“Burnout”: Estrés, depresión y muerte

Todo sobre el “síndrome del trabajador quemado”, que habría llevado al copiloto alemán Andreas Lubitz a estrellar un avión, con 150 pasajeros, contra las montañas de los Alpes franceses.

“Burnout”: Estrés, depresión y muerte “Burnout”: Estrés, depresión y muerte

Oscar Díaz Arnau ECOS
Ecos / 25/04/2015 17:56

Todo sobre el “síndrome del trabajador quemado”, que habría llevado al copiloto alemán Andreas Lubitz a estrellar un avión, con 150 pasajeros, contra las montañas de los Alpes franceses. Además, un análisis paralelo sobre lo ocurrido con un adolescente de 13 años que atacó a profesores y compañeros en Barcelona

El 24 de marzo pasado Andreas Lubitz no parecía ser otra persona. Quienes se cruzaron en la vida con él, lo recuerdan como alguien obsesivo que practicaba deportes, silencioso pero “completamente normal”, como “un buen chico”. Aquella mañana, el piloto no podía imaginar lo que se traía en mente: la fatídica idea de encerrarse en la cabina y estrellar el avión, con 150 pasajeros, contra las montañas de los Alpes franceses.

Andreas, de 28 años, tenía 630 horas de vuelo y dos años en la empresa alemana Germanwings. ¿Qué pasó en su cabeza?, ¿qué lo llevó al punto extremo de pensar y ejecutar su propia muerte, aun más, arrastrando con su decisión a más de un centenar de personas?

La explicación tiene connotaciones psiquiátricas, aunque sus propios colegas pudieran reducirla a una mucho más sencilla: “Hay que entenderlo como una persona que se volvió loca y asesinó a 150 pasajeros. Estamos ante un loco como los que entran a los tiros en las escuelas de Estados Unidos”, dijo a la radio Vórterix Gustavo Giménez, piloto de Airbus.

Pero esos “locos” no solamente matan en EEUU. El lunes pasado, un muchacho de 13 años llegó tarde al colegio. Ingresó armado con una ballesta, un machete y un cóctel molotov. Atacó varias veces. El resultado: un profesor muerto y cuatro heridos. Ocurrió en Barcelona, España.

El “burnout”
En 2009, el que el 24 de marzo estaba en la cabina del Airbus A320 como copiloto, Andreas Lubitz había recibido atención psiquiátrica por depresión y un síndrome conocido como “burnout”, estrés provocado por la fatiga laboral.

Presión por el trabajo, carga emocional, estrés… todo esto, junto y además revuelto, puede desencadenar una tragedia en cualquier momento.
El psiquiatra Macario Valverde atiende casos de “burnout” en Sucre. Médico en el Instituto Nacional de Psiquiatría “Gregorio Pacheco” que recibe pacientes de distintos lugares del país, presta sus servicios también en el Seguro Universitario de San Francisco Xavier. Él explica esta enfermedad, conocida en el mundo como el “síndrome del trabajador quemado”, por el exceso de trabajo.

“Las reglas de una institución hacen que las personas ‘se quemen’ y no puedan cumplir con sus obligaciones profesionales… Entran en una especie de sopor donde no pueden más y, entonces, optan entre varias alternativas; una de ellas, dejar el trabajo”. Dice que estas personas se deprimen, se aíslan y adoptan diferentes conductas como “formas de defensa frente a la situación que están viviendo en ese momento”.

Todo esto desemboca en estrés. El bendito estrés, la gran enfermedad de este siglo, producto de un mundo cada vez más despersonalizado para no desentonar con la fuerza arrolladora de la globalización.

No solo en el trabajo
El burnout tiene que ver con el trabajo, pero el estrés se produce también por otras causas. “Existen demasiadas obligaciones no solamente en el ámbito laboral, también está la presión en la familia, en todos los roles que cumple la persona”, aclara el doctor Valverde a ECOS.

No todos soportan la carga emocional que trae consigo el mundo frenético de hoy. “El neurótico no tiene muchas armas para poder solucionar sus problemas”, afirma el médico especialista, antes de hacer hincapié en la falta de comunicación dentro de las familias y, en general, entre las personas.

Es, en resumen, un penoso rasgo de estos tiempos. Como la tendencia cada vez mayor al suicidio, a terminar con la vida sin considerar todo lo que esto implica: el dolor de la familia, el dejar truncos los proyectos personales, etc.

El suicida
¿Qué diferencia a una persona que piensa en suicidarse de la que concreta el acto mismo del suicidio? “Hay un límite muy sutil para llegar al acting, para actuar, para hacer eso que pensó en su momento”, responde el doctor Valverde.

Haciendo una didáctica explicación, para que todos podamos acercarnos de algún modo a este tipo de pacientes, indica que la psiquiatría clasifica a los enfermos mentales en: Neuróticos, psicóticos y orgánicos.

El neurótico se conflictúa; es, por ejemplo, aquel que se queja, sufre, llora, tiene miedo, fobias, se aísla, se deprime. El psicótico, en cambio, actúa; “pasa ese límite ‘racional’, digamos, de lo bueno y de lo malo y actúa, pasa del deseo al acto”.

El orgánico presenta lesiones somáticas a nivel cerebral; pueden ser traumas, infecciones u otros que producen daño en el cerebro. Un ejemplo común en nuestro medio es la cisticercosis (inflamación en el cerebro por el parásito que se deposita en el encéfalo).

El médico cree que Andreas Lubitz, el copiloto, pudo ser un paciente psicótico y por eso habría actuado con facilidad, provocando su propia muerte y la de otras personas. Recomienda en ese sentido prestar especial atención a esta clase de depresivos, que tienen la característica psicótica.

El sociópata
Y, ¿qué pasa con el suicida que, como Lubitz y muchos casos más, se mata pero involucra en su decisión también a otras personas? Esto dice Valverde al respecto: “El suicida no observa lo que viene atrás: el acto es para él, no para el otro. Pero además está el sociópata, que es el que mata para ver morir, el que goza con la muerte del otro. Esa es otra historia”.

No cree que esta última haya sido la motivación del copiloto alemán: “Él estaba enfermo, tenía un antecedente de depresión, no fue tratado, salió de la rutina del tratamiento para morir; él quería morir”.

Apariencias que engañan
En criterio de Valverde, “el único que tenía la posibilidad de percibir esa característica, esa conducta, era el psiquiatra” responsable de la atención, en su momento, a Lubitz. “Uno puede reconocer que aquella persona es altamente vulnerable o agresiva, con una tendencia suicida”, agrega el profesional.
El copiloto había ocultado su patología a las autoridades aeronáuticas de su país.

Y es que, tanto en el caso de este alemán como en el del adolescente catalán, sus círculos íntimos, aunque habían notado señales extrañas en su personalidad, jamás pensaron en desenlaces extremos como el del avión estrellado o el ataque al instituto Joan Fuster, que las autoridades españolas han explicado como fruto de un “brote psicótico”.

Los testigos, docentes y compañeros del joven atacante, revelaron que el agresor vestía una cazadora de estilo militar y llevaba una lista de potenciales objetivos en su mochila.

El doctor José Cabrera, al abordar el dramático suceso de Barcelona, distinguió en el programa televisivo “Amigas y conocidas” de Televisión Española entre el ‘agresivo’ y el ‘violento’. Explicó que “la agresividad es algo que tenemos todos”, que está en el ser humano, pero la violencia es una degeneración de esa agresividad.

Predisposición genética
En la entrevista con ECOS, Valverde deja en claro también que existe una base estructural determinante en el suicida. “El tema es complejo pero, hablando de manera muy simple, si la persona estructuralmente está hecha para matarse, lo hará. Estructuralmente nacemos con una base genética para llorar, para sufrir, etc.”.

Aparte está la consideración de una causa que suele desencadenar el acto suicida.

Suicidas reactivos
¿Ha notado un crecimiento del número de pacientes con tendencia suicida? “Sí, hay una cantidad de gente, jóvenes de Sucre, más que todo, que se suicidan. Nosotros recibimos acá muchos jóvenes con problemas de depresión reactiva, que no es una depresión endógena. Reactiva a una situación equis, por decir, en una etapa de la vida, a fin de año por ejemplo, cuando salen las calificaciones y surgen los aplazos”, responde Valverde al explicar que la precipitada voluntad de morir responde a una presión familiar ante la falta de rendimiento escolar.

Por su experiencia en el Seguro Universitario, los síntomas más simples de los jóvenes son: ‘No puedo dormir’, ‘no atiendo bien en las clases’, ‘tengo mucho sueño’, ‘no tengo ganas de salir a la calle’, ‘estoy con problemas en mi relación de pareja’, ‘estoy pegando a mi gente’.

“En algún momento”, dice el galeno, “a alguien de la casa esto le llama la atención y decide traerlo”. El tratamiento, de acuerdo a la particularidad de la patología de cada paciente, incluye psicoterapia, asistencia regular al centro de salud, medicación psicofarmacológica con ansiolíticos e hipnóticos para inducir al sueño.

Con relación al síndrome del trabajador quemado, al estrés, la depresión y, en general, a los pacientes con enfermedades mentales, el especialista señala que “se puede estabilidad, yo no hablaría de cura pero sí de estabilización para que pueda llevar una vida laboral o cotidiana, en el ámbito familiar, normal, entre comillas. Es posible controlar a la persona que tiene este tipo de conductas, de actos, de hábitos”.

Gabinetes en el trabajo
Según el psiquiatra Macario Valverde, para encarar el problema del burnout, dentro de las instituciones y empresas “debería haber sí o sí un gabinete de psicología y de psiquiatría que pueda trabajar en este tema”. Considera importante que profesionales de ambas ramas de la medicina cuiden la salud mental de los trabajadores en el interior mismo del trabajo.

Ante situaciones extremas para solucionar determinados conflictos personales, no todos acuden a un centro de salud mental. Es más, por el viejo estigma de la locura (que entre paréntesis el doctor Valverde considera que ha ido decayendo), en sociedades todavía conservadoras como las nuestras no resulta del todo común que las personas decidan de motu propio tratarse por un psicólogo o un psiquiatra.

Necesario y obligatorio
En otros países, en las últimas décadas —cuando se ha acentuado la conflictividad interna— se ha vuelto común que las personas visiten a un psicoanalista para sacar los problemas fuera, hacer catarsis y recibir consejos desde la comodidad del sillón de Freud. La ayuda profesional es, finalmente, una necesidad y una obligación, para el resguardo de la vida del directo involucrado y de su entorno. Valverde exhorta a prestar atención en el entorno laboral y familiar, de modo tal que se pueda detectar a tiempo a un trabajador.

Invita principalmente a empleadores y empleados a reflexionar sobre el burnout, y pide a las personas irritables que, por ejemplo, han ido perdiendo la capacidad de realizar su trabajo correctamente o que han recibido llamadas de atención, que busquen asistencia de un psicólogo o un psiquiatra. A su juicio, “la disciplina de la Medicina Laboral bien podría percibir todos los detalles de ese tipo de alteración que se presenta en el trabajador”.

En otros países, en las últimas décadas —cuando se ha acentuado la conflictividad interna— se ha vuelto común que las personas visiten a un psicoanalista para sacar los problemas fuera, hacer catarsis y recibir consejos desde la comodidad del sillón de Freud. La ayuda profesional es, finalmente, una necesidad y una obligación, para el resguardo de la vida del directo involucrado y de su entorno

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