El futuro de la medicina crítica

Los profesionales de los cuidados intensivos fuimos entrenados con un objetivo fundamental: salvar vidas. Quizás lo primero es entender que eso es imposible; como mucho, conseguimos prolongarlas.

El futuro de la medicina crítica El futuro de la medicina crítica

Joel Gutiérrez Beltrán
Ecos / 12/09/2015 17:21

Los profesionales de los cuidados intensivos fuimos entrenados con un objetivo fundamental: salvar vidas. Quizás lo primero es entender que eso es imposible; como mucho, conseguimos prolongarlas. Hemos de entender nuestra propia faceta humana, donde caben los fracasos y los errores, donde aceptamos nuestra humanidad y que nunca fuimos los dioses que nos hicieron creer, y que es necesario un giro hacia esa parte donde hay mucho margen de mejora: hacer las UTI lugares más amables, a través de la reflexión personal: ¿Y qué puedo hacer yo?

En los últimos 30 años, en Sucre, el desarrollo a nivel tecnológico de las Unidades de Cuidados Intensivos (UTI) ha sido espectacular y, gracias a ello, las cifras de supervivencia han aumentado de forma notable. Somos buenos profesionales, hacemos muy bien nuestro trabajo pero, por otro lado, parece existir un sentir general de que las máquinas han podido relegar a las personas a un segundo plano: se pierde la narrativa en la elaboración de las historias clínicas, no hay tiempo para la escucha activa por las cargas de trabajo y los propios profesionales, hastiados de no poder realizar su trabajo en unas condiciones aceptables por los recortes de personal y la pérdida del reconocimiento social, han perdido su vocación.

Hablamos de flexibilizar los horarios de visita y dar protagonismo a las familias incluyéndolas en el equipo sanador, estudiar y prevenir el síndrome de burnout para remotivar al profesional, recuperar la narrativa, formar en habilidades de comunicación, empatía, escucha activa y duelo, rediseñar los espacios y derribar los muros mentales, apostar por una sanidad integrativa, prevenir las secuelas post-UTI y naturalizar el proceso de morir.

Basta de quejas: seamos parte activa del cambio, porque hay cosas que exclusivamente dependen de nosotros. Nunca recibimos una formación especializada en relación de ayuda: aprendámosla. Recuperemos el tiempo de estar sentado con el paciente y escuchemos. Necesitamos educarnos para educar. Sabemos que la enfermedad es democrática, al igual que la muerte, y que solo es cuestión de tiempo pasar al otro lado de la cama. Por eso es cuestión de interés general.

Lo importante es darse cuenta, porque hasta que no lo ves, es imposible generar el cambio. Hasta que no hemos visto las secuelas que pueden suponer sobrevivir a la UTI, no fuimos capaces de estructurar el síndrome post-UTI. Y desde luego, somos responsables de intentar al menos cambiar la tendencia actual: las UTI no son, ni de lejos, el mejor lugar para morir.

Investiguemos, usemos la ciencia y la tecnología, pero recuperemos la pasión, la compasión y el factor humano. Cuidemos lo invisible. Analicemos, implementemos los cambios y reevaluemos. Y así haremos historia porque aportaremos valor. Ese es el futuro de la Medicina Intensiva: la excelencia de los cuidados con los mejores medios tecnológicos y el mejor trato posible. Eso es lo que todos queremos y por eso apostamos.

Si ya lo sabemos, si ya lo sentimos… ¡hagamos algo! Porque si no, estaremos peor que al principio.

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