El Bramadero reabre las puertas del cielo
Raúl Cagigao es amigo de las aves que habitan en los árboles del Refugio Andino del Bramadero; han desarrollado lazos afectivos con él. También se deleita escuchando el concierto de anfibios que cantan en el río durante
Raúl Cagigao es amigo de las aves que habitan en los árboles del Refugio Andino del Bramadero; han desarrollado lazos afectivos con él. También se deleita escuchando el concierto de anfibios que cantan en el río durante la temporada de lluvias y, como buen aficionado a la astronomía, escudriña los misterios del cielo en las noches estrelladas de su propiedad campestre, ubicada a 30 kilómetros al noreste de Sucre.
En la reapertura del Bramadero, su propietario recibe a ECOS con un manojo de llaves de las puertas de las cabañas campestres, todas con agua caliente y a cuál más primorosamente decorada con detalles rústicos, constituyéndose en un conjunto de acogedora arquitectura representativa de la campiña chuquisaqueña.
Han pasado más de 25 años desde que lo que era un pedazo de montaña pelada se convirtiera en el rincón más preciado de la tierra para Raúl y quien fuera su amada esposa, Mabel Guereca.
Piedra a piedra, árbol por árbol y detalle tras detalle a lo largo de muchos años, lograron levantar un hermoso complejo turístico que es la suma de varias cabañas y una infraestructura principal; incluso el visitante puede disfrutar de un baño en una piscina techada y atemperada, la que es alimentada por agua de vertiente.
La rodean imponentes montañas que invitan a realizar caminatas programadas desde el complejo turístico, pero, sobre todo es el paisaje sobrecogedor, el aire puro y el apreciado silencio del campo —donde solo se escucha al viento acariciando los cientos de árboles del pulmón
verde de la asfixiada ciudad de Sucre— lo más apreciado por los visitantes.
Camino a Bramadero
Hasta aquí se llega internándose en los bosques artificiales próximos a Sucre, a escasos minutos de Punilla y tomando el camino de la derecha en el cruce que va a Chataquila. Bramadero también es un santuario, pero dedicado a la naturaleza y a la paz, razón por la que está prohibido el ingreso de perros y motos, según aclara Cagigao.
En vehículo se recorre un camino firme de tierra y roca bordeando la antigua tubería de la toma de agua de Cajamarca. En el trayecto se ve cómo las vertientes destilan el agua dentro del acueducto, que va acopiándola hasta llevarla a la capital, en el antiguo sistema de distribución que data de principios del siglo XIX. Desde aquí, lo mismo que del canal Ravelo, se provee de agua a los sucrenses.
Cuando el antes páramo y ahora bosque de pinos se pone más espeso en el camino aparece un redondel donde está el letrero del restaurante “Salamandra”, anunciando el servicio de almuerzo en Bramadero.
Ahora es posible pasar allí el día o incluso quedarse por la noche en alguna de las cabañas rústicas, que se entibian al calor del hogar alimentado por troncos de pino resultantes de la poda de los árboles, necesaria en el manejo de bosques. “La madriguera del oskollo” (un gato montés); “El ático de los búhos”; “El charquito de la tikara” (las ranas que cantan en el río); “El nido de las chulupías” (avecillas de plumaje oscuro) o “El rincón de las callampas” (hongos), son algunos de los nombres de las cabañas que hacen referencia a la fauna y la flora del lugar.
También hay habitaciones en los altos de la infraestructura principal, donde están ubicados el comedor y la cocina. Es en este lugar que la extrañada Mabel Guereca, prestigiosa gastrónoma chuquisaqueña, solía cocinar sus delicias para los huéspedes.
En el Bramadero se atienden eventos. Tiene una capacidad de hospedaje de 35 camas.
Vida en árboles y ríos
Todo el día se escucha el trinar de los pajarillos y con un poco de atención, se los ve trajinar. Celebran la llegada de Raúl Cagigao, quien les provee de alimento y juguetea un poco con ellos. Como observador y amante de las aves, él afirma haber avistado unas 35 variedades, de las cuales alrededor de 15 no figuran en ningún catálogo.
Habla del canto de las diferentes variedades de ranitas que en el río llegan a componer una sinfonía en época de lluvia. Las ha escuchado con atención y repetidas veces, por lo que se atreve a decir que es apasionante comprobar que cantan siempre en el mismo orden. La que lleva la batuta dice “croac – croac”, se le suma la del “trucutú – trucutú” y una tercera voz entona “tikala – tikala – tikala”; por último, entra el “trictulic – trictulic”. Una vez que todas cantan formando un gran alboroto, de pronto se callan para después de un escrupuloso silencio, comenzar de nuevo sus ejercicios vocales.
El río donde los batracios cantan es una naciente de la cuenca de Cajamarca que fluye al Río Grande y luego al Amaszonas. Las mismas aguas corren al este hacia Río Chico y al Pilcomayo. Entre los animales que habitan el lugar están el cui silvestre o poroncoy (conejo), comadrejas, zorrinos y una variedad de aves, entre ellas: horneros, gorrioncillos o willacus y los tordos, conocidos en la región como chulupías. Además, hay felinos de mediano y gran tamaño, como el puma andino, según afirman haber avistado vecinos de la zona.
En el verano, los hongos comestibles se cosechan en abundancia a los pies de los árboles de pino y los visitantes también son invitados a recoger algunos con sus propias manos.
Las posibilidades
Si bien la propiedad tiene cinco hectáreas, la vivencia del turista se pierde en el horizonte: esta es apenas una puerta a través de la cual se puede disfrutar de un sobrecogedor paisaje cuyo límite lo ponen los ojos.
Diferentes visitas y recorridos se sugieren desde el refugio andino, empezando por el bosque privado hasta alcanzar tres diferentes oteros o miradores desde los cuales se obtienen vistas panorámicas. Por ejemplo, la visita a las Tres Cumbres implica una travesía de más o menos una hora, comenzando por el ascenso de un bosque de pinos cercado.
La Caverna de los Helechos se encuentra cerca de Silvico, donde hay una variedad de musgos, plantas exóticas y cascadas. Las quebradas, como la de CarcelKaka o Alto Uyuni, son recorridos abruptos y difíciles, a la altura de una gran aventura.
También se puede llegar hasta la Cordillera de Chataquila y el Peñón del Gato Diabólico, acompañados por un guía. O apreciar pinturas rupestres e incluso huellas de dinosaurio. Subir a las montañas que están cerca es, en sí, una travesía. Desde la cima se domina un
impresionante paisaje y se ven las cumbres más cercanas.
Las puertas del cielo
Las estrellas en una noche despejada son una experiencia aparte porque Rául Cagigao, luego de una explicación sobre la inmensidad del cosmos, ofrece su telescopio para avistar estrellas y planetas; un deleite de chicos y grandes, que se llevan un pedazo del cielo de Bramadero en sus retinas.
Esta propiedad es parte de Punilla y se ubica al borde de la comunidad de Cajamarca. Actualmente en venta, es un destino turístico activo, recomendado en Trip Advisor y otras guías de viajes internacionales.
Para gozar de este paradisiaco lugar es imprescindible hacer una reserva previa llamando al 4-6420356. El costo del almuerzo es 70 bolivianos.