El Ayarichi

En esta segunda entrega, después de que la semana pasada abordáramos la temática del Pujllay, ECOS ofrece un panorama del Ayarichi, la expresión cultural que junto con aquella otra, más famosa, ha sido declarada ...

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    Redacción ECOS
    Ecos / 22/03/2015 05:54

    En esta segunda entrega, después de que la semana pasada abordáramos la temática del Pujllay, ECOS ofrece un panorama del Ayarichi, la expresión cultural que junto con aquella otra, más famosa, ha sido declarada “Patrimonio Inmaterial de la Humanidad” por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO)

    El Ayarichi es una de las expresiones más puras de los yamparas y, al igual que el Pujllay, contribuye a la unión de las comunidades de esta cultura y se constituye en un medio aventajado de comunicación con la naturaleza.

    Como un reconocimiento a la contribución de las comunidades yamparas, que preservan esta cultura milenaria ligada a los ritos de la fertilidad y en relación íntima con la Pachamama, el Ayarichi y el Pujllay fueron declarados “Patrimonio Inmaterial de la Humanidad” por la UNESCO en 2014 y en la fiesta del Pujllay, celebrada el domingo pasado, tres de los seis municipios pertenecientes a la nación Yampara recibieron del Ministerio de Culturas y Turismo una copia de ese importante título.
    De acuerdo con una investigación realizada por Laura Fléty y R. Martínez, el Ayarichi es una expresión estética y ritual altamente codificada que pone en escena una gran diversidad de saberes. Estos exigen un importante esfuerzo colectivo.

    Se trata, según estos investigadores, de una forma cultural que es complementaria al Pujllay y, entre ambas, forman un todo. Al respecto, el profesor tarabuqueño Mamerto Torres, estudioso de esta cultura, señala que una danza no tiene nada que ver con la otra. “El Ayarichi es el canto dolorido de un grupo de unas veinte o treinta personas de la cultura Yampara”, dice él (ver RECUADRO APARTE).

    Algunas características
    La danza del Ayarichi se baila en la temporada seca, durante las fiestas dedicadas a los santos católicos que dirigen el orden social y cósmico, siendo estos grandes influencias en la conservación de la vida.

    Fléty y Martínez la describen como formada por cuatro músicos-bailarines que simultáneamente interpretan una flauta de pan y un tambor, acompañados por dos o cuatro bailarinas jóvenes (taki) y el machu kumu (un personaje cómico) que guía al conjunto.

    Según su investigación, los conocimientos, técnicas musicales y coreográficas se transmiten a los niños generalmente mediante juegos colectivos infantiles, bajo la observación de los adultos, sin intervención directa de estos últimos.

    El estudio también refiere que la ejecución de este rito mueve a un extenso conjunto de redes comunitarias que aportan con bebidas y alimentos en abundancia para el rito, al igual que ocurre en el Pujllay.

    Según el director del Centro Cultural Masis, Roberto Sahonero, quien trabaja con el tema del Pujllay en Tarabuco desde hace 40 años, es complicado hablar del Ayarichi. En su criterio, falta mucho por investigar con profundidad, ya que existen diversas corrientes de opinión al respecto.

    El Ayarichi y sus diferencias con el Pujllay (*)

    ECOS publicó la semana pasada un texto sobre el Pujllay del profesor Mamerto Torres que hoy completa esta serie de dos ediciones con el Ayarichi, danza declarada “Patrimonio Inmaterial de la Humanidad” por la UNESCO:

    Cuando hablé del Puqllay y me refirí al Ayarichi enfaticé, rotundamente, que lo uno nada tendría que ver con lo otro. Algunas razones: No se equivoca quien conoce algo del quechua y dice que al descomponer la palabra “Ayarichi” tenemos dos elementos: Aya = Cadáver, y Richi = Cortejo o caminata lenta. Que en su defecto, nos obliga a remitirnos al fonema Rrichi (con ese énfasis propio del acento quechua denota: el que induce a la caminata o acompañamiento, el que encarga o solicita, el que invita, o sea, el doliente). En ambos casos se refiere, siempre, a una participación fúnebre o todo un rito mortuorio.
    Averiguando más profundamente aún, nos remitimos a las épocas que los antropólogos o los literatos dirían que es la visión de los vencidos o nos hablarían del Takiy Unquy. Exactamente, Ayarichi es el canto dolorido de un grupo de unas veinte o treinta personas de la cultura Yampara —aunque se ha encontrado en algunas del departamento de Potosí, si no se ha perdido ya puesto que aún en las zonas de Tarabuco es una danza en franco proceso de extinción, igual que el idioma quechua y toda su cultura.

    Mientras el Puqllay es una danza esencialmente masculina —el elemento femenino fue introducido en el show folclórico reciente solo como un aditamento estético mediante las sipas (mozuelas), para competir en la elección de ñustas por su belleza—, el Ayarichi es una danza mixta y así se la baila de principio a fin. Con esa música muy doliente se puede estar horas de horas, hasta el anochecer y el amanecer, sin cansancio alguno.

    Si el Puqllay tiene su epicentro en la Pukara o altar representativo del árbol milenario de fruto múlltiple de la mitología andina, con elementos paganos como el supay (la personificación del diablo mismo, no solo por su vestimenta hasta cierto punto con prendas exageradas tanto por su color como por sus formas), los participanates del Ayarichi llevan una ropa más discreta, no por eso repletas de figuras diminutas muy bellas, especialmente en las mujeres que lucen lo mejor de sus pallay en tejidos de lliqllas y aqsus, al igual que los varones en sus unkus y con cintas que les caen tanto a los unos como a las otras a través de las espaldas.
    Si los puqllay realizan saltos a la manera de los diablos y pisan fuerte a cada paso que dan, el baile del Ayarichi es menudito, acompasado, delicadísimo.
    La música producida por enormes sikus, o sikuris, que son tocados por los mismos varones que al tiempo de bailar se acompañan con enormes tambores o wankar, y con pasitos menudos y bien sincronizados, danzan para delante y vuelven para atrás, casi siempre en media luna, en danzas mixtas con sipas bien ataviadas y con la mirada dirigida hacia el frente, tomados de las manos pero no directamente, sino mediante puñuelos blancos o rosados. Y con cánticos suaves cuyos textos son casi inintelegibles.

    Todavía queda un elemento fundamental del Ayarichi, que es el machu k’umu (viejo jorobado), que no solo se constituye en elemento esperpéntico por lo grotesco de su vestimenta y las travesuras que realiza mientras bailotea molestando constamente a las jovencitas y los niños que espectan, sino que asusta con una especie de cetro que en su parte superior termina en una calavera generalmente de animal. Lleva un sombrero viejo o chharara de paja, un enorme rosario de enormes muelas de mula y cascos de cabra u oveja, un chaleco de cuero o qhara chaleco, a la manera de los capataces o patrones, de los gamonales, y por encima una enorme bolsa o wayaqa en la que carga las frutas o golosinas que se roba de frente mientras danza, así como reparte lo hurtado. Pareciera ser la personificación grotesca de la muerte misma.

    El Ayarichi ha quedado como una danza religiosa que se la ejecuta dentro de las festividades patronales, como de San Pedro o Guadalupe, en los atrios de la iglesia de Tarabuco, principalmente.

    * Artículo escrito por Mamerto Torres Córdova, profesor quechuólogo nacido en Tarabuco.

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