Chellis Glendinning:
Escritora, psicóloga, feminista, actriz aficionada, amante de los crucigramas, la estadounidense Chellis Glendinning es una mujer comprometida con los derechos civiles de las personas; dice que son la razón de su vida.
Escritora, psicóloga, feminista, actriz aficionada, amante de los crucigramas, la estadounidense Chellis Glendinning es una mujer comprometida con los derechos civiles de las personas; dice que son la razón de su vida. Me recibe en su casa vecina de La Recoleta con un té del otro lado del mundo, sabor ahumado, en un ambiente tranquilo. Simpática, de risa franca y ojos azules difíciles de esquivar como su compañera, que está sentada a la mesa del living en pose desafiante; no es casual que, en la foto, “Roosevelt” aparezca junto a un buen vino.
En Ohio, California y Nuevo México vivió, según sus propias palabras, más o menos 20 años en cada lugar. Ahora recaló en Bolivia y “Roose” viaja a todos lados incómodamente en el avión; Chellis no parece celosa cuando revela que su camarada felpuda se ha vuelto más popular que ella... Y algo de cierto debe haber en eso: en las fotos, sus amigos abrazan con cariño a la intimidante osa marrón de la mirada pícara.
Chellis Glendinning escribió siete libros pero está a punto de publicar su primero de ficción y en castellano. Se trata de una novela que saldrá bajo la editorial 3600. También hace poesía y tiene una ópera —sobre el tema de la inmigración— que llevó al teatro en Santa Fe, Nuevo México.
ECOS. ¿Cómo te volviste activista de los derechos humanos?
Chellis Glendinning (ChG). Mi madre en los 50 estuvo en el movimiento de los derechos civiles, y yo crecí en este movimiento. Durante toda una noche viajamos una vez en micro desde Cleveland hasta Washington DC y marchamos en frente de la Casa Blanca, todo el día. Recuerdo que perdí un día de escuela.
Luego, vivíamos en un barrio de personas consideradas “blancas”; eran italianos y europeos del Este, sobre todo; no había negros, afroamericanos. Como nuestra familia recibía activistas, siempre teníamos personas negras en casa. Mi madre me explicó mucho sobre lo que estaba aprendiendo, sobre los desafíos del mundo.
Llegó la Guerra de Vietnam, en los 60, y yo tenía un hermano de la tribu Lakota: pusimos nuestra sangre juntos y era, entonces, mi hermano de sangre. Él vino desde Dakota del Sur para vivir con mi familia en Cleveland, pero llegó el draft (la selección) y tuvo que entrar al ejército. Fue a Vietnam y perdió la vida. Yo empecé mi carrera como activista en ese momento.
ECOS. ¿Te involucraste con los grandes movimientos reivindicatorios de los derechos civiles en los 60? Cuéntanos al respecto.
ChG. Fui a Berkeley, California, en el verano; era un lugar de sexo, droga y rock & roll, de movimientos sociales. Me quedé, fui a la universidad y ahí entré al movimiento; muy poderoso, me dio la experiencia, me dio la visión política.
Después, vino el movimiento feminista, el movimiento ecologista —que promovía la comida y la medicina natural—, la concepción antinuclear y, la defensa de los derechos de los indígenas.
ECOS. ¿Fue el hecho histórico del empoderamiento indígena, a partir de la asunción del presidente Evo Morales, lo que te atrajo de Bolivia?
ChG. Sí (duda). En 2006 recibí una invitación de un político en EEUU para viajar a Bolivia, pero yo no quería venir. Él me dijo que era muy importante que viniera porque no iba a tener esta experiencia en mi vida otra vez, y así fue que me convenció. Él, después de cuatro o cinco días, se fue a Venezuela y yo decidí quedarme toda mi vida (se ríe). Estábamos primero en La Paz y después me fui a Cochabamba. Era por Evo, pero más importante era la gente y el espíritu de este país.
ECOS. Pero antes tuviste una experiencia fuerte en Nuevo México con los indocumentados…
ChG. En 2002 llegó una comunidad de indocumentados de México y yo trabajé con ellos; cuando había una deportación, estaba para ayudarlos.
ECOS. ¿Tu activismo se convirtió entonces en un trabajo?
ChG. Algunas veces trabajé, después de algunos años empecé a escribir. Mis siete libros son sobre asuntos sociales.
ECOS. A propósito, la matriz de tus libros puede ser la de los asuntos sociales, pero, hay diversidad temática. Tres ejemplos con solo ver los títulos: “Mi nombre es Chellis y estoy recuperándome de la civilización occidental”; “Fuera del mapa: una profunda expedición hacia el corazón del imperio y de la economía global”; “Chiva: un poblado se enfrenta al tráfico mundial de heroína”.
ChG. Lo que todos tienen en común son las maneras de escribir: en el movimiento feminista había un dicho: “La política es lo personal, lo personal es la política”. Como también soy psicóloga, yo tengo gran interés entre lo colectivo y lo personal, cómo uno afecta al otro. Después de algunos movimientos, cada uno tenía su crítica de la sociedad. Después de cuatro o cinco movimientos, yo empecé a tener una visión de la civilización en general.
ECOS. ¿Y qué nos puedes decir acerca de los cambios de estilo en tus libros?
ChG. Mi estilo de escritura cambió con los años. Con Chiva…, hay tres niveles: uno, la historia del negocio de la heroína en el mundo, pero aterrizando en EEUU (el mundo); otro, la epidemia de adictos y narcotraficantes en mi pueblo, en Nuevo México, que tenía el primer lugar de personas que morían por sobredosis en EEUU (el pueblo); por último, mi relación con un exnarcotraficante, exadicto y exladrón de bancos (la persona). Yo aprendí muchas cosas sobre su mundo, por ejemplo cómo hacerlo; quiero decir, no lo hice con él, pero aprendí lo que él hacía.
Lo mismo con Off the map, que es la historia del periodismo occidental, haciendo una conexión entre mi socialización en una familia donde había violencia y abuso —que es un tipo de imperialismo también—.
ECOS. Tus libros tienen algo de periodístico, han sido el fruto de investigaciones. ¿Cómo explicas tu relación con esta faceta?
ChG. Sí, yo tuve que investigar muchísimo. He trabajado en periódicos, empezando con The San Francisco Bay Guardian, un periódico de izquierda, y he escrito artículos y opiniones, por ejemplo en Los Tiempos de Cochabamba y otros.
ECOS. Jesús Sepúlveda te ha descrito como una “intelectual inconformista”. ¿Eres eso?
ChG. (Se ríe) Sí, creo que es raro que una persona tenga una política que, más que criticar lo que hace Obama o Evo o cualquier otro líder del mundo, critica a la civilización en general, con énfasis en un tema olvidado: el rol de la tecnología. Para mí, es como un tema tabú. En este momento la gente está muy adaptada; entonces, después de siglos de “progreso”, el mito del progreso, la gente cree que necesita algo: su celular, su auto, electricidad, etc., pero estas cosas están matando el planeta.
ECOS. Tu relación con el campo en Nuevo México te cambió la perspectiva de la vida. El choque con la modernidad. ¿Qué remedio tiene este planeta en extremo tecnologizado y deshumanizado?
ChG. El filósofo austriaco Leopold Kohr escribió un libro, “The Breakdown of Nations”, con la filosofía de “small is beautiful” (lo pequeño es bello); él comenzó esta idea. Si hay problemas en algo, entonces algo es demasiado grande. Era una idea muy popular en el movimiento de ecología.
El Estado-nación es demasiado grande para una verdadera democracia. Estoy a favor de los movimientos de secesión de los imperios, como la decolonización después de la II Guerra Mundial. Creo que las culturas indígenas, originarias, pueden mostrarnos cómo vivir con sostenibilidad y también con espiritualidad.
ECOS. ¿Por qué la gente se vuelca a las redes sociales como el Facebook?
ChG. Entiendo este momento de énfasis en Facebook (lo individual), en My Space (mi espacio), como una reacción a la situación en general. Por eso estamos siendo testigos de la llegada otra vez de la derecha: movimientos, en todas partes del mundo, de personas que quieren reclamar su espacio con mucha emoción, como el Brexit en Gran Bretaña, como Trump en EEUU.
Creo que es como una compensación por el proceso de globalización, por lo masivo. Es la política de la emoción, el otro lado de la razón. Y también la razón de tener movimientos de secesión.
ECOS. ¿Sigues siendo feminista? Y, ¿cómo ves al movimiento feminista en Bolivia?
ChG. Sí, no he dejado mi identificación, ni mi gratitud, porque cada movimiento me ha enseñado algo importante. Siempre vivimos en un mundo en el que el hombre es el rey o está tratando de ser el rey (se ríe).
Con respecto a Bolivia, el movimiento feminista no ocurrió aquí con la profundidad de Europa, EEUU y otros lugares. Allá pasó hace décadas y la sociedad está usando muchos de los principios que eran raros en el pasado y son normales en el presente.
ECOS. ¿De qué va tu novela?
ChG. Sobre un anticuario en la calle España de Cochabamba, donde se venden solamente objetos de movimientos sociales y revoluciones (se vuelve a reír).
ECOS. ¿Ya está terminada?
ChG. Sí, y traducida al castellano.
ECOS. ¿Qué opinas del Premio Nobel de Literatura para Bob Dylan?
ChG. ¡Estoy feliz! Sorprendida pero feliz. Yo estaba en el movimiento social como activista estudiantil, en Berkeley, en los años 60 y, como parte integral de nuestra cultural rebelde, llegó un nuevo álbum que Bob Dylan presentó en un evento colectivo de suma transcendencia.
Si hay personas críticas de tal acto radical por el comité del Premio Nobel, tienen que comprender qué desafiante es escribir la poesía de una canción; no es diferente que escribir “The Hollow Man” o “La Calle”.
La inclusión de Bob Dylan en la lista de los poetas grandes de la literatura mundial da respeto a una voz que expresó profundamente el ethos y el alma de una época apasionada, caótica y crucial en la historia del mundo. •