Terremotos: Somos vulnerables
Chuquisaca y Potosí son departamentos potencialmente susceptibles a sufrir algún terremoto por encontrarse dentro de zonas sísmicas y por ende sus poblaciones, con esta vulnerabilidad, se encuentran expuestas.

Chuquisaca y Potosí son departamentos potencialmente susceptibles a sufrir algún terremoto por encontrarse dentro de zonas sísmicas y por ende sus poblaciones, con esta vulnerabilidad, se encuentran expuestas. Falta planificación urbana, no existen edificaciones antisísmicas y se carece de políticas educativas integrales sobre gestión de riesgos.
Los fenómenos naturales generalmente llegan sin anunciarse y provocan grandes desastres. Así mismo ocurrió el 27 de marzo de 1948, cuando Sucre fue damnificada por un terremoto que afectó a edificaciones, felizmente, sin causar muertos.
Así también sucedió el 22 de mayo de 1998, cuando Aiquile fue devastada por el mayor terremoto registrado en Bolivia, con 6,8 grados en la escala de Richter y un saldo desolador: más de 50 muertos, numerosos heridos, 385 viviendas totalmente desplomadas, 312 parcialmente derrumbadas y 315 calificadas de alto riesgo.
Alertas
Desde hace casi tres años, la Sociedad de Estudios Urbanos de Sucre viene alertando a las autoridades y a la población en general sobre el riesgo de que acontezca un nuevo terremoto en la capital.
El representante de esa entidad, arquitecto Eduardo Gutiérrez, explica a ECOS que el municipio de Sucre no cuenta con un reglamento sismo-resistente; aunque de manera breve se hace alguna mención en el reglamento para edificaciones en altura, no existe una norma para construcciones de menor elevación.
Por ese motivo, la aprobación de proyectos en las áreas de expansión urbana está sujeta al criterio del técnico de turno.
A esto se agrega la falta de aprobación de planos de urbanización, que en su momento provocó la generación y promulgación de la Ley 247, pero, hasta ahora, no hay un resultado alentador.
Por otra parte, ninguna edificación pública o privada cuenta con la señalética necesaria para las áreas seguras, así como ocurre en otros países. “Creo que falta mucho de ese tipo de detalles en esta ciudad patrimonial”, dice el experto.
Según Gutiérrez, debido a la inadecuada planificación urbana, hay una aglomeración poblacional en determinados sectores y con edificaciones fuera de norma. En el caso de Potosí, de acuerdo con palabras del presidente del Colegio de Arquitectos de este departamento, Waldo Cruz, al parecer las instituciones responsables no realizaron ningún estudio sobre este tema. ECOS procuró entrevistar a los responsables de la Carrera de Geología de la Universidad Autónoma Tomás Frías, pero no tuvo éxito.
Sin embargo, Gutiérrez afirma que la situación de Potosí es muy parecida a la de Sucre debido a la falta de una buena planificación urbana, la ausencia de políticas educativas integrales sobre la gestión de riesgos y la inexistencia de edificaciones antisísmicas.
Investigación
Una investigación realizada por la Sociedad de Estudios Urbanos de Sucre revela que Bolivia tiene siete zonas de riesgo moderado: La primera ha sido ubicada en el norte de la ciudad de La Paz, donde los eventos de este tipo pueden presentarse cada cien años con una magnitud mayor a 8 grados en la escala de Richter y una profundidad de 700 kilómetros.
La segunda zona de riesgo se encuentra en el mismo departamento, específicamente en la zona de Consata Mapiri. En este lugar los sismos son frecuentes, pero se presentan en una magnitud menor a 3 y 4 grados en la escala de Richter. “La energía se libera lentamente, por lo tanto nunca habrá un terremoto fuerte”, explica Gutiérrez.
En Postrer Valle, departamento de Santa Cruz, se localiza la tercera zona con riesgo moderado, donde al menos dos veces al año se pueden sentir sismos de magnitud menores a los 4 grados Richter.
Buena Vista y Yapacaní constituyen la cuarta zona de riesgo y allí se presentan sismos menores a 5 grados, cada cinco años.
La quinta zona está en Yacuiba, donde existe una falla geológica en la que cada 300 años se calcula que puede haber un sismo menor a 8 grados en la escala de Richter.
La sexta zona de riesgo entre moderado a alto se encuentra ubicada en la frontera de Bolivia con Chile, en los departamentos de Potosí y Oruro, específicamente en Sur Lípez y el Salar de Coipasa.
En este sector, los sismos pueden producirse cada año con una magnitud mayor a los 5 grados Richter y una intensidad máxima del séptimo grado en la escala de Mercalli.
La séptima zona donde existe una falla geológica y riesgo sísmico es Aiquile y Totora, en Cochabamba. Esta falla tiene varias ramificaciones e incluso llega hasta el departamento de Potosí.
“Hay varios terremotos históricos sobre la falla de Aiquile, la gente que vive en esa zona no está libre de volver a pasar otro sismo en esa zona porque la falla está activa”, advierte Gutiérrez.
Tres fallas identificadas
De las tres fallas identificadas en Bolivia, una está en la región de Mandeyapecua, con una extensión de más de 400 kilómetros. Pasa por Santa Cruz y Camiri y, de producirse temblores de gran magnitud, estos pueden afectar a Chuquisaca, Tarija y Potosí.
Otra se encuentra en El Alto y hace 13.000 años ocasionó un temblor, mientras que la tercera está en Aiquile, cerca del río Mizque, y en 1998 provocó un sismo de 6,8 grados en la escala de Richter. Esta falla pasa por Tarabuco y por el oeste de Sucre.
Según la explicación del arquitecto Gutiérrez, hay nuevas áreas de estudio situadas en las cercanías de Yacuiba (Tarija), en la población de Jorochito (Santa Cruz), en el espacio entre Consata y Mapiri (norte de La Paz), cerca de Sipe Sipe (Cochabamba), en algunas zonas rurales sucrenses (Chuquisaca) y en la provincia Sud Chichas (Potosí).
En Chuquisaca
Tomando en cuenta la famosa escala de Richter, en los municipios de Mojocoya, Zudáñez, Tarabuco, Presto y Hernando Siles, del departamento de Chuquisaca, existió actividad sísmica de diferente magnitud que oscila entre 4,1 y 6 grados; la más fuerte se sintió en Sucre, en 1948.
La escala modificada de Mercalli muestra una intensidad del I al XII y se utiliza en función a los efectos y daños causados a las distintas estructuras. Así, en Chuquisaca, se registró un grado III en Tarabuco; grado IV en Presto; grado VII en Tarabuco, Zudáñez y Muyupampa, y grado VIII en Sucre (1948).
Contexto geográfico
En los municipios de Mojocoya, Zudáñez, Tarabuco, Presto y Hernando Siles existen fallas geológicas. “Si hasta ahora se han mantenido estables, no significa que no puedan activarse y causar terremotos de diferente magnitud”, dice Gutiérrez.
Expertos sismólogos han mencionado en diferentes artículos que existe tensión en la falla de Mandeyapecua, que puede generar un terremoto mayor a 8,5 grados en la escala de Richter. Se encuentra precisamente en una placa, a 600 kilómetros de profundidad, en el municipio de Macharetí.
Áreas de riesgo
Son espacios territoriales donde están prohibidas las edificaciones debido a riesgos naturales como: fallas geológicas del suelo, pendientes excesivas, exposición de derrumbes e inundaciones.
Las áreas de riesgo en Sucre se representan en la cuenca del Río Chico del Distrito 7 y en una parte del Distrito 5, cerca de los cerros Sica Sica y Churuquella.
También hay riesgo permanente de deslizamiento en las laderas de los cerros por ocupación ilegal y por uso de suelos no compatibles, debido a la pendiente excesiva, por ejemplo en los barrios Santo Domingo, en la calle España, Alto Aranjuez, la Urbanización Loyola y Alto Florida.
Otra zona de alta sismicidad se prolonga desde Aiquile, está asociada a fallas que cruzan la ciudad y producen asentamientos de plataforma de vías y remoción de masas. Para esta amenaza no existen reglas de previsión en las construcciones.
Áreas de vulnerabilidad
Siempre está latente el riesgo de que ocurran inundaciones por fenómenos hidrometeorológicos en ciertas zonas bajas de la ciudad de Sucre como Alto Aranjuez, El Tejar, La Florida, La Glorieta, Quirpinchaca, Mercado Campesino y San Juanillo.
Otra situación de riesgo se presenta en la construcción de viviendas sobre poteos y los problemas de inundación que se producen, por ejemplo en Villa Charcas, por la vertiente del cerro.
Otras zonas
Se las identifica como pequeñas fallas geológicas de reajuste tectónico que responden a otros movimientos mayores de la Cordillera Oriental. Las áreas afectadas por las fallas geológicas son las que se encuentran aledañas a los cerros Sica Sica y Churuquella.
Otras zonas no aptas para el uso urbano son las conformadas por suelos pobremente consolidados y susceptibles a asentamientos, incluyendo áreas de alto riego y vulnerabilidad por taludes, por ejemplo: La de La Calancha y La Hoyada, a la altura de la parada de vehículos que parten rumbo a Potosí; la ladera sur que conecta al cementerio con el barrio El Tejar; la Urbanización Loyola, Bajo Villa Charcas, Bajo San Antonio, final Camargo y la avenida Marcelo Quiroga Santa Cruz.
EDUCACIÓN: UNA CLAVE
La infraestructura educativa urbana, en Sucre, presenta en la actualidad un mejor estado de comodidad y dotación.
Según datos extractados de la Dirección Distrital de Educación, durante la gestión escolar 2007 funcionaron 110 unidades educativas fiscales, la mayor parte ubicadas en el Distrito 1, donde funcionan 45 recintos de nivel inicial, primaria y secundaria (41 % de total).
En muchas de estas infraestructuras se realizaron trabajos de mantenimiento y refacción, emergentes a sus propias condiciones de construcción así como a su localización y ubicación. Estas características denotan una alta concentración en el Distrito 1 y escasa presencia en los distritos 3, 4 y 5 y en los rurales.
Por su lado, la mayor parte de los establecimientos educativos privados (9 de cada 10) se ubican en la zona central (Distrito 1).
CONCIENTIZACIÓN
La falta de medidas preventivas es otro factor básico en el que hay que incidir de manera anticipada, pues, de acuerdo con dicho informe, el 95 por ciento de la comunidad sucrense no está preparada para encarar terremotos.
En establecimientos educativos de enseñanza básica, intermedia, media y superior, solo se implementa este factor en un 5 %, al igual que dentro del nivel familiar.
De ellos, solo un 20 % tomó conciencia de este factor; hasta la fecha no se solicitó asesoramiento para prevenir desastres. “Es imprescindible realizar gestiones para preparar un plan de prevención”, alerta Gutiérrez.
¿Qué hacer?
Antes
Desarrollar un plan de protección, seguridad y evacuación.
Tener conocimiento básico sobre primeros auxilios y un botiquín de emergencia.
Asegurar elementos altos (estanterías, libreros o roperos), evitando tener objetos que puedan caer ante un movimiento.
Conocer la ubicación de llaves de gas, agua, fusibles de electricidad.
Eliminar obstáculos de las rutas de evacuación.
Ubicar y señalizar las zonas de seguridad y las rutas de evacuación.
Cuando los alumnos se encuentren en las aulas, mantener las puertas abiertas para facilitar la evacuación.
Realizar simulacros de evacuación para casos de terremotos, con el fin de instruir a las personas sobre las medidas a tomar y determinar si el plan de emergencia es efectivo.
Durante
Se debe conservar la serenidad y evitar el pánico o la histeria colectiva.
Ubicarse en lugares seguros previamente establecidos o refugiarse debajo de las mesas, pupitres o escritorios alejados de las ventanas u objetos que puedan caer.
Colocarse en el piso con las rodillas juntas y la espalda hacia las ventanas.
Sujetar ambas manos fuertemente detrás de la cabeza, cubriéndose con ellas el cuello.
Esconder el rostro entre los brazos para proteger la cabeza y cerrar fuertemente los ojos.
Si es necesario, evacuar el lugar utilizando las escaleras y no ascensores.
Permanecer lejos de edificios, cables de tendido eléctrico y ventanas.
Si se está en un vehículo o autobús, el conductor debe reducir la velocidad y detenerse en un lugar seguro. Las personas deben mantenerse en sus asientos hasta que todo vuelva a la normalidad.
Después
Observar si alguien está herido y practicar primeros auxilios.
Dirigirse a las zonas de protección ya establecidas, sin perder la calma y sin alejarse del grupo.
No tocar cables de energía eléctrica que cayeron.
Cerrar las llaves de gas para evitar cualquier fuga y no usarlo de nuevo hasta que se haya realizado una inspección adecuada.
Controlar el flujo de agua y no utilizarla de nuevo hasta revisar las alcantarillas.
Cerrar los circuitos de energía eléctrica para evitar accidentes por contacto con alambres caídos o un posible incendio.
No regresar a las áreas dañadas sin previa autorización.
Utilizar el teléfono solo para llamadas urgentes.
Sintonizar la radio para conocer las medidas de emergencia adoptadas.