Barrios tradicionales sucrenses

Belzu logró salvar su vida milagrosamente y, como ofrenda, en agradecimiento mandó a levantar en el lugar el templete de La Rotonda. Para el efecto, hizo traer desde Italia una imagen de la Virgen del Carmen.

Vista de la iglesia de San Francisco, situada frente a la plazuela Juan Frías de Herrán, en pleno centro de Sucre.

Vista de la iglesia de San Francisco, situada frente a la plazuela Juan Frías de Herrán, en pleno centro de Sucre.

El Cementerio General de Sucre, en el barrio que lleva el mismo nombre o 25 de Mayo, en honor a la Gesta Libertaria

El Cementerio General de Sucre, en el barrio que lleva el mismo nombre o 25 de Mayo, en honor a la Gesta Libertaria

Calle Suipacha, a unos pasos de la histórica plaza de La Recoleta.

Calle Suipacha, a unos pasos de la histórica plaza de La Recoleta.


    Evelyn Campos López
    Ecos / 03/05/2015 01:09

    Belzu logró salvar su vida milagrosamente y, como ofrenda, en agradecimiento mandó a levantar en el lugar el templete de La Rotonda. Para el efecto, hizo traer desde Italia una imagen de la Virgen del Carmen. La construcción duró dos años y el 6 de septiembre de 1852 se produjo la inauguración con grandes pompas

    La costumbre en Sucre era identificar a determinados lugares por un referente en particular; de ahí que, por ejemplo, la plazuela Libertad fuera conocida en el pasado como “Del Hospital”, o la plazuela Juan Frías de Herrán como “San Francisco”. En otros casos, los barrios fueron bautizados con la misma denominación de la iglesia o la parroquia de la zona.

    En este mes de mayo, en el que además de recordarse el Primer Grito de Libertad en América se agasajará a Chuquisaca, ECOS evoca a la ciudad capital de este departamento y el país con los nombres y apellidos de algunos de sus barrios más emblemáticos.

    Barrio de San Lázaro
    “Hablar del barrio de San Lázaro es como hablar de la propia fundación de La Plata. Es de conocimiento general que en una de las paredes exteriores de la iglesia que lleva el mismo nombre se encuentra empotrada la cruz de fundación en 1538...”, comienza relatando el historiador y tradicionalista chuquisaqueño Felipe Medina.

    Hasta ahora se encuentran en este barrio los edificios destinados para la vivienda de las primeras autoridades eclesiásticas: el arzobispado platense y los primeros españoles constructores de los cimientos de La Plata (Chuquisaca), según el erudito investigador de la vida de la iglesia de los Charcas, monseñor García Quintanilla.

    Por su antigüedad e importancia, el barrio de San Lázaro pareciera estar a la vanguardia de todos los existentes desde los tiempos coloniales y republicanos, convirtiéndose en patrimonial.

    En las inmediaciones de San Lázaro se construyeron las actuales calles Calvo, Grau, Suipacha, Oruro, Chaco y San Alberto, reconocidas por el turista nacional e internacional que las recorren para admirar la arquitectura del Casco Viejo de Sucre.
    En este sector ocurrieron hechos sociales y culturales muy atrayentes para propios y extraños.

    Barrio La Rotonda o la Mamita del Carmen
    Como casi todo lo añejo que hay en la capital, la iglesia de La Rotonda atesora una interesante historia que posiblemente el propio vecindario desconoce.
    La construcción de este templo no habría sido casual, sino producto de un hecho criminal… “El 6 de septiembre de 1850, cuando el presidente de la república, el general Manuel Isidoro ‘Tata’ Belzu, paseaba junto a su escolta por el Prado (actual Parque Bolívar) en la parte del Rosedal, recibió dos disparos con armas de fuego, consumados por los militares Agustín Morales y Juan Sotomayor”, relata Felipe Medina, quien investigó al respecto.

    Belzu logró salvar su vida milagrosamente y, como ofrenda, en agradecimiento mandó a levantar en el lugar el templete de La Rotonda. Para el efecto, hizo traer desde Italia una imagen de la Virgen del Carmen. La construcción duró dos años y el 6 de septiembre de 1852 se produjo la inauguración con grandes pompas.
    Pasados dos años de aquel acontecimiento, la Virgen del Carmen fue declarada Patrona del Ejército Nacional, y esta celebración debería tener un carácter de feriado todos los años, según investigó Medina.

    El templo originalmente estaba situado donde ahora se encuentra la estatua del expresidente Aniceto Arce. Entre 1925 y 1931 fue trasladado a la calle Ladislao Cabrera, dejando el espacio libre para la construcción de la actual plazuela Aniceto Arce.
    Con el paso de los años, la Virgen del Carmen de La Rotonda dio paso a muchas historias y vivencias.
    El 16 de julio era el “Día de la Mamita o de la Virgen del Carmen”, una celebración muy esperada por los niños; la oportunidad propicia para comprar una variedad de juguetes artesanales de madera y de metal, por ejemplo un trompo para los niños y un menaje de cocina para las niñas, con el que puedan jugar a las cocineritas…

    Barrio del “Tata” San Roque
    Las autoridades eclesiásticas de las primeras décadas del siglo XVII eligieron el nombre de San Roque para la “ermita”, o sitio de retiro espiritual, en honor al santo que vivió allá por el año 1300 en Europa.

    “San Roque provenía de una familia adinerada y, al quedar huérfano, vendió todas sus posesiones, repartió el dinero entre los pobres y marchó como peregrino a visitar los santuarios de Roma. En ese tiempo, una peste asolaba el continente; de esa forma, se dedicó a la atención de los enfermos”, dice Medina.
    Cuando se contagió con la peste, se autodesterró a la soledad del monte. El único que lo visitaba todos los días y lo socorría llevando un pan en el hocico era un perro. En correspondencia al noble gesto del animal, el hombre vivió con él hasta su muerte. Desde entonces, se convirtió en el patrono de los canes.

    El historiador narra que era necesario edificar en los extramuros de la ciudad una capilla para congregar a los indios y catequizarlos en su idioma nativo. Así es como nació la Ermita de San Roque, rodeada de humildes chozas indígenas, pero en un punto estratégico para la conversión de sus almas.

    Con los años, la ermita se convirtió en templo y luego en parroquia. Su jurisdicción territorial abarcaba hasta las orillas del Cachimayu, incluyendo La Florida, La Glorieta, El Tejar, San Juan y otras capillas como las del Cementerio y la cárcel dentro de su radio urbano.
    De esta forma San Roque se convirtió en un lugar atractivo, con intensa vida social; allí había chicherías de fama con clientes de diversas clases sociales, especialmente bohemios e intelectuales de Sucre y visitantes del interior y el exterior del país.

    Cuando se contagió con la peste, se autodesterró a la soledad del monte. El único que lo visitaba todos los días y lo socorría llevando un pan en el hocico era un perro. En correspondencia al noble gesto del animal, el hombre vivió con él hasta su muerte. Desde entonces, se convirtió en el patrono de los canes

    Barrio de La Estación
    Cuando uno pasea por la plazuela de la exestación de trenes, automáticamente dirige la vista hacia el frontis de la terminal ferroviaria. En la parte superior, las manecillas de un reloj se detuvieron en la hora que posiblemente fue la última del servicio de transporte ferroviario en Sucre.

    En este predio se encuentran los despojos de la estación ferroviaria y de los campamentos de trabajadores; el lugar era parte de la hacienda de la familia Mayán.
    Donde está el edificio de piedra se encontraba la cancha de fútbol “3 de Febrero”, posteriormente allí se construyó la estación ferroviaria “Presidente Aniceto Arce”.

    “¿Cuántas veces miles de sucrenses habremos utilizado este servicio de transporte al igual que otros, particularmente los estudiantes y comerciantes?”, evoca Felipe Medina.

    El servicio de transporte ferrocarril Sucre-Potosí fue inaugurado el 1 de septiembre de 1931.
    Una experiencia inolvidable representaba el arribo del tren a la terminal, donde era notoria la emoción entre los que iban a esperar a la enorme locomotora con sus vagones.

    La espera se hacía interminable, sobre todo, para colegiales, universitarios y normalistas, oriundos de diferentes puntos del país, que esperaban ansiosamente las encomiendas de sus padres con alimentos. También eran parte de la recepción familias íntegras que acudían a recibir a sus seres queridos.
    Por el sector que colindaba con Q’arapunku, hoy el moderno barrio Judicial, aparecía de repente la serpenteante mole de hierro; entonces, los rostros se encendían y no había mano que dejara de agitar al viento los pañuelos, en señal de saludo… El tren, hoy en día, ocupa un lugar preferencial entre las añoranzas de los sucrenses de cepa.

    Barrio Santa Ana o La Recoleta
    Con certeza se puede afirmar que el barrio de Santa Ana o de La Recoleta es tan antiguo como la propia ciudad: su plazuela y las calles que la rodean albergan varias curiosidades históricas que el tradicionalista Felipe Medina refresca para ECOS.

    La Plaza de La Recoleta se inauguró un 23 de mayo de 1897. El rincón donde está emplazada la imagen de Francisco “Tata” Solano fue obra del mismo fraile franciscano que arribó a Sucre en 1585; él también fue quien mandó a empotrar las otras cruces, con el fin de proteger a los habitantes de La Plata de los malos espíritus y vecinos.

    El Convento de los Franciscanos es uno de los principales atractivos turísticos de los que se precia la Ciudad de los Cuatro Nombres; se fundó el 16 de septiembre de 1599. Allí fue fusilado el segundo presidente de la naciente república boliviana, el general Pedro Blanco.
    En este lugar también se albergó a los presos paraguayos durante el conflicto bélico de la Guerra del Chaco. Y por allí se encuentran calles con nombres singulares como: Gato Blanco, Gato Negro, Gato Pardo y la de Los Pendencieros, al margen de la fortaleza de atractivos turísticos tales como el Palacete del Guereo, el Mirador y la Plaza de La Recoleta. Allá funcionó el Museo de Niños Tanga Tanga.

    Entre sus dominios se instaló, hace un par de años, el Museo de Arte Indígena ASUR, con los tejidos —altamente cotizados— de la cultura Jalq’a y Yampara.
    Cómo olvidar el mercado zonal La Recobita de Santa Ana, pequeño centro de abasto que satisface la demanda alimentaria en la zona desde hace más de cien años…

    Barrio del Cementerio o 25 de Mayo
    Los últimos días de octubre y primeros de noviembre, el barrio del Cementerio o 25 de Mayo se convierte en el centro de concentración y movilización de miles de pobladores de Sucre, con motivo de la fiesta de Todos los Santos, por su proximidad al principal camposanto de la ciudad.
    “La construcción y portal del Cementerio General de Sucre, Monumento Nacional y Patrimonial data de finales del siglo XIX; su arquitectura, jardines y mausoleos privados e institucionales destacan por su belleza arquitectónica a nivel nacional”, afirma Medina.

    En el barrio hay innumerables negocios de fundición de lápidas. Frente a la necrópolis están las floristas, rodeadas de una variedad de adornos naturales, y un poco más allá una gran cantidad de expendedoras de comidas tradicionales, prestas a servir a los visitantes del camposanto una ranga, el típico mondongo, el siempre estimulante puchero o un asado de chancho al horno, sino los populares y exquisitos refrescos de moq’ochinchi, horchata de coco, chicha de quinua y maní.

    El dirigente vecinal del barrio 25 de Mayo, Luis Zeballos, recuerda que en esta zona vivieron tres vendedoras de chicha de maíz muy populares, conocidas hasta hoy por sus motes: “Lajra Bacinica”, “La Padileña” y la Chunchuna”.

    Otras vecinas del lugar fueron las señoras Julia y Angélica Flores, hijas de la famosa choricera “Siete Lunares”, cuya descendencia continúa dando prestigio a los tradicionales embutidos chuquisaqueños.

    “Estampas chuquisaqueñas”
    En los próximos días, el investigador Felipe Medina presentará oficialmente su libro “Estampas Chuquisaqueñas”, que contiene una buena parte de la historia de los barrios de Sucre, instituciones, vivencias de la gente joven y adulta, así como la práctica de costumbres y tradiciones y otras memorias cargadas de identidad.

    El autor recopiló información documental de centros especializados de Sucre, y, además, obtuvo datos de la memoria vivencial de pobladores sucrenses.

    Felipe Medina es comunicador social con experiencia en prensa, producción literaria y edición de textos. Lleva décadas trabajando en asuntos relacionados con el patrimonio cultural inmaterial, como expresiones rituales, calendarios festivos, fiestas patronales, litúrgicas y eventos folclóricos. Ha ocupado distintos cargos en instituciones públicas y privadas.

    Por sus obras y su trayectoria recibió varios reconocimientos. Se considera amante de Sucre y tiene la convicción de que es fundamental el respeto a la memoria y a las personas en cualquier trabajo de investigación y gestión cultural.

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