Un granito de arena para Bolivia
La aventura de una familia guatemalteca por América Latina
“Prácticamente estamos terminando el recorrido y solo nos queda la arena chilena, que en su momento fue arena
boliviana, para luego llegar a La Paz, habiendo terminado el recorrido, recolectando estos granitos de arena...”.
Con el aspecto del rubio aventurero de la mítica publicidad de Camel, aunque mucho más jovial, Ramiro Eduardo es un líder, un motivador que
con su buen estado de ánimo contagia al resto de la familia. Maneja un Land Rover y, desde su posición de chofer, habla de las arenas que alguna vez fueron bolivianas.
Lo hace en videos que están colgados en Youtube, como parte de una singular campaña que ha iniciado de manera quijotesca. Él, mientras conduce, está consciente de que junto a su familia comparte una aventura digna del Quijote, por eso tiene en la punta de la lengua la figura —un poco más robusta— del personaje de Cervantes: “Vamos montados en el Land Rover que hemos bautizado como ‘Rocinante’, porque esta es la
cabalgadura que lleva ese sueño, y esperamos no toparnos con molinos de viento sino con muchos corazones que se sumen a esta causa, que sirva de ejemplo de cómo los latinoamericanos somos capaces de unirnos y de encontrar puntos de convergencia y de resolver cualquier conflicto”.
Está embarcado en el sueño literario que de algún modo se parece al anhelo nacional del mar. “El mar es como una casa sin ventanas”, dice con la sonrisa dibujada en el rostro, como siempre, emocionado; “creo que todos tenemos que tener esas ventanas para poder vernos, para poder encontrarnos. ¡Viva Bolivia! ¡Viva América Latina! Vamos a empezar por este granito para Bolivia”.
Un abuelo, una guerra
Según el diario Página Siete, Ramiro Eduardo, el hombre que reclama el mar para Bolivia, nació en 1966 en La Paz. Tiene padre boliviano y madre guatemalteca; con ellos migró a ese país centroamericano antes de que cumpliera un año de edad.
Nuestro aventurero con aire de protagonista de spots de cigarrillo en un safari, viaja con su esposa Hade Dávila y sus tres hijos: Sebastián (23 años), Natalia (20) y Santiago (19). En realidad, ellos se le unieron después, porque todo comenzó el 1 de julio pasado con sus padres; los dos, montados sobre Rocinante, le escuchan como solamente unos padres orgullosos saben escuchar a sus hijos soñadores:
“Oficialmente estamos arrancando una aventura, un viaje por toda la América Latina, recorriendo sus costas del Pacífico con un objetivo quijotesco: generar a través del corazón, de la voluntad de los pueblos de América Latina, de devolver algo que cualquier país que no lo tiene, lo extraña: que es el mar.
Mi abuelo peleó por la tierra boliviana en la Guerra del Chaco, mi abuelo lo hizo en la campaña del Acre; seguramente más de algún pariente lo hizo en la Guerra del Pacífico, en donde Bolivia perdió su salida al mar. Vamos a arrancar esta aventura, vamos camino a México para poder incluir América Latina completa.
Me acompañan en este viaje los dos que estaban cuando nací: mi papá y mi mamá. Posteriormente se sumarán mi esposa y mis tres hijos, para que hagamos juntos esta aventura. La idea principal es poder hablar con la gente de todos estos países de América Latina, contarles que Bolivia no tiene una salida al mar —porque estoy seguro que la gente no está consciente de ello—, y pedirles que con sus opiniones, con su sentimiento, expresen sus deseos, si es así que lo tienen, de poder poner un granito de arena para que Bolivia y Chile realmente resuelvan ese problema que lleva más de 100 años, para que Bolivia tenga una salida soberana al océano Pacífico como la tuvo cuando fue fundada por Simón Bolívar”.
Ramiro Eduardo, el esperanzado, se ratifica en que “con cada palabra, con cada opinión, con cada persona que se sume y agregue ese granito de arena del Pacífico, estoy seguro que algo vamos a lograr”.
Con el propósito de la unidad para que los latinoamericanos tomen conciencia de la causa marítima boliviana, carga con un par de botellas angostas y espigadas que la gente, en los países por donde pasa esta familia singular, va llenando con granitos de arena. En algunas fotos, sus botellas aparecen junto a una banderita boliviana.
En Bolivia
Rocinante les ha llevado a andar los caminos y las playas del Pacífico, desde México hasta Chile, y esta semana los tuvo en Potosí y en Sucre. Como parte de la campaña “Un granito de arena para Bolivia”, en su fan page del mismo nombre, en Facebook, van colgando fotos de los lugares que recorren; allí se pueden ver las postales más hermosas que han podido tomar de las ciudades del sur.
En los videos (cortos, de un promedio de tres minutos cada uno y con una edición impecable), hablan todos, principalmente Ramiro. Hablan pausado, con tranquilidad. Sorprenden los hijos, muy jóvenes, seguros de lo que están diciendo, reflexivos en medio de la curiosidad de que hilvanan sus ideas sobre el moderno caballo del Quijote.
“¡Patrulla aventurera!”, grita Ramiro, y la familia responde al unísono: “¡Adelante!”. De fondo, un charango encendido y sobre él, las imágenes de Centroamérica: primero El Salvador y después Honduras, y Nicaragua, y Costa Rica, y Panamá. Imágenes de día y de noche, del sol y de la lluvia, de puentes y de barcos, del GPS, de una fila interminable de camiones planchados en la carretera… de las playas. Del agua de mar (a veces manso, otra veces revuelto), de las gentes (todas diferentes, todas iguales, todas americanas). Imágenes de las flacas botellas de arena.
Después de un mes
“Hoy es 28 de agosto, eso significa que llevamos 28 días ya recorriendo América Latina, las costas del océano Pacífico”, dice él en el tercer video de la serie.
“Mucha gente nos abrió las puertas de su casa, desde viejos amigos hasta personas que son amigos de los amigos de los amigos porque nunca nos habíamos visto”, le sigue su esposa Hade, desde el asiento trasero.
Santiago, rubio, estira la cabeza y comenta: “Me encanta viajar así, es que para llegar a Lima, por ejemplo, estamos viajando por tres mil pueblitos. Me parece bastante importante también tener un panorama más amplio de lo que es un país y no solo juzgarlo, o tener una opinión, por haber conocido la ciudad más importante”.
Natalia, la del medio: “A través de la experiencia de pasar por las fronteras me pude dar cuenta de que las barreras territoriales marcan tantas diferencias sociales”.
Después, el video resume los saludos de la diversidad de gente que fueron recolectando, siempre, al lado del mar. Hasta que llega el cable a tierra, el GPS de Ramiro: “Prácticamente estamos terminando el recorrido y solo nos queda la arena chilena, que en su momento fue arena boliviana, para luego llegar a La Paz… ¡Cuántas cosas nos unen a los pueblos americanos! ¡Cuántas cosas hemos podido constatar que tenemos más en común que lo que nos diferencia!”.
Sebastián, el mayor de los hermanos, apunta: “Más que la celebración de la unión, es la celebración de la pluralidad de este continente, que está construido desde fuera y desde adentro, y que se construye a partir de experiencias personales”.
Ramiro es el encargado del cierre: “Esperamos que poco a poco, todo esto que estamos haciendo vaya llegando a más gente, principalmente con su corazón, y dar ese ejemplo de que América Latina es un solo pueblo y está más unido que nunca”. En el fan page “Un granito de arena para Bolivia” y en Youtube, donde se encuentran las fotos y los videos de tan emotiva aventura, se pueden leer opiniones así: “Con acciones como esta se tomará conciencia de nuestro justo derecho”.