios profundos que se hacen en el modo de cultivar la tierra, la transformación de productos para su conservación y las nuevas relaciones vinculadas a la búsqueda de mercados fortalecen la decisión de los productores locales de apostar por la fruticultura, como una manera de generar ingresos seguros y dinamizar la economía local”, detalla Betancourt.

Aun así, todavía hay mucho por hacer y por mejorar. El agua, por ejemplo, que por ahora es escasa, resulta vital para sostener los cultivos. El cambio climático influye negativamente sobre su disponibilidad, pero las autoridades del Gobierno municipal y de las instituciones hacen importantes esfuerzos para mejorar este aspecto, añade el entrevistado.

Asimismo, las heladas y granizadas causan un gran daño en los cultivos, por lo que se ensayan métodos para combatirlos.

Aunque se avanza lentamente, también se está mejorando las capacidades de manejo de plantaciones de los productores. “Es un camino que ya ha sido trazado, en el que el municipio está decidido a avanzar”, manifiesta Betancourt.

Cambio de producción

San Lucas es el municipio más extenso de Chuquisaca, con 3.870 kilómetros de territorio. Está ubicado en la provincia Nor Cinti, y forma parte de la zona alta de la región cinteña que se encuentra entre los departamentos de Potosí y Tarija.

Este extenso territorio presenta altitudes que van desde los 4.500 hasta los 2.600 metros sobre el nivel del mar. Históricamente tuvo como su principal actividad económica a la agricultura extensiva de tipo tradicional: trigo, haba, arveja, cebada, maíz y otros productos.

Entre ellos priman los cereales típicos de zonas de altura, que apenas alcanzan para el consumo familiar y en muy pequeña medida para la comercialización.

Pero en los últimos 15 años, en los ecosistemas ubicados en altitudes de entre 2.600 y 3.000 metros sobre el nivel del mar fue cambiando poco a poco la agricultura tradicional por la agricultura bajo riego.

“Se orientó a la fruticultura, especialmente hacia la producción de duraznos, logrando cierto desarrollo. Esto significa hacer cambios profundos en la manera cómo las familias se relacionan con la tierra, el agua y los cultivos. Esto representa aprendizajes nuevos en torno a los modos de cultivar la tierra y también a la vida, que en las comunidades está ligada fundamentalmente a los ciclos agrícolas”, explica Betancourt a CAPITALES.