Loren y Ada juntas por Santa Ana
Una boliviana de Cochabamba y una italiana de Cremona. Estuvieron juntas en Santa Cruz más de 30 años hasta que Ada fue enviada a Sucre; Loren siguió sus pasos y, a partir de ese momento, no se separaron nunca más.
Una boliviana de Cochabamba y una italiana de Cremona. Estuvieron juntas en Santa Cruz más de 30 años hasta que Ada fue enviada a Sucre; Loren siguió sus pasos y, a partir de ese momento, no se separaron nunca más. Ada tiene 98 años y Loren, 101. Sus exalumnas en el Colegio Santa Ana las recuerdan con especial cariño.
“Siempre bien” se llevó la ‘Madre Adita’ —como la llamaban sus alumnas— con Lorenzina Rojas, la ‘Madre Loren’ para sus antiguas educandas. Las visitamos al final de una mañana de sol, radiante como los rostros de las dos monjas más queridas de este tradicional colegio de señoritas que cumplió 133 años y que en 2016 tendrá a su primera promoción mixta.
Ada y Loren son dos religiosas que parecen una sola; se entienden, se complementan...
Dos que parecen una
“Tantos años hemos estado juntas y el rato menos pensado, llega ella aquí también”, se ríe Adita, a la que el diminutivo le cabe como anillo al dedo por su dulzura. Su nombre completo es Ada Mezzadri Tonna y en 2013 le celebraron las Bodas de Diamante, 75 años de religiosidad. “He ido cuatro veces a Italia nada más, pero, ¡qué año habrá sido la última vez…! ¡Hace tanto tiempo!”.
Sonríe, enseña un semblante feliz. Oye muy poco y su voz se apaga tan pronto le nace del pecho. En una tierna mezcla de italiano y español, cuenta pausadamente que llegó a Bolivia antes de 1920. En ella destacan sus ojos celestes y su transparente delgadez.
¿Por qué se vino a América? “Es que nuestras hermanas…”, se detiene para tomar aire, un momento que aprovecha la Madre Loren para ayudarla: “la vocación, por la vocación las hermanas cambian de lugar”.
Lorenzina Rojas, cochabambina, 101 años, hace 35 que está en Sucre. Tiene una mirada vivaz, escucha con un mínimo de dificultad y por eso responde con fluidez. Más de una centuria a cuestas y no ha perdido la agilidad que la caracterizó desde su juventud, desde cuando enseñaba a las niñas del Santa Ana.
—¿Siempre ha enseñado Literatura?
—No —corrige ella— también Lenguaje. —Da por sobreentendido que, además, Religión.
La Madre Loren ha sobrepasado los 80 años de vida religiosa y, como Ada, fue alumna de un colegio administrado por las Hijas de Santa Ana. Aunque en su caso, antes pasó por el Colegio Irlandés, de la ciudad de Cochabamba.
Quiero saber de sus primeros años de monja y su respuesta suena natural, como una obviedad:
“Era joven, las otras hermanas éramos casi todas de la misma edad así que he llevado una vida feliz”.
—¿Cómo se siente ahora? —pregunta para Ada.
—Estoy bien —contesta en tono de resignación, aunque sin perder su llamativo rostro de tranquilidad— ¡98 años tengo!
La Madre Superiora, Sor María Fernanda Cabrera, cruceña, cinco años en Sucre, confirma que, para su edad, ambas se encuentran muy bien.
De Ada, recuerda que hace reír a las demás hermanas con sus anécdotas. Ahora mismo intenta que nos cuente una y, después de mucho exprimir su memoria, lo logra:
—Madre, cuéntale cuando les enseñabas la oración del Niño Jesús de Praga, ¿qué decían ellos?
Ada lo piensa bien, esforzándose, hasta recordar:
—¡Ah!, al Niño Jesús de Praga ellos decían “Niño Jesús que tragas” —ríe con la amplitud de sus finos labios—. ¡Creían que estaban tragando el Niño Jesús! —vuelve a reír en complicidad con nosotros, antes de suspirar largo, la Madre Adita—. ¡Ahhhh!
La edad no pasa en vano. Están bien, pero se las nota agotadas: han andado mucho trecho en la vida...
Ada arribó en el grupo de las primeras monjas italianas para Santa Ana. Lo cuenta la Madre Superiora, que con extremado cariño le pide que recuerde para nosotros cómo fue que llegó a estas tierras.
—¿Cuántas vinieron con usted?
—Cinco.
Dice que era profesora de primer curso en la primaria; “he hecho varios años”. Después, la Superiora intenta que relate otra anécdota, de esas que animan a sus hermanas.
—Cuando enseñabas el Credo, ¡cuéntales lo que decían las niñas!
Pero ahora, Ada no se acuerda. Por Sor María Fernanda nos enteramos del Credo, cuando las niñas en Santa Cruz decían “…y vendrá a ‘jugar’ a los vivos y a los muertos”.
Sor Loren también tiene sus anécdotas. Típicas, de colegialas...
—Curiosas, preguntaban un montón de cosas. “¿Cómo se ha hecho monja?”, me decían. “Pero no es así nomás”, les decía yo, “hay que tener vocación”. “¿Y qué es pues la vocación”, me preguntaban.
Ella lo decidió en el colegio. A la pregunta de por qué se había hecho monja, respondía: “Porque he querido”. Entonces llegaba la repregunta: “Pero cómo, ¿hay que querer?”. Y ella les decía: “Claro, una siente el deseo de cambiar de vida”.
Sobre sus alumnas, la Madre Loren recuerda que “siempre vienen, continuamente vienen a visitar, muy buenas son… hay cosas que no se pueden olvidar”. Tal cual, hay cosas que no se pueden olvidar...
Para ella, Ada es su “compañerita”. Ni bien lo dice, como probablemente lo hagan hace decenas de años, se toman de las manos para no soltarse más hasta el final de la entrevista.
Vocaciones: “Hay muchas voces que distraen”
Sor María Fernanda Cabrera, cruceña, hace cinco años que es la Madre Superiora del Santa Ana en Sucre y en todo este tiempo solo siete chicas han dado ciertas pistas de que pudieran ser religiosas. Pero ella, no tiene muchas esperanzas: “Hasta el momento que terminen el bachillerato, ¿será que mantendrán eso en el corazón?”.
Este es su diagnóstico de la realidad de las vocaciones: “Antes había muchas más... hay tanta cosa en los mismos hogares… Antes, por ejemplo, yo recuerdo que íbamos a las eucaristías con los papás, el domingo para mí era un día de fiesta; me lo decían, yo no sabía. Iba con mis padres a la misa con mis hermanos y entonces eso marca, ¿no?, ver a tu papá rezando, ver a tu papá que no falta a la eucaristía, ver eso te lleva a pensar en un Dios Padre… te motiva. Yo pienso que ahora hay menos vocaciones, hay muchas otras voces. En aquel tiempo no había tantas voces para distraerme de aquello”.
En su criterio, “las chicas no tienen ni tiempo, creo, de escuchar la voz siquiera de sus padre… El Señor sigue llamando; ahora, lo importante es propiciar espacios a nivel personal”.
Madre Loren: La Madre “Loren”, nuestra maestra de Religión, llegó a nuestros corazones y cambió nuestra manera de “mirar” el mundo. A través de historias, en cada clase nos enseñaba el valor de la solidaridad, del amor, de la aceptación a los demás y, sobre todo, a Dios.
Todas salíamos de su clase con ganas de hacer labor social, de demostrar cortesía y educación, aun con los desconocidos.
Nuestro texto de Religión eran las canciones y las historias de fe de los niños santos a través de sus relatos... Muchas quisimos en algún momento seguir sus pasos de religiosa. Sabias enseñanzas que todavía guían nuestras vidas.
Y la biblioteca... ¿quién no había pasado tardes enteras entre sus paredes bajo la atenta mirada y guía de nuestra Loren...?
¡Cuántas veces acudimos a ella por un consejo o una palabra de aliento... que hoy todavía queremos!
Madre Adita: El miedo a la escuela se esfumaba cuando conocíamos a nuestra maestra de primero, Sor Ada Mezzadri, nuestra querida “Adita”. Con su figura delgada y su sonrisa amable, evocaba en cada una a nuestra mamá, a nuestra familia y la seguridad de sus brazos nos daba la bienvenida cada día.
Llena de dulzura, paciencia y alegría, nunca la escuchábamos levantar la voz. Nos enseñó a leer y a escribir de una manera impecable. Dedicada a sus pollitos, nos resguardaba de las “grandes”, en nuestro pequeño patio, y alejadas del ruido de las demás disfrutábamos de juegos junto a ella.
Maestra de muchas generaciones; todo un mundo de imborrables memorias y enseñanzas eternas... Gracias, Adita, por marcar la vida de cada una.
FIRMA: Lilian Mónica Taboada, profesora y exalumna del Santa Ana
Mi ingreso al colegio lo hice gracias a un programa denominado “Becas Children” del colegio, en el que tenías unos padrinos en el extranjero que se hacían cargo de un porcentaje de la mensualidad; además, nosotras, las beneficiadas con esa beca, redactábamos cartas en diferentes ocasiones para agradecer e informar nuestro avance en el colegio.
Mi primera maestra en el colegio fue Sor Ana Blanca; con ella comencé mi paso por el colegio cuando aún el curso estaba aislado del resto del colegio, en el primer patio. Ahí forjaron los primeros años con mucho entusiasmo y dedicación. ¡Cómo no recordar a algunas compañeras que con lágrimas en los ojos se quedaban en el colegio y yo, que en alguna ocasión también tuve anécdotas realmente inolvidables!
Conforme fueron pasando los años fui formando amistades que son para toda la vida. ¡Cómo no recordar a la tan querida “Mamá Loren”, que desde los pasillos nos gritaba “chiquitas, a su curso”, o en otras ocasiones nos decía “en la biblioteca se está en silencio, no se viene a charlar”.
El paso por secundaria para mí fue y aún sigue siendo una experiencia que muchas veces quisiera volver a vivir, porque compartí y formé muchas amistades que no se olvidan; también los consejos y regaños de maestros que en algunas ocasiones me llamaron la atención por cosas que en ese momento me parecían injustificadas, pero que ahora que yo ya tengo un hijo que está empezando su vida escolar me doy cuenta cuán importantes fueron esas llamadas de atención.
Recuerdo con mucho cariño los paseos y convivencias. Durante los 12 años que estuve en el colegio yo siempre fui una alumna regular, pero gracias al esfuerzo de mis padres y el apoyo de mis maestros es que pude conseguir una excelente base para poder forjar mi futuro profesional.
FIRMA: Ximena Palacios Echalar, exalumna del Santa Ana (promoción “CORAGGIO AVANTI 1999”)
Tengo recuerdos que vienen a mi mente y a mi corazón, momentos especiales que reflejan la personalidad de quienes tuvimos la suerte de recibir una formación sólida, basada en valores morales que aprovechamos en las hermosas charlas motivacionales de la Madre Loren, Deli Dorado y la profesora Norita, quienes explicaban los retos que se debían superar para vivir una vida católica plena.
Los inolvidables retiros espirituales guiados por la Madre Loren, en los que las compañeras y sus ocurrencias hacían de las actividades momentos muy interesantes, buscando que los valores de respeto, humildad, trabajo en equipo y muchos otros más se cultiven en cada una de nosotras y sean primordiales en nuestras vidas para nunca alejarnos de la fe.
FIRMA: Patricia Pinto, exalumna del Santa Ana
La Madre Loren dedicó su vida a la educación del alumnado del Colegio Santa Ana en el ciclo secundario, haciendo hincapié en la férrea formación de valores, siguiendo la línea de la Congregación de las Hijas de Santa Ana. Se caracteriza por su alegría, solidaridad, sencillez, humildad, espiritualidad, sentido de familia y don de servicio; valores que transmitió al alumnado con dedicación y singular disciplina.
La Madre Adita tuvo durante años la responsabilidad de educar como profesora de primero de primaria, e inculcó en los niños valores sólidos, el sentido de familia, la sencillez, el desprendimiento, la donación materna, el saber compartir con nuestros semejantes y la importancia de vivir practicando estos valores.
Es profundo el reconocimiento y el agradecimiento de quienes pasaron por las aulas del colegio y tuvieron la dicha de disfrutar de sus sabias e inolvidables enseñanzas y la guía espiritual que impartieron en calidad de formadoras de generaciones.
FIRMA: Deli Dorado, exprofesora del Santa Ana