Cráneos bajo los pies
Los potosinos parecen tener asumida la idea de caminar sobre fosas comunes donde hay restos de personas que nadie sabe cuándo ni en qué circunstancias acabaron enterradas.
Los potosinos parecen tener asumida la idea de caminar sobre fosas comunes donde hay restos de personas que nadie sabe cuándo ni en qué circunstancias acabaron enterradas. Una mujer irrumpe entre los obreros y se detiene al borde de uno de los seis huecos de un metro de profundidad cavados en la tierra. Inclina la cabeza. Musita una oración. Por último, se persigna. Han pasado cuatro días de un hallazgo impresionante: centenares de huesos aparecieron debajo de la plaza 6 de Agosto y esto, sin embargo, no llama la atención en una ciudad acostumbrada a que le piquen el suelo y de allí broten cráneos, mandíbulas, fémures o metacarpos.
Al frente, la misma empresa constructora refaccionaba los patios del colegio Pichincha en 2009 cuando, entre la tierra, se dio con unos huesos duros de roer. En 2004, ocurrió algo similar en la Catedral. El año pasado, en el colegio Antofagasta, donde se construye el kindergarten Minero. No, no es exagerado decir que los potosinos aceptan sin mayor sorpresa la noticia internacional de que en el subsuelo de un céntrico lugar, en la plaza 6 de Agosto, aparecieron piezas óseas de seres humanos.
En el Pichincha, me dice el ingeniero Yamil Vela, representante de Velca y Asociados (empresa encargada de la obra en la plaza), “hemos trasladado los huesos a otra fosa, porque justamente por ahí era la construcción”. ¿Entonces desde aquel año, como en todos los siglos precedentes, continúan enterrados en ese establecimiento educativo?, le pregunto. Su respuesta llega con naturalidad: “Sí”. Luego, recuerda que era “casi la misma cantidad (de piezas); se contrató un arqueólogo esa vez y nos han dicho que hay que volver a enterrar en otro lugar”.
“En la Catedral, por ejemplo, los restos que se han encontrado están guardados en un depósito”, agrega el supervisor de la obra por parte de la Alcaldía, arquitecto Gustavo Pareja Flores. La 6 de Agosto o Plaza Menor, llamada también Plaza de la Fruta, según ilustrará después a ECOS el historiador Wálter Zavala, está situada exactamente al frente del colegio Pichincha y del teatro “Modesto Omiste Tinajeros”.
Solo en el colegio Antofagasta, de acuerdo con una información de El Potosí publicada en marzo pasado, se hallaron 100 cráneos, 21 clavículas, 127 costillas, 89 cúbitos, 630 fémures, 351 húmeros, 77 maxilares y siete sacros, entre otros, haciendo un total de 6.428 piezas. Algunos cráneos presentan trepanación, una perforación cuadrangular en el hueso frontal y parte occipital, de gente adulta, lo que mostraría la pluralidad de grupos culturales del Potosí histórico.→
→Lo anterior se puede leer en un informe final que resume el trabajo de la arqueóloga Vanessa Jiménez, el arqueólogo encargado del análisis de laboratorio, Delfor Ulloa, y los auxiliares Roger Cossio y Elizabeth Arratia.
El esqueleto humano adulto está constituido por al menos 206 huesos; los niños tienen más. Pero, a juzgar por la percepción inicial del arqueólogo Hernán Soliz, quien en representación del Ministerio de Culturas visitó Potosí tres días después del hallazgo, los huesos de la plaza 6 de Agosto corresponderían a personas mayores. Descontando las grandes posibilidades de aprovechamiento turístico, humanamente hablando, ojalá fuesen menos las piezas encontradas…
Aún conmovido con la situación, más el permanente transitar de los obreros por las excavaciones repletas de gente desmembrada, procuro confirmar si este tipo de descubrimientos se ha vuelto normal para los potosinos y el supervisor Pareja ratifica con otro concluyente “sí”.
El hallazgo
Tarde del martes 9 de junio de 2015 en Potosí. Los obreros de la empresa Velca y Asociados trabajan como todos los días en la reconversión y recuperación del pasaje de las adyacentes plazas 6 de Agosto y Alonzo de Ibáñez, al frente de la Plaza Mayor, la 10 de Noviembre. En la primera deben reponer la antigua arquería y, entre otras recreaciones de la original, colocar en su sitio —o sea la cumbre del obelisco— al abatido “Soldado de la Libertad”.
Alguien emite la alerta y los demás se concentran a su alrededor para constatar si lo que dice —el hallazgo— es verdad. No hay manera de negarlo. No fue necesario cavar demasiado: los huesos aparecen desde unos veinte centímetros del ras del suelo y hasta una profundidad aproximada al metro. Impresiona ver los cráneos en fila y el resto de la osamenta apilada, como si hubiera sido ordenada con prolijidad.
Tres días después llega a Potosí el arqueólogo Hernán Soliz, en representación del Ministerio de Culturas. “Él ha dicho que hay que contratar sí o sí a un arqueólogo para que realice el estudio correspondiente”, me informa Pareja, quien no olvida mencionar que el delegado gubernamental también recomendó tomar medidas de seguridad, como guardar los restos óseos. El especialista en conservación patrimonial, Orlando Mizzau, presente en nuestra visita al lugar, dice que esa recolección debe hacerse en cajas.
Irónicamente Potosí, una ciudad patrimonial, carece de arqueólogos, según un comentario de Pareja. Al respecto, el director de Patrimonio Histórico del Gobierno Municipal de Potosí, arquitecto Marvin Torrejón, aclara que ya está en curso la licitación para contratar un profesional de la Arqueología.
La superficie total de la plaza 6 de Agosto, característica desde sus inicios por una arquería compuesta por 44 arcos, es de 1.904 metros cuadrados, pero los huesos estarían en un área de 18 metros de largo por aproximadamente cuatro de ancho. Cada centímetro celosamente vigilado por un republicano obelisco, según precisa Zavala, del año 1851, obra del arquitecto José María Trigo en cumplimiento de un mandato del presidente Manuel Isidoro Belzu. En la cima del obelisco supo descansar el Soldado de la Libertad.
La tarde del sábado 13, no hay excavaciones. Han sido paralizadas al menos en el sector donde aparecieron los restos óseos, en algunos casos, incluyendo cabellos humanos. Todos
concentrados en otros sitios: un par de obreros se entienden como nadie con las molduras para las futuras jardineras; quieren darles textura, por eso uno de ellos descarga su fuerza contra unas enormes piedras, turnándose con martillos de diferente tamaño.
Han pasado cuatro días del hallazgo, uno de la corta estadía del enviado Soliz en Potosí y los restos continúan diseminados por los contornos de los hoyos que cavaron los obreros de Velca. El martes siguiente ECOS se contacta vía telefónica con el Director de Patrimonio, que asegura que los huesos serían recolectados en el transcurso de las próximas horas, hasta el miércoles, cuando fue cerrada la presente edición.
Las hipótesis
En entrevistas separadas, el exdirector del Plan de Rehabilitación de Áreas Históricas de Potosí (PRAHP), arquitecto Luis Prado, y el historiador Wálter Zavala coinciden en la hipótesis de que los huesos descubiertos en el subsuelo de la plaza 6 de Agosto corresponden a los enterramientos de la iglesia de Nuestra Señora de la Misericordia, cuya construcción en el pasado se situaba exactamente en el lugar del hallazgo.
“La existencia de esta iglesia en el siglo XVIII se puede constatar en el magnífico cuadro sobre Potosí de Miguel Gaspar Berrio, fechado el 24 de septiembre de 1757, cuyo original se encuentra en el Museo Charcas de la ciudad de Sucre”, dice Prado, que al igual que Zavala recuerda que en el periodo colonial no existía el concepto de “Cementerio General”, tal como lo entendemos hoy: los cementerios se ubicaban en las iglesias, conventos y parroquias, donde se enterraba a los vecinos de la zona.
A continuación, Prado detalla: “En el caso de las iglesias del centro, que correspondía al asentamiento de los españoles, se enterraban los ciudadanos y personalidades de la ciudad, según la zona de residencia o cofradía a la que pertenecían, con una serie de distinciones. Las personalidades más importantes o los sacerdotes de la orden eran enterrados en el presbiterio, que es el espacio donde se encuentra el altar y de donde el sacerdote celebra la misa, por ser el sector más sagrado del templo.
En las iglesias más importantes, debajo del presbiterio se construía una cripta donde se depositaban los cadáveres, como en el caso de las iglesias de La Merced, San Francisco, San Agustín y otras de Potosí. Los enterramientos menos importantes se realizaban en la nave del templo y, finalmente, en el atrio. Por esto, el subsuelo de las templos de toda la ciudad albergan los enterramientos de los ciudadanos de la Villa Imperial”.
Pero Zavala tiene, además, otras hipótesis que enredan la madeja: “Esos restos corresponden al cementerio del templo de Nuestra Señora de la Misericordia (a la sazón, demolido para formar con sus piedras barricadas), porque allí se enterraban familias de españoles. Pero también, el 6 de agosto de 1811 hubo en Potosí la matanza de más de 100 porteños, muertos a garrote por la población potosina cansada de los abusos a los que habían sido sometidos con la llegada del primer Ejército Auxiliar argentino”.
A propósito (o no, depende del resultado de los estudios científicos), uno de los cráneos evidencia una muerte violenta por una herida cortante (ver foto de arriba). Por lo pronto, el supervisor Gustavo Pareja dice que de acuerdo con el punto de vista del arqueólogo Hernán Soliz, se trata de “una fosa común donde se podría identificar restos óseos de personas de distintas clases sociales: podría haber mujeres, o podría haber negros… lo que sí dice (Soliz) es que no encontró cráneos ni indicios de que hubiera niños”.
Siguiendo la línea planteada por el historiador Zavala, en 1811 la población se rebeló contra los porteños que, según su palabra, violaban mujeres, cometían asesinatos y robaban la platería de las familias. Y fueron dejados sus restos en la calle; de hecho, los sacerdotes a cargo del cuidado del templo los trasladaban al cementerio de Nuestra Señora de la Misericordia. “Ahí (en la plaza 6 de Agosto) está el resultado: son restos no solamente de españoles, también de porteños”.
Por otro lado, Zavala cita que, de acuerdo con legajos históricos, el 15 de diciembre de 1810 fueron fusilados en la Plaza Mayor de Potosí —actual 10 de Noviembre— tres personalidades importantes de los realistas: El presidente de la Audiencia de Charcas, Vicente Nieto; el gobernador de Potosí, Francisco de Paula Sanz, y el general José Córdoba, del Ejército Realista. Los restos del primero fueron trasladados a Nuestra Señora de la Misericordia, del segundo a Santa Teresa y del tercero a Santa Mónica. Los tres, fusilados por órdenes de Juan José Castelli, jefe del Ejército Auxiliar argentino”.
Finalmente, se pregunta dónde estarán las joyas que llevaba Nieto al momento de su detención: “¿seguirán ahí o los que han hecho la excavación han encontrado joyas?”.
Las catacumbas
En uno de los puntos de la plaza 6 de Agosto, exactamente debajo de una caseta donde hasta hace no mucho se vendían golosinas, los obreros han dado con un “hueco” que, según Vela, podría ser parte de una catacumba. Desde siempre los habitantes de Potosí y de Sucre hemos escuchado que ciudades coloniales como las nuestras tienen túneles que conectarían bajo tierra a iglesias, conventos y probablemente también colegios. Pero, ¿cuánto de cierto hay en esto?
Pareja deja abierta esa posibilidad, aunque “en el sector donde hemos estado, que es nomás considerable, no hemos encontrado nada”. El Gobierno municipal está lanzando una licitación para desarrollar una consultoría que se encargue de un “proceso de rehabilitación y rescate de todo el tema de catacumbas”, complementa.
Por lo pronto, añade el representante municipal, “en (la iglesia) San Francisco hay acceso para los turistas, para que puedan visitar; yo supongo que es parte de las catacumbas. Lo que se sabe es que hay conexión entre todas las iglesias, particularmente del centro”.
El historiador Zavala define las catacumbas como “pasadizos, túneles; en realidad se llamaban ‘enterratorios’”.
Un vocablo parecido, “enterramiento”, utilizará más tarde el Director de Patrimonio Histórico.
Según Zavala, hay una “estrecha relación” entre los huesos de la plaza y las catacumbas, “es parte de lo mismo… son enterratorios que se comunican y se comunicaban antes de ahora entre los distintos conventos… Por ejemplo, el templo de Nuestra Señora de la Misericordia comunicábase con el de Nuestra Señora de Belén, al frente, lo que es actualmente el teatro Omiste. De ahí pasaba hasta San Agustín. De San Agustín hasta Santa Teresa. De Santa Teresa la comunicación era con Santo Domingo. Santo Domingo se comunicaba con San Francisco. Y así sucesivamente”.
Pero, insisto, ¿hay pruebas de todo esto? Zavala contesta: “En realidad hay planos que se han dibujado en el periodo de la Colonia, y eso fácilmente se encuentra en la Casa de Moneda y, más aún, en el Archivo Nacional de Bolivia”.
Sugerencias de expertos
El patrimonialista argentino Orlando Mizzau, luego de inspeccionar el área donde cientos de restos óseos se mantenían intactos por obra y gracia del clima seco de Potosí, sugiere “una gran inversión en un centro de interpretación subterránea”. En su criterio, “sería una lástima que se vuelva a tapar”.
En concreto, Mizzau recomienda explotar turísticamente el descubrimiento con la construcción de un templete arqueológico, en el mismo sitio pero bajo tierra: esto, a su juicio, podría constituirse en un atractivo tan importante como la Casa Nacional de Moneda. Pone de ejemplo otros centros subterráneos en el mundo, sin ir tan lejos uno en Córdoba, en la República Argentina.
Pero yendo incluso más allá, luego de conocerse los resultados de la consultoría que promueve el Gobierno municipal, ese templete podría conectarse con las catacumbas, de las que se aguarda mayor evidencia científica.
Mizzau aconseja conformar un equipo multidisciplinario de especialistas que sugieran cómo proceder en este caso y, además, como relacionista social y habitual trabajador de la sociología ciudadana, realizar sondeos de opinión para que la población se exprese y tenga la oportunidad de expresarse. “Eso da fuerza y apoyo a las decisiones que después asumen los representantes del pueblo, los políticos”, me dice él.
Por su parte, el exdirector del PRAHP, Luis Prado Ríos, considera que “lo primero y más urgente a realizar es la contratación de un arqueólogo, que encare un estudio científico a fin de determinar las características particulares de estos enterramiento y las diversas etapas de los mismos, ya que cada caso tiene particularidades muy especiales que nos brindan información sumamente valiosa y que no podemos dejar pasar, peor aún perder”. Hasta el miércoles, Prado creía que se estaba a tiempo de encarar estos estudios, a su juicio, imprescindibles.
“A la luz de estos estudios y sus particularidades, se podrá planificar su posible exhibición bajo diversas modalidades, según ameriten los aspectos más relevantes y siempre con el respeto correspondiente”, concluye el exdirector del PRAHP.
Zavala: “No es algo extraño”
“Parecería algo extraño el hallazgo de esos restos de calaveras, huesos, etc., cuando ya se ha descubierto ese tipo de restos en años pasados, con la restauración de distintos templos. Es el caso de La Merced y de Santo Domingo; ya se han encontrado y se tiene osarios de esos hallazgos.
Con relación a la plaza 6 de Agosto, en la época de la Colonia, allí donde se encuentra el obelisco estaba la iglesia Nuestra Señora de la Misericordia, que era un templo importante, una parroquia española que tenía su propio cementerio; o sea, un atrio bastante amplio que servía de cementerio. No olvidemos que cada una de las parroquias, sean estas españolas o indígenas, tenían su propio cementerio.
Antes no había un Cementerio General, no había uno solo: cada parroquia tenía su cementerio. En este caso, el templo de Nuestra Señora de la Misericordia tenía su propio cementerio, al igual que nuestra Señora de Belén al lado del colegio Pichincha”, opina el historiador potosino Wálter Zavala.