Sucre, ¿un destino naranja?
La economía naranja o economía cultural o creativa es cada vez más importante y se constituye en una oportunidad de desarrollo económico para las regiones.
La economía naranja o economía cultural o creativa es cada vez más importante y se constituye en una oportunidad de desarrollo económico para las regiones.
La economía creativa, según la definición de John Howkins, comprende los sectores en los que el valor de sus bienes y servicios se fundamenta en la propiedad intelectual.
De acuerdo con José Miguel Benavente, economista y coautor del estudio “Políticas públicas para la creatividad e innovación” del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la economía naranja representa cerca del 4% del PIB latinoamericano.
Según el documento “Industrias Culturales de Latinoamérica y el Caribe: retos y oportunidades”, de septiembre de 2007, del BID, las industrias culturales comprenden los bienes y servicios que tradicionalmente se asocian a las políticas culturales, los servicios creativos y los deportes. Y se clasifican en tres categorías: convencionales (editoriales, libros, jornales académicos, revistas, periódicos, literatura, bibliotecas, cine, televisión, fotografía, video, fonografía, discografía, radio), otras (artes visuales y escénicas, conciertos y presentaciones, teatro, orquestas, danza, ópera, artesanías, diseño, moda, turismo cultural, arquitectura, museos y galerías, gastronomía, productos típicos, ecoturismo y deportes) y nuevas (multimedia, publicidad, software, videojuegos, soporte de medios).
La ciudad de Sucre, definitivamente, tiene mucho potencial para desarrollar la economía naranja y, a través de la misma, lograr un mayor crecimiento económico, tomando en cuenta que la economía naranja integra aspectos como festivales, fiestas, gastronomía, arquitectura y museos, entre otros. Y Sucre es, por tradición, una ciudad turística. Sin embargo, en la práctica se ve que, año que pasa, el flujo de turistas y el tiempo de permanencia de los visitantes en la ciudad disminuye de forma preocupante.
Precisamente, un subsector muy importante dentro de las industrias creativas sería la gastronomía, que se encuentra dentro del sector del turismo y del patrimonio cultural, en el que nuestra ciudad tiene mucha variedad y riqueza, que podría, justamente, sumarse a los atractivos ya conocidos de nuestra ciudad como su riqueza arquitectónica, sus festividades religiosas, su Carnaval de Antaño y sus festivales de cultura, y consolidar así a nuestra ciudad como un atractivo “destino naranja”.
De acuerdo con Jordi Tresserras, consultor de la UNESCO, el turismo naranja es “un turismo sostenible y generador de desarrollo cultural, económico y social, a partir de la gestión turística responsable del patrimonio cultural, la producción artística y las industrias culturales y creativas”. Es decir, con este turismo, se busca lograr una conexión real entre el turista y la cultura local.
Una interesante forma de generar mayor flujo turístico podría lograrse a través de la oferta de experiencias gastronómicas distintas, que impliquen no solamente la degustación de diferentes platos típicos, sino experiencias completas, que incluyan rutas gastronómicas. No no solo en la ciudad. Incluso, articuladas con las provincias, con visitas a mercados y otros centros de expendio, para ofrecer una experiencia vivencial, por ejemplo, de los ingredientes de los distintos platos. Y por qué no, con una oferta que incluya la participación en parte de la elaboración de ciertos alimentos, como los confites de Carnaval, o bebidas, como la chicha. Lo beneficioso del turismo gastronómico es que, si bien puede ir ligado a una festividad o festival cultural, también puede darse de forma independiente y en cualquier época del año.
Es importante que la economía naranja, en general, y el turismo naranja, en particular, reciban en nuestra ciudad la atención necesaria por parte de las diferentes entidades privadas, que en muchos casos no saben siquiera que son parte integrante de la misma. Pero, sobre todo, de las entidades públicas, que podrían y deberían ser las gestoras de diagnósticos de impacto, primero, y, luego, de proyectos y políticas de desarrollo en el área y también del surgimiento de cadenas de valor creativas.
MSc. Carla Cristina Villa Sanz
DOCENTE FACULTAD CIENCIAS ECONóMICAS Y EMPRESARIALES - UMRPSFXCH