Ensamble Moxos: herencia jesuítica y mundo indígena

El Ensamble Moxos, dirigido por la maestra Raquel Maldonado, hizo una maravillosa demostración de su arte al aire libre ante un público que, en una agradable tarde de Jueves Santo, salió encantado del Patio Histórico de la Casa de la Libertad.

MOXOS. Integrantes del Ensamble. MOXOS. Integrantes del Ensamble. Foto: Correo del Sur

Sucre/CORREO DEL SUR
Cultura / 31/03/2024 02:24

El Ensamble Moxos, dirigido por la maestra Raquel Maldonado, hizo una maravillosa demostración de su arte al aire libre ante un público que, en una agradable tarde de Jueves Santo, salió encantado del Patio Histórico de la Casa de la Libertad.

El concierto homenaje a los 400 años de la Universidad San Francisco Xavier se abrió con la “Sinfonía de la Olimpiada”, de Antonio Vivaldi, y prosiguió con “Kyrie de la Misa a la Fuga San Joseph” (anónimo, del Archivo Misional de Chiquitos) y una decena de movimientos de la “Pasión Moxeña” (anónimo, del Archivo Misional de Moxos).

El repertorio musical de Semana Santa dio paso a “la tradición oral que no tiene partituras y que se transmite gracias a la memoria de nuestros abuelos”, tal cual la describe Maldonado al anunciarla. Es la fusión del barroco de los jesuitas del siglo XVII y las manifestaciones nativas. Mario Linares, director de la Casa de la Libertad, antes había hablado de la “viva muestra de la identidad mojeña”, promotora de “una identidad sincrética única e irrepetible” en la que se unen la fe católica y la cosmovisión indígena.

Con más de 20 años de experiencia, el Ensamble, como parte de la Escuela de Música de San Ignacio de Moxos –que salvaguarda el patrimonio cultural de la etnia del noreste boliviano en forma de viejas partituras–, tiene grabados ocho discos y varias giras por Europa. A propósito, su directora comenta que, en cambio, en su propio país no se han presentado tanto. Lo hace luego de aludir a la larga distancia que tuvieron que recorrer en esta oportunidad desde la selva oriental hasta Sucre.

Violines, chelos, un contrabajo, dos bajones (instrumento nativo semejante a los sicuris, pero mucho más morrocotudo), entre otros que ellos mismos fabrican, endulzan los oídos. Maldonado explica que son instrumentos históricos, con cuerdas de tripa, como se tocaba antiguamente.

Esos sonidos hallan su complemento en otros que nacen de la percusión y, además, del aire de los pulmones de mujeres y varones jóvenes –algunos incluso niños– ataviados con vestimenta típica. Todos de ojotas, ellas llevan el pelo trenzado. El espectáculo incluye varios cambios de un vestuario delicado en telas y colores.

Entre los músicos –unos ejecutantes de los instrumentos y también cantantes– destacan una solista –soprano– y una flautista.

Nunca pierden la sutileza, que sobrevuela pacíficamente en el ambiente a cielo abierto. Incluso cuando, sonrientes, al son de bombos, redoblantes y flautas, plumas en la cabeza, machetes en las manos y pezuñas sonoras en los tobillos, danzan rompiendo su alegría medida, dulcificada, con entusiastas silbidos de fiesta.

Entonces, personajes enmascarados, con sombreros y collares, se entremezclan con el público y lo invitan a bailar al ritmo cadencioso de la música de los pueblos ancestrales del oriente. Han venido directamente del corazón de la Amazonía hasta la cuna de la libertad latinoamericana.

El Ensamble Moxos había actuado ya en el Teatro Gran Mariscal y en el patio histórico de Derecho. En la Casa de la Libertad estuvieron presentes el rector Walter Arízaga y el vicerrector Érick Mita, además de Luis Oporto Ordóñez, presidente de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia. Oscar Díaz Arnau

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