Cancha a todo dar
Entran unos, salen otros, sin descanso. Así transcurren los días en la cancha de césped sintético de la zona de Mesa Verde, construida hace más de tres años y que se constituye en uno de los campos de fútbol más...
Entran unos, salen otros, sin descanso. Así transcurren los días en la cancha de césped sintético de la zona de Mesa Verde, construida hace más de tres años y que se constituye en uno de los campos de fútbol más concurridos de la Capital.
Mientras 22 o a veces más jugadores utilizan el predio, otros esperan su turno en las graderías o pelotean en alguna de las esquinas. Que los gránulos de caucho se metan en las zapatillas, que la pelota rebote más o tenerse que resbalar, son las exigencias de jugar en césped artificial para los amantes del fútbol, pero nunca hay excusas para calzarse los botines y divertirse.
La cancha se abre para escuelas, equipos o simplemente, aficionados que se hacen un espacio en su agenda para practicar deporte. Los días de semana, aunque parezca raro, el campo se encuentra ocupado. Es difícil encontrarla sin jugadores y ni qué decir los fines de semana, cuando la pelota rueda desde que sale el sol hasta que se esconde.
Justo cuando el sol deja de brillar sale a flote una de las cuentas pendientes de las autoridades con la cancha: la iluminación artificial. Contar con reflectores permitiría que más deportistas se beneficien.
Sin embargo, el contar con alumbrado no es la única necesidad que tienen los vecinos y usuarios del escenario deportivo, que deben improvisar baños, soportar los basurales alrededor de la cancha y el desorden en las calles.
Más de un jugador debe hacer sus necesidades al costado de la cancha y hasta en muchas ocasiones, ensuciar las aceras de las casas adyacentes. Los ambientes destinados a los baños están cerrados y tampoco hay un tanque de agua.
A ello se suma la basura acumulada afuera de la cancha. Detrás del enmallado que recubre el predio, se puede encontrar bolsas plásticas, restos de verduras o frutas, excrementos de animales y hasta una cabina de camión abandonada. No hay orden en los vecinos ni contenedores, como los que fueron implementados en otras zonas de la ciudad.
Además, si algún deportista o espectador que va a la cancha en su vehículo, lo más probable es que no encuentre estacionamiento, ya que los espacios destinados a ello son ocupados por dueños de vehículos pesados, tomando en cuenta que la avenida Marcelo Quiroga Santa Cruz, salida troncal de la ciudad, se encuentra a una cuadra.
Precisamente, al encontrarse en esa zona, una de las más pobladas de Sucre, la cancha no logra abastecer a todos los vecinos, más aún cuando arriban deportistas de otros sectores.
Por este constante uso, luego de más tres años de vida, la cancha de Mesa Verde comienza a quedar “pequeña” y sus necesidades continúan sin respuesta.
LA OTRA MIRADA
El césped le dio otra imagen
Luego de muchos años sufriendo por el polvo que se levantaba de la cancha, los vecinos de la zona Mesa Verde se vieron aliviados el 2014, por la implementación del césped sintético.
La alfombra con algunas fallas
La alfombra no presenta grandes deficiencias. Es más, lo único que requiere es un reabastecimiento de gránulos de caucho para mantenerla en buen estado, así como un cepillado para levantar los gajos artificiales.
Se necesita una red más alta
Si bien la malla olímpica se encuentra en buen estado, es necesario subir el tamaño, pues en varias ocasiones la pelota sale de la cancha y perjudica el tránsito de vehículos por las calles aledañas de la cancha.
Basurales alrededor
No hay acera, los alrededores están llenos de tierra y mucha basura. Hasta una cabina de un camión se encuentra abandonada en uno de los sectores externos de la cancha, Los contenedores se hacen esperar.
¿Y los baños?
Más de un jugador debe improvisar baños en las afueras de la cancha. Los ambientes para sanitarios se encuentran cerrados y tampoco hay un tanque de agua. Esta es una de las necesidades más urgentes del campo deportivo.
Graderías multiuso
Son pequeñas y tienen doble uso. Son graderías para el público y una especie de vestidores para los usuarios del predio. Si no abastecen, los espectadores se acomodan detrás de la malla de la cancha.