Pascua de Tentayape: “Estar juntos”, resistencia y dignidad
Las Aña Añas adultas —tres en total— vestían overoles de color azul y naranja. Los espectadores me explicaron que lo hacían para “trapear” la ropa que usan generalmente los empleados de las compañías petroleras acampadas
—¡Salud, compadre!
—¡Salud, cumpa!
—¡Aisha…!
Fueron quizá las frases que más escuché durante una corta pero enriquecedora —aunque extraña— visita a Tentayape, la comunidad guaraní de la provincia Luis Calvo del departamento de Chuquisaca. Este diálogo expresa el festejo no solo de la Pascua sino de la manera de “estar juntos” que los guaraníes tentayapeños recrean a diario.
Esta vez el Mvuruvisha Guayari Bacuire, capitán de la comunidad, “Compadre Nico”, un médico tradicional del alma que además cura el cuerpo, residente en Camiri y Eduardo Lambertín, funcionario de una de las pocas organizaciones que trabaja en Tentayape, y cuasi familiar que retorna cuatro veces al año, tuvieron una nueva oportunidad de reunirse y conversar sobre todo y también sobre mí, la cuñita karai, que los visitaba en nombre del Museo Nacional de Etnografía y Folklore (MUSEF) de Sucre.
Reuniones con sabor a singani Tres Estrellas, coca de los Yungas, cigarro Camel y bico (bicarbonato) alumbraron tres oscuras pero cálidas noches tentayapeñas del chaco guaraní, de las cuales pude participar parcialmente —no solo porque no conozco el idioma del lugar sino también porque mi organismo de chukuta pico verde quedaba exhausto después de esas duras jornadas de camioneta y quebrada, de chicha, baile y maíz amarillo.
Aunque yo ya contaba con algunas referencias de este grupo, no me imaginaba lo que eso significaba. Los Ava Guaraníes de Tentayape no permiten “el ingreso ni del Estado, ni de maestros, ni de ninguna religión, simplemente porque consideran que la escuela y las iglesias empezarán a dividir su comunidad”, escribió Roberto Alem Rojo en “Tentayape. Patrimonio de vida”, un libro fotográfico y documental.
Entonces, ¿se trata de un microestado? No, precisamente. La forma de gobierno se expresa en la figura del capitán o Mvuruvisha, que cumple un rol de jefe superior y gobernante, pero en base al derecho consuetudinario, que es lo que en realidad sustenta el Gobierno. Cuando él fallece, hereda el cargo a su hijo mayor varón.
Sin embargo, no existe un rechazo completo al Estado Plurinacional en tanto apelan a la normativa nacional pues, por ejemplo, el territorio de Tentayape se encuentra en una Tierra Comunitaria de Origen —TCO, nominación provista y gestionada por el Estado— y, por otro lado, en 2005 el Congreso Nacional declaró a esta comunidad “Patrimonio Histórico, Cultural y Natural de Bolivia”. Además, todos ejercen su derecho al voto. Lo que existe en realidad es una resistencia cultural consciente y voluntaria hacia todo aquello que los tentayapeños consideran agresivo para su tradicional forma de vida.
La Fiesta de Pascua
El 20 de abril de 2014 tuve la gran oportunidad de asistir a la Fiesta de Pascua en Tentayape. Digo “gran oportunidad” porque los karais (extraños) éramos cuatro: tres fotógrafos paraguayos que habían solicitado antes la autorización al Mburuvisha y yo, que ingresé con Lambertín. Aunque también aparecieron tres funcionarios del Ministerio de Culturas para filmar la celebración, ellos fueron rechazados por falta de autorización previa. Este hecho no es solo una anécdota, sino que expresa el rol de cultura autónoma de esta fiesta, ya que es decisión de las autoridades originarias quién puede registrarla en formato audiovisual y quién no.
En una silla de manufactura propia y con un baldecito plástico de chicha a mis pies —los pocos recipientes de cerámica destinada a contener chicha estaban reservados a personas de alta jerarquía— invitaba esta bebida a los hombres de mi alrededor, conversando con los que hablaban español y también con los que solo hablaban guaraní mediante los primeros, que hacían de intérpretes.
La organización consistía en la división de la comunidad en tres grupos: Los varones adultos, que se ubicaban alrededor de un espacio abierto, sentados, conversando, bebiendo chicha y singani; las mujeres adolescentes, jóvenes y algunas adultas, que bailaban al centro del espacio abierto en cada momento que los músicos tocaban un tema (ellas invitaban a bailar a los hombres, pero también ellos podían introducirse a la danza tomando a alguna de ellas); y, los cuatro músicos que sujetaban tres cajas y una flauta, las cuales en conjunto hacían la música tradicional en ritmo de dos tiempos.
En las viviendas, las mujeres con hijos lactantes y ancianas observaban pasivamente la fiesta, mientras los niños jugaban. Tuve la suerte de bailar algunas piezas con los guaraníes y con Lambertín, quien me dijo que lo más llamativo para él en esa música era el sonido de las monedas en los pasos entrecortados que daban las mujeres. Puse atención y noté que se trataba de monedas reales las que adornaban el pecho y la espalda de las jóvenes, emitiendo un sonido metálico en cada paso. Esto también fue notado por los fotógrafos paraguayos, que recolectaron monedas entre ellos para regalarlas a las adolescentes ataviadas con los collares quienes las aceptaron sonrojándose y sonriendo.
La chicha bebida en tutumas, el singani servido en jarros de aluminio y alguna que otra botella tomada del pico, hicieron su efecto. Me aceptaron y los acepté, teniendo el regocijo de estar en ese particular modo de “estar juntos” de los tentayapeños.
Dialogué con una productora de cerámica, acordando una olla y un torito de arcilla para el día siguiente, y con el líder de la otra comunidad, Los Sotos; con él quedé en visitarlo después.
La noche cayó plena y así me percaté de que no tenían energía eléctrica: algunas linternas personales funcionaban con pilas o con energía solar. Noté también que las habitaciones no tenían puertas y que eran, en realidad, simples divisiones de espacio destinadas a cada familia nuclear. Solo una contaba con puerta: era pequeña y a su vez servía de “caja” de la joven responsable del comercio de coca. El dinero estaba al alcance de cualquiera, pero nadie lo tomaba.
En la mañana del 21 de abril, Lambertín gestionó mi visita a Los Sotos en un vehículo comunitario conducido por Pablo, el chofer. No imaginé lo que vería. El camino de Tentayape a Los Sotos era tan accidentado e irregular como escénicamente bello, pues estaba poblado de vegetación que diseñaba el espacio de manera caprichosa y contorsionada, tal como si los Dueños del Monte —los Iya— hubieran planeado un acceso complicado.
Las mujeres que habían subido a la tolva reían en cada peripecia que realizaba Pablo, mientras yo me sujetaba con fuerza para no chocar tanto contra él o contra el anciano de mi derecha, que iba en calidad de autoridad. Hablaba guaraní pero entendía el español, así que compartimos inocentes chistes entre los tres.
La Fiesta de Pascua en Los Sotos fue de iguales características, pero ahora pude ver y sentir a cinco Aña Añas y al Abuelo, personajes que escenificaron la lucha contra el Tigre (en realidad se trata de un jaguar), otro sujeto mítico de la actual cosmovisión guaraní. La teatralización tuvo dos momentos: El primero, donde aparece la familia de Aña Añas y el Abuelo, que cuidan y educan a la Aña Aña - niño e interactúan al son de la música.
Las Aña Añas adultas —tres en total— vestían overoles de color azul y naranja. Los espectadores me explicaron que lo hacían para “trapear” la ropa que usan generalmente los empleados de las compañías petroleras acampadas en la región, aunque no en la TCO de Tentayape. Claramente fue la expresión del rechazo a estas personas, que son la materialización de los intereses de las transnacionales.
Pero luego aparece el tigre y busca “comerse” al Aña Aña - niño, quien escapa con ayuda de sus padres, los Aña Aña adultos. Cuando el tigre desaparece nuevamente entre la maleza, los padres enseñan al niño a defenderse mediante el uso del arco y la flecha. Reaparece el tigre y nuevamente toda la familia lo enfrenta, cuidando al niño. La escena concluye en que el tigre huye y es perseguido por las Aña Aña entre la maleza. El público, los habitantes de Los Sotos y de Tentayape contemplaron con alegría y euforia el drama, que, aunque ya lo conocían, expresaba sin duda el mito reactualizado mediante la presencia camuflada de las empresas petroleras.
Al día siguiente, el mismo festejo fue ejecutado en otro espacio. Cada uno de estos espacios consiste en viviendas alrededor, un lugar abierto donde se ejecuta la danza con troncas que sirven de asientos.
Para esta tercera sesión de rondas de fiesta, varios de los varones adultos se trasladaron, sujetando sus propias sillas, hacia este nuevo espacio donde aguardaron por tres horas a las mujeres. Aunque todos estaban trasnochados, contrastaba la puntualidad de ellos —adultos, adolescentes y niños— y el retraso de ellas —mayormente adolescentes. Cerca del medio día y ya con varias rondas previas la escenificación presentada fue similar, salvo que ahora el Abuelo expresaba sobreprotección hacia el Aña Aña - niño, a quien abrazaba y cuidaba con fervor.
Luego apareció no solo el Tigre sino también el Aña Ndechí Ndechí que, en alianza con las otras Aña Aña, combatió al Tigre, quien buscaba principalmente atacar al Aña Aña - niño. El desenlace es el mismo: el Tigre escapa entre los cultivos de maíz y es perseguido por los demás personajes.
El elemento principal para que comience la escenificación es la presencia de los músicos que, si bien están desde el inicio de las rondas, se notó en esta tercera vez que no todos conocen la melodía que acompaña a los personajes. Así, se tuvo que esperar por bastante tiempo al hombre que conocía la ejecución de la melodía entonada en el aerófono llamado “quena de Pascua” con el acompañamiento de la tambora angua.
La Fiesta de la Pascua, entonces, es el festejo local que celebra la vida, la forma especial que los tentayapeños tienen de “estar juntos”, la abundancia del maíz, expresado en el consumo ritual de la chicha como elemento socializador y de trance etílico, y la etnicidad, expresada en la música, la danza y la escenificación.
Pero es también la forma de conservación de memoria local en tanto reactualiza el mito de las Aña Añas y el Tigre, proveyéndole de elementos contemporáneos como la presencia de las petroleras expresada en los overoles naranja, aunque de manera camuflada pues no se crea un personaje concreto que refleje a esas empresas, como se hizo antes en otros contextos guaraníes con el personaje del Karai, representando al hombre blanco y extranjero con su propia máscara, Karai Careta, quizá por la cercanía de este y la lejanía de aquel.
Resistencia y dignidad
Esta fiesta es uno de los rasgos de cultura autónoma vigente en Tentayape con elementos que se añaden como forma de actualización y conservación dentro del imaginario colectivo local. A su vez, constituye parte de la estrategia de resistencia frente al Estado Plurinacional de Bolivia, en tanto reivindicación de lo propio y no aceptación de lo ajeno, en el entendido de que este Estado, ideológicamente, se inclina más hacia “lo andino” que a lo chaco-platense, y más hacia una cultura burocrático-estatal, por ejemplo, mediante la imposición de formas particulares de enseñanza-aprendizaje materializadas en un sistema educativo formal que conlleva el uso del español, y todas las instituciones que implican la presencia del Estado como Fuerzas Armadas y Policía, el sistema judicial, el de salud, y otros.
Junto con la conservación consciente de sus formas de vida consideradas propias y la incorporación de elementos que mayoritariamente están dentro del control cultural de Tentayape, estamos frente a un pueblo autoidentificado como indígena que resiste a un “otro”, identificado como Estado, mercado o sociedad nacional, el “blanco” o karai. Esta resistencia es, por tanto, la manera que Tentayape ha elegido para mostrar al mundo que es un pueblo con dignidad, capaz de decidir por sí mismo y autodeterminarse.
Resistencia cultural
“Resistencia” es un concepto extrapolado de la física a las ciencias sociales para ayudarnos a comprender situaciones como las que ahora vive Tentayape. La resistencia cultural es la capacidad que tiene un pueblo, etnia o comunidad de realizar o mantener un esfuerzo durante un tiempo prolongado o el mayor posible, en base a recursos provistos por su propia cultura, con el objetivo de oponerse a otra que, por su parte, también realiza un esfuerzo similar contra la primera.
Esta oposición de culturas deriva en una tensión entre ambas —que podría involucrar a otras culturas, organizaciones o instituciones— y puede implicar, en un tiempo variable, un desenlace a favor de una de ellas. Cuando el desenlace favorece a ambas estaríamos frente a un pacto cultural, por el cual desaparece la resistencia.
Dentro de los ámbitos de la cultura total, en Tentayape predomina la “cultura autónoma”, porque tienen poder absoluto sobre el principal recurso material: la tierra; luego, sobre sus propias materias primas, con las cuales producen la mayoría de sus instrumentos de trabajo en la agricultura y la ganadería, y por tanto tienen el control absoluto sobre sus productos de subsistencia: ganado vacuno y maíz amarillo, principalmente.
Elementos de la cultura material también corresponden a este ámbito, como la producción de cerámica decorada con engobe usadas para servir chicha y como vajilla doméstica y máscaras talladas en madera usadas en las escenificaciones rituales de sus fiestas. Poseen, además, una organización social y política propia, de acuerdo con sus propias pautas culturales, pero competentes para interactuar con otras formas de organización tanto estatales como privadas.
Tienen el control sobre la producción, distribución y uso del conocimiento local y externo según su propia cosmovisión y su necesidad; por ejemplo en el campo de la medicina, que integra el cuerpo y el alma mediante rezos. Finalmente, usan y controlan la lengua guaraní, que constituye la lengua dominante en relación al español.
Pero en Tentayape también existen elementos de “cultura apropiada”. Esta se refiere a “la capacidad de decisión sobre elementos culturales ajenos y [cada cultura] los usa en acciones que responden a decisiones propias. Los elementos continúan siendo ajenos en cuanto el grupo no adquiere también la capacidad de producirlos o reproducirlos por sí mismo; por lo tanto, hay dependencia en cuanto a la disponibilidad de esos elementos culturales, pero no en cuanto a las decisiones sobre su uso”, según escribe Guillermo Bonfil Batalla en “La teoría del control cultural en el estudio de procesos étnicos”.
Ejemplos de “cultura apropiada” en Tentayape son los aparatos de comunicación como telefonía fija y celular, el español como segunda lengua (solo con carácter oral), históricamente la→ →actividad ganadera (que ahora forma parte de la cultura autónoma), el uso de energía solar y una insipiente lógica comercial mediante la compra-venta de coca y bicarbonato. Así también el uso de vestuario con telas, cueros y accesorios manufacturados industrialmente, que se adquieren vía intercambio comercial.
Siguiendo a Bonfil, hay “cultura enajenada” (un “ámbito que se forma con los elementos culturales que son propios del grupo, pero sobre los cuales ha perdido la capacidad de decidir; es decir, son elementos que forman parte del patrimonio cultural del grupo, pero que se ponen en juego a partir de decisiones ajenas”); por ejemplo, la venta de fuerza de trabajo en el exterior de la comunidad, tanto en Santa Cruz como en Argentina, lo que deriva de situaciones de migración especialmente por parte de adultos jóvenes.
Por último, en este esquema, está la “cultura impuesta”, donde “ni los elementos ni las decisiones son propios del grupo”, apunta Bonfil en el mencionado artículo. Para el caso presente, hay cultura impuesta en la legalidad del Estado Plurinacional con su propia lógica, comenzando por el uso de una lengua ajena, el español, y en forma también ajena, escrita. Esto se evidencia en la obligatoria realización de trámites de los tentayapeños para lograr sus objetivos, tales como el de haber sido reconocidos como Patrimonio Cultural, el titular su espacio como TCO y ejercer su derecho al voto.
Por otro lado, el mercado y la “sociedad nacional” imponen un uso de vestuario masculino de estilo urbano que, entre los varones, consiste en calzados de cuero o abarcas, pantalones oscuros, camisa clara, sombrero de ala ancha, y un pañuelo que cubre la larga cabellera sujeta dentro, a manera de turbante cuadrangular, siendo el caso de las mujeres el tradicional tipoy pero con tela industrial con un mosaico de monedas sobre el pecho y la espalda a manera de ancho collar.
Aparecen también otros consumos que van desde celulares, bebidas alcohólicas envasadas industrialmente, golosinas, cosméticos, alimentos envasados, enseres plásticos, entre otros, muchos de los cuales son llevados por algunos comerciantes altiplánicos en camión y vendidos a precios duplicados o triplicados.
La resistencia cultural se expresa en la tensión entre la cultura autónoma y la cultura impuesta, en la que la comunidad hace un permanente esfuerzo por no permitir el ingreso de otras culturas como la cruceña, la aymara o la quechua, aunque las relaciones con ellas existen en forma incipiente. Sin embargo, la principal forma de resistencia es aquella que va en contra de las formas que el Estado tiene para imponer una suerte de “cultura burocrático-estatal”, fenómeno que se enmarcaría en un rasgo de cultura impuesta y por tanto de dominio del Estado sobre Tentayape, en detrimento de la cultura autónoma.
Así se produce un abierto e institucionalizado rechazo a entes como las Fuerzas Armadas y la Policía, así como a los sistemas: educativo formal, de salud y judicial.
¿A qué se debe esta situación? Primero, a que se trata no solo de una resistencia cultural actual sino, sobre todo, histórica: “Durante la época colonial el guaraní boliviano hizo una férrea defensa de su territorio, manteniéndose en los límites con el Otro…”, se puede leer en “Justicia Comunitaria Guaraní”, del Ministerio de Justicia. Segundo, la forma estatal que ahora tiene Bolivia es aquella llamada “con huecos”.
Estatalidades paralelas
Para Guillermo O’Donnell (1993), citado en el “Informe Nacional sobre Desarrollo Humano 2007. El estado del Estado en Bolivia”, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), un “Estado con huecos” es aquel que se presenta en “sociedades plurales, marcadas por clivajes regionales, étnico culturales y sociales… [Son] lugares de alta discontinuidad, lugares en los cuales el alcance territorial y funcional del Estado es tenue”. Esto no refleja necesariamente un Estado fallido, sino uno construido en etapas y fragmentos. En cada “hueco” rige, por tanto, “el particularismo, el clientelismo, el cacicazgo y otras formas patrimoniales de política. Son espacios de ‘autogobierno’, pero que no operan bajo las reglas del Estado de Derecho…”. Para el PNUD, en Bolivia estas formas de autogobierno se hallan en organizaciones que ejercen cualidades estatales o semiestatales como sindicatos, ayllus, ONG, iglesias, entre otras, y no se trata de “huecos” donde exista un desorden sino más bien un orden altamente codificado y de legitimidad social construidos en largos procesos de acomodación, dominación, resistencia o colaboración a Estados depredadores, rentistas y particularistas.
Así, en el caso boliviano se trataría de un Estado con huecos, pero con huecos que ya están llenos con las relaciones sociales, las capacidades organizativas y las instituciones propias de los ayllus, los sindicatos, las TCO, las ONG y las iglesias de tal forma que constituyen estatalidades paralelas. El problema es determinar cuándo se trata de estatalidad paralela complementaria y cuando antagónica. ¿Qué tipo de estatalidad paralela constituye Tentayape?
Una tercera forma de resistencia cultural se ubica en el contexto del mundo global. En este sentido, se produce el rechazo al mercado pues, aunque existe circulación de dinero, no se instala una lógica mercantil intensa donde el principal objetivo es la acumulación de capital sino que se trata de una lógica mercantil en la que los tentayapeños obtienen ciertos bienes necesarios, generando beneficios económicos para los escasos comerciantes que visitan el lugar, pero sin la producción de mercancías que los convierta en agentes de ganancia. Este rechazo a la globalización se materializa también en el resguardo de su territorio respecto a las compañías petroleras que operan en la región, dedicadas especialmente a la prospección sísmica. Esta tarea consiste en la instalación de explosivos a 15 metros de profundidad en puntos equidistantes en 25 metros; según las empresas, no provocan daños ambientales; su objetivo es verificar la existencia de bolsones de gas. Gracias a la obtención del título de TCO, no se producen operaciones similares en Tentayape.
(*) Adaptación periodística de un ensayo de la autora, que es antropóloga de profesión.