Veinte siglos de historia en peligro
Tras destruir iconos culturales como los Budas gigantes de Bamiyán (Afganistán), los mausoleos de Tombuctú (Malí) o el Museo Nacional de Kabul (Irak), los yihadistas pusieron su objetivo en la riqueza arqueológica de ...
Tras destruir iconos culturales como los Budas gigantes de Bamiyán (Afganistán), los mausoleos de Tombuctú (Malí) o el Museo Nacional de Kabul (Irak), los yihadistas pusieron su objetivo en la riqueza arqueológica de Siria.
La guerra civil en Siria amenaza la supervivencia de verdaderas joyas arqueológicas como el conjunto grecorromano de Palmira que, tras más de veinte siglos en pie, podría desaparecer por el afán destructor yihadista.
En los últimos años, ataques de extremistas han arrasado joyas arqueológicas, históricas y culturales como los Budas gigantes de Bamiyán (Afganistán), los mausoleos de Tombuctú (Malí) o el Museo Nacional de Kabul (Irak), donde destrozaron a martillazos alrededor de 2.500 piezas que quedaban en el edificio, ya parcialmente destruido.
Los yihadistas del Estado Islámico (EI) destruyeron también en Mosul (Irak) decenas de estatuas de la época asiria (siglos VIII y VII a.C.), que habitó el norte de Mesopotamia.
Y Siria, un país inmerso en una cruenta guerra civil que dura ya cuatro años y que —según datos de la Organización de Naciones Unidas, ONU— ha causado más de 200.000 muertos, no podía escapar a esta barbarie destructiva en nombre de la religión, ya que los yihadistas atacan toda representación artística contraria a su ideología.
Destrucción indiscriminada
Pero la destrucción de la riqueza arqueológica siria es mucho más indiscriminada y los ataques no se concentran solo en las representaciones de imágenes religiosas.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) cifra en 24 los sitios culturales que han quedado totalmente destruidos en estos cuatro años de conflicto en Siria, un país con seis lugares incluidos en su lista de Patrimonio de la Humanidad: Palmira, los cascos antiguos de Damasco, Alepo y Busra, el Crac de los Caballeros (oeste) y las aldeas antiguas del norte.
De estos seis lugares, el que más daños sufrió hasta ahora es Alepo, donde se registraron? ?combates desde julio de 2012 que destruyeron unos 100 edificios tradicionales y 1.000 tiendas del zoco.
Uno de los edificios más emblemáticos, la Gran Mezquita de Alepo, fue parcialmente destruida por un incendio. La Unión de Ulemas del Levante (Siria) acusó a Al Qaeda de haber perpetrado el ataque contra el edificio sagrado.
Según la Asociación para la Protección de la Arqueología Siria, miembros del grupo yihadista Estado Islámico de Irak y el Levante destruyeron esculturas y reliquias de unos 3.000 años de antigüedad sacadas de excavaciones de Tell Ajaja, en la región sureña de Al Hasakeh, o de Mardin.
En Al Raqa y Deir al Zur, bastiones del EI, habría casi un centenar de edificios y lugares arqueológicos destruidos, como mezquitas, mausoleos, iglesias y antiguos bazares.
Además de destruir, los yihadistas sacan partido de la venta ilegal de antigüedades, tanto de forma directa como cobrando impuestos a los que quisieran excavar y extraer artefactos arqueológicos. Piezas arqueológicas saqueadas por los terroristas del EI en Siria e Irak —cerámica, monedas y joyería— aparecieron a la venta en páginas web de compraventa online y las autoridades sirias han podido recuperar 65.000 objetos robados en los últimos cuatro años.
Palmira, la joya
Esfuerzos que no pueden paliar el ritmo de destrucción de los yihadistas cuyo último objetivo es Palmira, una de las joyas sirias, la ciudad de la reina Zenobia, el centro neurálgico de la Ruta de la Seda y con los restos grecorromanos mejor conservados de Oriente Medio.
Patrimonio de la Humanidad desde 1980, Palmira fue uno de los “centros culturales más importantes del mundo antiguo”, según la Unesco, y aún conserva joyas romanas como el Templo de Bel, el teatro o parte de la majestuosa calle de las columnas.
Conocida como la 'calle de las mil columnas', se prolongaba por 1,1 kilómetros en un recorrido que fue adaptándose al crecimiento de una ciudad que llegó a tener 200.000 habitantes en su apogeo, en los siglos I y II, cuando estaba sometida a Roma.
A casi 250 kilómetros al noroeste de Damasco y en pleno desierto, la majestuosidad de los restos arqueológicos hizo de Palmira uno de los destinos turísticos por excelencia de Siria. Hace dos años, Palmira entró a formar parte de la lista de Patrimonio en peligro de la Unesco y la directora general de esta institución, Irina Bokova, lanzó varios mensajes de condena de la destrucción de la ciudad monumental que muestran “la brutalidad y la ignorancia de los grupos extremistas, así como su menosprecio de las comunidades locales y del pueblo sirio”.
Un menosprecio que se tradujo en la destrucción de los mausoleos islámicos de Mohamed bin Ali y Abu Baha Edin, en el denominado “Valle de las Tumbas”, a las afueras de la ciudad y de las ruinas grecorromanas.
El Templo de Bel
Pero las autoridades sirias anunciaron a finales de junio que el EI había colocado explosivos en templos y otras partes de la ciudad.
Unos explosivos que pueden acabar, por ejemplo, con el Templo de Bel, en honor del dios Bel (equivalente babilonio de Zeus) y cuya construcción decretó el emperador Tiberio en el año 19 para celebrar la anexión de Palmira al Imperio Romano.
Un templo al que se podía llegar recorriendo la calle de las mil columnas, que vertebraba el territorio de Palmira y unía sus diferentes puntos de encuentro. Además de ella salían otras vías perpendiculares y, en su recorrido, había un Arco del Triunfo o el Tetrapylon (cuatro conjuntos de cuatro columnas cada una que albergaban estatuas), aún en pie y restaurados en gran parte.
Templos de Nebo y de Baal-Shamin
Además de ese templo, que fue el edificio más importante de la ciudad, con techos de oro, había otros edificios notables, como los templos de Nebo —dios de los oráculos— o de Baal-Shamin, dedicado a un dios de origen fenicio, de los que también se conservan restos importantes.
Al igual que del Teatro romano, casi totalmente reconstruido en unos largos trabajos que comenzaron en 1950 y se prolongaron hasta 1990.
Y que, además, en los últimos meses fueron escenario de terribles matanzas, como la de 25 soldados sirios asesinados por disparos de jóvenes, aparentemente menores de edad.
Otras piezas valiosas
Otras piezas importantes en peligro de desaparecer son el ágora, el patio de la Tarifa, las cloacas, el templo funerario, las murallas, la plaza Oval, de la que apenas quedan un grupo de columnas, o los baños de Zenobia —la reina más famosa de Palmira, que gobernó del 267 al 272.
Y más allá de la época romana, también se conserva el castillo árabe de Qala'at ibn-Maan, en lo alto de una colina, desde la que se contempla toda la grandeza de Palmira, o el valle de las Tumbas, con algunos monumentos funerarios que datan del siglo I a.C.
Símbolos y testigos de una rica historia que sobrevivió a todo tipo de avatares durante más de veinte siglos y que podría desparecer de un plumazo por los ataques indiscriminados de extremistas que no toleran la existencia de otras culturas diferentes a las suyas.
Los cuatro años de guerra civil causaron la muerte de más de 200.000 personas, según datos de la ONU; y, en el campo artístico, 24 sitios culturales quedaron totalmente destruidos, según la Unesco, con daños muy graves a edificios como la Gran Mezquita de Alepo.