¿Aló, deme número?

Ahora que la comunicación es instantánea y que la información de cualquier parte del mundo está alcance de los dedos en una computadora o un celular, se dice casi automáticamente que la tecnología llegó para facilitar...

La primera guía telefónica le sobraban las letras del abecedario

La primera guía telefónica le sobraban las letras del abecedario

El sucrense Antonio Santa Cruz recibiendo en su casa al numismático potosino Daniel Oropeza Alba.

El sucrense Antonio Santa Cruz recibiendo en su casa al numismático potosino Daniel Oropeza Alba.


    Oscar Díaz Arnau
    Ecos / 01/11/2015 00:12

    Ahora que la comunicación es instantánea y que la información de cualquier parte del mundo está alcance de los dedos en una computadora o un celular, se dice casi automáticamente que la tecnología llegó para facilitar nuestras vidas. Pero hace 100 años — no mucho en términos históricos—, cuando el teléfono representaba el avance más importante de la época, bastaba con dos dígitos para comunicarse con otra persona. Era una comodidad limitada, porque muy pocos contaban con una línea telefónica.

    Primero: —Llamar á Central esperando contestación.
    Segundo: —Decir: Aló, déme No.
    Tercero: —Colgar receptor esperando llamado de central, que podrá (sic) en directa comunicación con cliente pedido.
    Cuarto: —Al terminar conversación hacer un corto toque, que anuncie en Central fin de uso, Al hacer los toques, se debe siempre colgar el receptor. Los toques deben ser cortos.

    ¿Se imagina una guía telefónica en cuya primera página le enseñen a hacer una llamada? ¿Y una a la que le sobren letras del abecedario? Hubo un tiempo en el que algunas de estas no hacían falta por la cantidad de personas que se daban el lujo de tener uno de esos ventajosos aparatos a disco y conectados a la pared por un cable. En aquel tiempo, cuando nadie podía imaginar la revolución de las telecomunicaciones de hoy, era necesario llamar primero a una central para luego recién procurar el contacto deseado. Y, solo era posible hablar por teléfono de siete de la mañana a diez de la noche…

    Ahora que la comunicación es instantánea y que la información de cualquier parte del mundo está alcance de los dedos en una computadora o un celular, se dice casi automáticamente que la tecnología llegó para facilitar nuestras vidas. Pero hace 100 años —no mucho en términos históricos—, cuando el teléfono representaba el avance más importante de la época, bastaba con dos dígitos para comunicarse con otra persona. Era una comodidad limitada, porque muy pocos contaban con una línea telefónica.

    De 1911
    A la primera guía telefónica de Sucre, que data de 1911, nos la desvela entremezclándose con el canto de unos pájaros enjaulados que opacan todavía más su delgada voz. Don Antonio es un hombre de ojos marrones claros y meditabundos, espigado, fino como los artículos que su abuelo José Santa Cruz importaba de París hace 150 años: el coñac “Napoleón” (en barril de cuatro litros), el género de hilo, la cuchillería “Christofle”, la loza “Limoges”, los preciados casimires europeos...

    Su abuelo José fundó una casa comercial en 1866, incluso antes que se abriera el Banco Nacional (1872); luego, aquel negocio familiar se constituiría en la ferretería “Santa Cruz”, la más famosa de Sucre.     Eran tiempos de bonanza económica y dice que todo lo importado le duraba a su abuelo apenas una semana. Que lo vendía rápidamente a cuatro amigos, potentados dueños de las minas de Huanchaca.

    En tono jocoso, don Antonio Santa Cruz Frías, sobrino del expresidente Tomás Frías, nos cuenta que esos amigos inducían a su abuelo José a ser parte del negocio, pero a él no le gustaba la minería. Y llegó al punto de desafiarlos, seguro del éxito de su casa comercial con productos importados: “Ustedes ganen la plata y después me la dan a mí”. Y así fue.

    Entre risas, como una curiosidad, nos muestra la guía, una parte de varios tesoros que guarda con razonable celo este sucrense al que siempre se lo ve enfundado en un traje de colores perfectamente combinados. Tiene a sus 92 años compitiendo con su memoria fresca.

    Me acompaña de testigo el eminente numismático potosino Daniel Oropeza Alba, que buscó el encuentro con Santa Cruz luego de que ECOS publicara un reportaje sobre la tarjeta alegórica del Mariscal de Ayacucho, hoy, en poder de este chuquisaqueño miembro de la Sociedad Geográfica y de Historia Sucre. El experto potosino califica a esa como una pieza única porque no se conoce, en ningún tratado o literatura, de tarjetas en honor al prócer que lleva los nombres del dueño de casa y de su abuelo exitoso, raramente, fuera de la minería: Antonio José de Sucre.

    En detalle
    De acuerdo con la primera guía telefónica de Sucre, de reducido tamaño y bajo el rótulo de “Empresa Telefónica de Sucre - Lista de abonados”, por este servicio de comunicación en 1911 se cobrarán 5 bolivianos mensuales, pagaderos por trimestre anticipado.

    Por Bs 150, el abonado se aseguraba la instalación y además el aparato telefónico que, de ese modo, pasaba a ser de su propiedad.
    Había una segunda opción, la del alquiler: “Si el abonado no quiere pagar el aparato ni su instalación, la Empresa cobrará Bs 50 por instalación, y Bs 8 por servicio mensual”.

    Y una tercera, en cuotas: “Si el abonado no quiere pagar el aparato ni su instalación al contado, la Empresa cobrará Bs 14 mensuales durante diez meses y en seguida Bs 8 mensuales. A partir de los diez meses de amortización de instalación y mensualidad, el pago se hará también por trimestres anticipados. El servicio diario será desde las 7 a.m., hasta las 10 p.m.”.

    La guía está fechada en la tapa: “Sucre, agosto 1º de 1911”, y allí mismo se encuentra el dato del lugar de impresión: “Tipografía Ligera, de la calle Calvo Nº 52”.

    En la segunda página, encabezando las “Instrucciones para uso del Teléfono”, se indica que la Administración está ubicada también en la calle Calvo.

    Campanillas
    En una de las páginas, a manera de publicidad se incluye una invitación de la telefónica, que “se encarga de instalaciones de campanillas sean estas las más complicadas, hasta las más sencillas… Bancos, Casas de Comercio, instituciones de Estado y oficina de toda índole, que se aprecian en su organización, deben siempre tener una instalación de campanillas. Sus ventajas son indiscutibles”.

    Letras y apellidos
    Antonio Santa Cruz remarca que “inclusive hay letras del alfabeto inexistentes, porque no había teléfonos”. En efecto, la D, la F, la J, la K, la N, la Q y la Y no tienen abonados, es decir que en Sucre no había una sola persona, cuyo apellido comenzara con alguna de esas letras, que tuviera línea.
    Sí en cambio se advierten nombres ilustres, como el de Agustín Iturricha y Clotilde Urioste de Argandoña, la esposa del Príncipe de La Glorieta. Ella es una de las contadas personas o instituciones que tenían dos líneas: una de su “Escritorio” (el Nro. 50) y otra de su “Portería” (47).

    En esa misma condición estaban Carmen vda. de Lemaitre (Casa y Tienda) y Antonio Cosulich (Plaza y S. Frco.); la Cervecería “Sucre” y el Banco Nacional. Aparte del par de números de este último, hay cuatro bancos más: Francisco Argandoña, Hipotecario, de la Nación, y Mercantil.

    Pero alguien aparece con tres números diferentes: es Nestor Villa (sic), uno para su casa, otro para su almacén y el último para su panadería.
    También figuran en este curioso directorio: la Administración de Correos (para la que había que marcar el 60), el Cementerio Público (65), el Club de la Unión (28), el Colegio Don Bosco (13), la Empresa de Luz Eléctrica (16), la Escuela Normal (33), Guereo (81), Instituto Médico (21), Policía de Seguridad (38), Moisés Torres (Libreria, sic, 40), Mariano Gumucio Martínez (Almacén, 37), Urriolagoitia & Cia (4).

    La guía contiene dos hoteles: España y Colón. Y tres boticas: de Lourdes, del Sol y Boliviana.
    La “M” se abre con “Municipalidad”, cuyo número telefónico era el 45. La “P” con “Prefectura”, la que también tenía un solo teléfono: el 11. El último de esta letra, de solo cuatro números, es “Palacio de Justicia” (68).

    Antes, en la “L” están por ejemplo: “La Industria”; “La Mañana”; “La Chicheña”; “Llovet, Calletano” (así, con “v”). En la “R”, el “Rectorado de la Universidad”, adonde uno podía comunicarse marcando el 17. La “T” tiene una sola entrada: “Tesoro Departamental”.

    Para llamar a alguien, necesariamente, se debía triangular, es decir, comunicarse antes con la central. Esto se puede advertir en las líneas iniciales de esta nota, en la que respetamos la escritura original de la época, incluidos los errores ortográficos, de redacción y de puntuación.

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