Cripta osario, patrimonio eclesiástico
Según los informes del INAR, los restos estaban asociados a fragmentos de cerámica, algunas de producción indígena que podrían pertenecer a una vasija entera de color gris o cocida con la técnica de la reducción.
Según los informes del INAR, los restos estaban asociados a fragmentos de cerámica, algunas de producción indígena que podrían pertenecer a una vasija entera de color gris o cocida con la técnica de la reducción. También hay dos restos de cerámica colonial: una de ellas de tono mate y la otra con vitrificación, ambas pintadas.
Una cripta osario se convirtió en una sala de museo subterránea en la Basílica Menor de San Francisco, en Sucre. Cambiará de posición cada cierto tiempo y para su preservación se hacen controles microbiológicos de iluminación, temperatura y humedad, siguiendo normas internacionales.
Se trata de la primera cripta museable con esas características en el país, parte del circuito turístico del museo de la iglesia San Francisco, informa la directora del museo de San Francisco, licenciada en Turismo, Andrea Collazos, quien luego describe que este lugar tiene una dimensión de 35 metros cuadrados.
Allí, donde fueron recreados entierros y fosas comunes, se colocaron piezas óseas y todos los ambientes se desinfectaron para convertirlos en salas museables.
Este es solo un primer paso del trabajo, ya que se ubicaron casi 300 metros cuadrados de criptas sin excavar. A futuro se ampliará la cripta con la recolección de más fondos, agrega Collazos.
Se colocaron pisos de madera para evitar el contacto directo con el campo santo, la cripta osario tiene iluminación led de cinta, luz ultravioleta para el control microbiológico, termohigrometro interno y externo y extractores de aire.
Patrimonio eclesiástico
Hace dos décadas se realizó un trabajo de limpieza en las criptas, identificándose restos óseos que no tenían sepulcro. Entonces, los acumularon y depositaron en recipientes que permanecieron en ese ambiente hasta hace poco, cuando se decidió habilitar el espacio mediante una labor de restauración integral para que pudiera ser visitado como parte del patrimonio eclesiástico.
En el trabajo integral de restauración participaron, además de la Directora del Museo, el restaurador ICCROM Ramón Delgado, como coordinador en trabajos de preservación y conservación, y la bioquímica Verónica Daza, especialista en elementos óseos.
“Entierros secundarios”
Durante una excavación que en 1996 realizó el Instituto Nacional de Arqueología y Antropología (INAR) debajo del Altar Mayor de la Basílica Menor San Francisco, se encontraron restos óseos de una población desconocida.
Según el informe del INAR, los restos humanos provienen de varios re-entierros: ninguno estaba completo por lo que se presume que llegaron ahí como producto del trasladado de otro lugar. A esta actividad se la conoce como “entierros secundarios”.
1.245 piezas óseas
En total, se recuperaron y trataron 1.245 piezas óseas correspondientes a 60 individuos de ambos sexos y diferentes edades. Se evidenció el grave estado de deterioro en el que se encontraban, tomando en cuenta que estuvieron expuestos bajo condiciones climáticas extremas.
“El suelo es uno de los medios más corrosivos para la preservación de los restos óseos, por la gran capacidad de almacenamiento del líquido elemento que tienen, siendo los altos niveles de humedad los causantes del deterioro de las piezas óseas”, explica a ECOS la bioquímica Verónica Daza.
El principal objetivo del trabajo fue documentar, clasificar, limpiar, desinfectar y preservar los restos óseos hallados en sacos de yute, compactados unos sobre otros sin ningún tipo de identificación, rotulado o ni medidas de conservación, en cuanto a la topografía y gráficas a escala sobre el hallazgo de los cuerpos y sus posiciones.
Si bien no se cuenta con documentación acerca de la forma de inhumación de los restos, el informe del INAR sostiene que de acuerdo con las investigaciones históricas que se registraron documentalmente, el traslado de los restos de los conquistadores se produjo después de la construcción del templo, en el año 1580.
También se hallaron en el suelo restos óseos y piezas dentarias, lo que hace suponer que no hubo un cribado del terreno excavado, habiéndose perdido evidencias mínimas de falanges, tarsos, joyas, pendientes y otros.
“Se recogieron los restos óseos bajo protocolos de bioseguridad y condiciones de desinfección, mediante el uso de barreras de protección y de desinfectantes”, explica el restaurador ICCROM Ramón Delgado.
La documentación y el registro se llevaron a cabo mediante el llenado de fichas para una mayor contabilización y clasificación de los mismos mediante su nomenclatura ósea. Asimismo, se empleó otra ficha para el registro de las piezas con mayor relevancia, incluyendo las respectivas medidas antropométricas para su identificación.
Tratamiento
“Para la limpieza de los huesos se utilizó hipoclorito de sodio mezclado con agua, con el que se desinfectó, blanqueó y desodorizó los mismos. Para la conservación, los restos óseos se sumergieron en hidróxido de calcio con una concentración y pH controlados, que además de proporcionarles mayor dureza los mantiene intactos para posteriores estudios”, detalla Delgado.
Así también, para el secado se expusieron las piezas óseas en un lugar poco húmedo y con una buena corriente de aire; el uso del geotextil (que tiene una capacidad drenante) coadyuvó en el secado.
Luego, se procedió con la identificación de los diferentes objetos hallados, como ser hilos de plata y oro, restos textiles provenientes de las vestimentas de las personas enterradas en la cripta, restos de cabello, fragmentos de cuero, arcilla, etc.
Los objetos fueron depositados en bolsas plásticas esterilizadas de polietileno, con cierre zip, rotuladas y etiquetadas como indican las normas, para posteriores estudios.
Collazos dice que, según los informes del INAR, los restos estaban asociados a fragmentos de cerámica, algunas de producción indígena que podrían pertenecer a una vasija entera de color gris o cocida con la técnica de la reducción. También hay dos restos de cerámica colonial: una de ellas de tono mate y la otra con vitrificación, ambas pintadas.
Montaje
Al no existir un dato exacto del tipo de recojo de los elementos óseos (inhumaciones), se realizaron reconstrucciones falsas para una mejor interpretación de los entierros que se hacían en el pasado.
Para el montaje de las piezas no se utilizó ningún tipo de material como siliconas, tornillos, alambres, resortes, adhesivos en líquido o nylon.
“Se prefirió dejarlas sueltas para posteriores remodelaciones, se enterraron los restos triturados y fragmentados con geotextiles y capas de cal para evitar daños y lograr su conservación”, agrega Daza.
Con los demás huesos se procedió a la formación de figuras colocadas artísticamente para decorar el ambiente, que fue desinfectado con productos altamente eficaces.
Además, se utilizó un desinfectante gaseoso efectivo para matar hongos en diferentes ambientes y controlar la humedad.
“Se instalaron dos extractores que juegan un papel preponderante en el momento de suministrar aire fresco para mantener la calidad del aire en el interior de la cripta y para modificar las condiciones termohigrométricas del aire exterior que se introduce en el interior del ambiente para conseguir un clima confortable y saludable”, finaliza Delgado.
Basílica Menor
La Basílica Menor de San Francisco de Asís está situada en pleno centro de Sucre. El cronista de la Orden Franciscana fray Diego Hurtado de Mendoza explica en su libro “Crónica de la Provincia de San Antonio de los Charcas” que el convento de San Francisco fue uno de los primeros en construirse.
Los trabajos comenzaron al poco tiempo de la fundación de la Villa de La Plata y concluyeron en 1581, incluida su cripta, explica monseñor Julio García Quintanilla, historiador chuquisaqueño que vivió entre 1909 y 1984.
La cripta es una cámara abovedada de cal y ladrillo, ubicada bajo el piso principal del templo, delante del presbiterio, que en siglos pasados servía para enterrar a los difuntos, tal como procedían los primeros cristianos con las catacumbas existentes en el mundo cristiano. Se considera a las criptas una evolución de las catacumbas.
Entierros
Durante el periodo de la Colonia y la República, se acostumbraba enterrar a los pobladores pudientes (españoles o naturales del lugar) en templos, capillas y bóvedas construidas en el interior y en el subsuelo de las iglesias, previo pago de derechos.
La gente tenía la idea de que, al quedar en una capilla, estarían más cerca de Dios para gozar de su gracia, por eso en la basílica de San Francisco se construyó una cripta debajo del Altar Mayor.
En cambio las personas de menor categoría social, de pocos recursos económicos o los indígenas, eran enterradas en los camposantos ubicados en los atrios que los rodeaban. En Sucre, la referida basílica tenía un cementerio donde ahora se encuentra la Plazuela Juan Frías y Herrán, más conocida como Plazuela San Francisco.
Personajes ilustres
El Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia conserva las primeras escrituras públicas de La Plata, entre ellas una nómina de las personas que fueron enterradas en la cripta del templo de San Francisco.
Por ejemplo, allí están los restos del licenciado Juan López de Cepeda, hermano de Santa Teresa de Ávila y oidor de la Audiencia de La Plata; también los del último cacique del pueblo de Yotala, del linaje Aymoro, por cuya voluntad fue enterrado en ese lugar.
También en este sitio se conservan los despojos de don Juan José de Segovia, oidor del Rey, primer presidente criollo de la Real Audiencia de Charcas, rector de la Universidad San Francisco Xavier y precursor de la emancipación americana. Al lado del presbiterio del templo se puede apreciar una placa con su nombre.
Asimismo, se albergan los restos de los conquistadores españoles y fundadores de la ciudad, que fueron trasladados a la cripta del templo en 1581, el día que se inauguró el santuario.
El reverendo padre franciscano Santiago Mendizábal menciona en su libro “Acción Franciscana en Sucre” que ese año se inauguró el templo con gran solemnidad religiosa, regocijos públicos y con la asistencia de las autoridades eclesiásticas, civiles, el pueblo y los indígenas.
El 25 de enero de 1826, cuando era presidente de Bolivia, el mariscal Antonio José de Sucre ordena mediante una ley realizar los entierros lejos de las iglesias y poblaciones por dos razones: la primera, por sanidad, pues la insalubridad de los pueblos depende en gran parte de la falta de limpieza, y la segunda porque los cadáveres, al ser enterrados dentro de las capillas, donde se reúne una gran cantidad de fieles, hacen que el lugar se cargue de emanaciones debido a la falta de aire.