Neurodidáctica, alternativa para la educación superior

La educación tradicional ha ido mostrando una serie de debilidades que repercuten en la formación de los estudiantes, tales ejemplos son: clases magistrales poco atractivas o aburridas

MSc. Verónica Coca Párraga MSc. Verónica Coca Párraga Foto: Gentileza

MSc. Verónica Coca Párraga
Capitales / 08/09/2021 03:07

La educación tradicional ha ido mostrando una serie de debilidades que repercuten en la formación de los estudiantes, tales ejemplos son: clases magistrales poco atractivas o aburridas, tareas de repetición mecánica o la lectura de textos complejos, que solo han derivado aparentemente en una disminución del rendimiento académico de los estudiantes, debido a que estos métodos y estrategias que se desarrollan en el aula no permiten una consolidación de los conocimientos adquiridos, es decir, no se logran aprendizajes productivos y duraderos en el tiempo. 

Es por ello que resulta pertinente considerar la neurodidáctica, una disciplina que plantea el uso de estrategias y métodos, a partir del conocimiento y funcionamiento del cerebro que promueven un mayor desarrollo cerebral,  ya que se convierte en una oportunidad para mejorar los procesos educativos en todos los niveles.

En ese sentido, el docente, denominado como modificador cerebral, tal como lo manifiesta Saavedra, 2009, tendría que comportarse como un modificador cerebral y mental, y este coadyuvará en ejercer un rol que permita utilizar no solamente la didáctica, sino también la neurodidáctica en los procesos de enseñanza-aprendizaje.

Dentro de la neurodidáctica, es importante resaltar la inclusión de la inteligencia emocional a través del manejo y dominio de las emociones, que contribuyen a generar adecuados y mejores espacios educativos.

Uno de ellos es el rendimiento académico, ya que la palabra evaluación genera en los estudiantes una serie de emociones como ser: angustia, sorpresa y miedo, provocados por la producción de ciertos neurotransmisores, encargados de manejar y administrar los conocimientos aprendidos que son resguardados en la memoria ejecutiva y que deben ser plasmados en diferentes tipos de evaluación, donde el estudiante, en la mayoría de los casos, genera un estrés o desencadena una serie de emociones negativas que afectan directamente en los resultados académicos.

Goleman (1995) propone, dentro del manejo de la inteligencia emocional, la inclusión del flujo en el aprendizaje, entendida como el grado superior de control de las emociones al servicio del rendimiento y el aprendizaje, donde las emociones no se encuentran ni reprimidas ni canalizadas, se hace referencia a emociones totalmente activadas y positivadas en lo que se hace. 

Por ejemplo: cuando un estudiante de una forma u otra entra en un estado de flujo, su nivel de rendimiento es óptimo porque la sensación de placer y alegría que siente en ese momento es un estado de absorción, en la cual el estudiante está sometido a un nivel de concentración que llega a olvidarse del tiempo y espacio en el que se encuentra. Está tan concentrado en lo que hace, que abandona cualquier preocupación, demostrando excelentes resultados en pruebas académicas, o exigencias laborales, llegando a sentir una gratificación que no sabe describirla en ese momento. Considero que el flujo incorporado en la educación superior está relacionado con la vocación profesional, ya que un estudiante que escoge una carrera que no solo le simpatiza, sino que lo apasiona, es casi un hecho que tendrá un futuro prometedor. 

MSc. Verónica Coca Párraga

Docente Facultad Ciencias Económicas y Empresariales UMRPSFXCH

Etiquetas:
  • Educación Superior
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