Presentan “MalabArt 2024” a favor del arte y la cultura
Con una Noche de Gala, el emprendimiento gastronómico Malaba presentó el viernes su temporada 2024 de “MalabArt”, un espacio abierto para apoyar el arte y la cultura.
Con una Noche de Gala, el emprendimiento gastronómico Malaba presentó el viernes su temporada 2024 de “MalabArt”, un espacio abierto para apoyar el arte y la cultura. En la oportunidad, premió a gestores y periodistas culturales de Sucre y cerró el acto con un espectáculo del violinista chuquisaqueño Gustavo Orihuela con varios invitados: Andrés Gonzales (violín), Javier Durán (guitarrista, del Trío Antología), Marcelo Murillo (percusión) y Juan Carlos Álvarez (bajo).
Nora Navarro, directora del programa “Miradas Revista Cultural”, con 17 años de trayectoria en la televisión local; Kathy Jancko, comunicadora social y gestora cultural, apasionada por el periodismo con enfoque de género; Mariana Calizaya, psicóloga y comunicadora social, conductora y productora de “El Café de Mariana”; Joel Kuno, guitarrista y bajista, y la gestora cultural Verónica López fueron distinguidos por su aporte a la difusión del arte y la cultura local en 2023.
Ignacio Carranza, socio propietario de Malaba, recordó que durante el año pasado organizaron actividades de literatura, música, artes plásticas y danza, además de haber tenido un espacio lúdico para los niños, y destacó la labor de los impulsores de este proyecto: Daniela Peterito, Natalia López y Miguel Arnau.
Arnau, quien es administrador general de Malaba, anunció el próximo lanzamiento de convocatorias de artistas, tanto consolidados como emergentes, para que presenten sus propuestas a lo largo del año y puedan participar de las noches de MalabArt.
Posibilidades del jazz actual desde una sensación sucrense
Entre ataques chirriantes a las cuerdas del violín, golpes de arco en registros bajos y efectos de sintetizadores analógicos, Gustavo Orihuela, en la Noche de Gala de Malaba, abrió su presentación reflejando lo que su instrumento puede decir hoy, desde el sur de Bolivia, entre la tradición local y el jazz contemporáneo.
En este sentido se destacaron principalmente las dos primeras piezas del concierto, donde el artista se dejó llevar, más allá de los rigores de la profesionalidad en este oficio, de acuerdo a lo que exige nuestro medio, ya que nadie bailará o dará palmas a los ritmos que pueblan armonías floreadas de melodías disonantes, maravillosamente desarrolladas en cadencias tan “naturales”, que a pesar de eso no pagan.
Como sucedió en la segunda pieza, donde una frase típica del violín sureño boliviano fue transmutada por las tensiones que permitía su relectura musical, dejando atónitos a los más adeptos al folclore, cuando Orihuela introdujo colores impensables en ese coro de la tradición, siguiendo a Miles Davis y su fascinación por el wah wah de Jimi Hendrix.
Haciendo interactuar, o propiciando un tinku... como se pueda entender... Entre la relación del pasado y el presente, Orihuela demostró en este concierto que apela a la forma en que el jazz ha liberado las musicalidades del quietismo de las tradiciones, incluso las del propio jazz, para hacer de ellas un recurso de la creatividad y no a la inversa, es decir haciendo de la creatividad un recurso de la tradición para perpetuarse en su conservadurismo. (Gabriel Salinas)