Unidas por una pasión
Madre e hija se enrolaron a la “U” para compartir su amor por el fútbol
Tatiana Soliz Ramírez y Andrea Ávila Soliz no solo comparten el vínculo de sangre, sino también la pasión por el fútbol. Madre e hija están unidas por el amor al balón; no desaprovechan los fines de semana o cualquier horario del día para rendirse ante la magia del deporte más popular del planeta y demostrar sus cualidades en su club, Universitario.
Después de más de dos décadas transitando en el balompié amateur capitalino, el fin de semana pasado quedó grabado en las retinas de la familia Ávila-Soliz. Tatiana, de 36 años, cumplió el sueño de cualquier madre deportista: poder tener como compañera de equipo a su hija, Andrea, que a propósito hoy, lunes cumple 13 primaveras.
Los 24 años de diferencia entre ambas se transformaron en el complemento ideal de experiencia y juventud en la retaguardia, que aportó para abrochar la primera goleada (9-0) de las estudiantiles sobre Briscar, en el torneo de la Primera B, de la Liga de Fútbol Femenino Chuquisaca.
En ese inolvidable partido, Tatiana, que se desenvuelve como defensa central, saltó al campo de titular, mientras que Andrea –que juega de lateral– esperó su momento en la banca de suplentes hasta que en el complemento el entrenador de la “U”, Víctor Agudo, le dio la oportunidad de debutar en esta categoría, desatando un momento emotivo en la línea defensiva, donde madre e hija se acomodaron lado a lado.
“Es un sentimiento maravilloso, ahora estoy en la cancha junto a ella, compartiendo esta pasión que nos une. La verdad que no hay palabras para explicar ese sentimiento”, dice Tatiana.
“Al principio estaba un poco nerviosa, porque era nuestro primer partido, pero ya después agarré confianza y juntas pudimos lograr la victoria”, complementa Andrea.
PASIÓN COMPARTIDA
Ambas comenzaron su aventura en el fútbol a muy temprana edad. Tatiana, inducida por su progenitora se inició en los campeonatos de fútbol de salón de barrio de la capital. Su técnica y táctica con la caprichosa eran notorias a la vista de los demás, algo que llamó la atención del club Sedcam que la enroló en sus filas.
Con 19 años de edad, fue convocada para defender la camiseta de Chuquisaca, como reconocimiento a sus actuaciones en las canchas de Sucre.
En ese periodo de tiempo fue cuando Tatiana le heredó a su hija el amor por el balompié. Ella la acompañaba y aprovechaba los entretiempos para jugar a la pelota.
Ahora juegan juntas y en esta gestión, junto a sus compañeras de equipo, se trazaron objetivo de conquistar la corona en el fútbol femenino local.