Casa Verde

Las casas de huéspedes o albergues se constituyen en una interesante alternativa para la estancia de los turistas en ciudades coloniales como Sucre o Potosí, pero tienen un especial atractivo aquellas que funcionan...

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Fachada original de la Casa Verde. La foto es del archivo de la familia Doria Medina, antigua propietaria.

Fachada original de la Casa Verde. La foto es del archivo de la familia Doria Medina, antigua propietaria.

Fachada original de la Casa Verde. La foto es del archivo de la familia Doria Medina, antigua propietaria.

Fachada original de la Casa Verde. La foto es del archivo de la familia Doria Medina, antigua propietaria.

Fachada original de la Casa Verde. La foto es del archivo de la familia Doria Medina, antigua propietaria. En la puerta

Fachada original de la Casa Verde. La foto es del archivo de la familia Doria Medina, antigua propietaria. En la puerta

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    Mónica Calabi ECOS
    Ecos / 19/02/2017 01:04

    Las casas de huéspedes o albergues se constituyen en una interesante alternativa para la estancia de los turistas en ciudades coloniales como Sucre o Potosí, pero tienen un especial atractivo aquellas que funcionan en viviendas antiguas y que conservan su estilo atesorando la historia de quienes las habitaron. Esto, sin duda alguna, le agrega carácter a estos lugares. Además, al convertirse en alojamientos, estas residencias familiares encontraron una oportunidad para ser restauradas y conservadas como vaaliosos elementos del patrimonio arquitectónico de la ciudad.

    Es lo que sucede con la Casa Verde B&B. Ubicada en la calle Potosí, entre Grau y Dalence, de la capital del país, perteneció a la familia Doria Medina antes de transformarse en un albergue.

    Su antigua infraestructura deja ver sus rasgos coloniales. Y a la hora de las restauraciones, se conservó su arquitectura de tal forma que mantenga la armonía con el entorno patrimonial; sin embargo, fue adecuada para brindar servicios de hospedaje de calidad.

    Su historia

    Se calcula que la casa, situada a tres manzanos de la Catedral, era parte de un rancherío, según Mariela Llanos, quien la heredó de su tía María Luz Doria Medina. Esta la había comprado en los años 50 del siglo pasado.

    En ese entonces y para hacer más habitable la vivienda, dice que tumbaron paredes y allí encontraron varias trenzas colgadas de los adobes. Hasta ahora, eso es un misterio.

    El alma de la casa era un estanque colonial de color rojo y revestido de solaque, una técnica romana que lograba una mezcla con polvo de ladrillo, cal y sangre de buey, entre otros ingredientes, para lograr su impermeabilización; esa técnica fue adoptada por los españoles. En la pileta redonda y eternamente roja, Mariela y sus hermanos Jairo y Nino aprendieron a nadar.

    Hasta este lugar llegaba agua de la vertiente del cerro Churuquella, como sucedía con todos los hogares antiguos de Sucre. El suministro fue clausurado, casa por casa, por la Empresa Local de Agua Potable Sucre (ELAPAS), en los años 80.

    Mariela Llanos contó a ECOS que su tía adoptó como a su familia a su madre Zulema Doria Medina, con sus tres pequeños hijos, cuando se mudaron de Potosí a Sucre.

    A continuación, se refiere a la de la casa de adobe de aproximadamente 500 metros cuadrados de superficie, con patio central y habitaciones alrededor, estilo romano. Recuerda que había un corral en la parte trasera, con conejos y gallinas, que luego se convirtió en despensa. “Viví allí la época más feliz de mi vida, desde mi infancia hasta después de cumplir 30 años”, enfatiza al recordar que había una higuera, chirimoya y árboles de durazno. Tuvieron peces, gatos, gallinas, conejos y perro.

    El fantasma

    Mariela Llanos dice que su casa siempre estuvo llena de vida, a pesar de la misteriosa presencia de un fantasma que su madre bautizó como “Don Johan”.

    “Desde que tengo uso de razón en mi casa siempre habían ruidos, puertas que se abrían o cerraban, duchas que de pronto hacían correr agua o→

    →televisores que se prendían o apagaban por sí solos. Cuando fui creciendo, fui viendo cosas más fuertes”, afirma para luego asegurar que todos los que vivían allí o la visitaban percibieron la presencia de esa entidad.

    Dice que, por ejemplo, veían pasar a alguien y, al ir a comprobarlo, no encontraban a nadie. “No era como ver a una persona, sino como apariciones”, precisa Llanos.

    El living comedor era “más pesado”, según su relato. Un cuadro colgado, en particular, aparecía siempre en la mitad del cuarto. Y las cortinas, que eran de brocato, se cerraban solas. “Una vez, cuando estaba estudiando con un compañero de la universidad, casi se le sale su alma. Nosotros ya estábamos acostumbrados y no nos asustaba”, comenta después.

    Igualmente la zona del altillo era “súper fantasmal”, de acuerdo con la percepción de Llanos, quien afirma que allí veía sombras, se escuchaba el llanto de un bebé y se abría la puerta a media noche. Dice que incluso su esposo acabó aceptando la existencia de entidades paranormales a pesar de haber sido toda la vida escéptico frente a estas historias de la casa.

    “Nosotros crecimos acostumbrados a la presencia de Don Johan. Incluso mi tía y mi mamá decían que, cuando se murieran, iban a llevarse al fantasma por delante”. Aparentemente eso es lo que sucedió, porque desde el fallecimiento de ambas, casualmente el mismo año, en 2003, nunca más se escuchó ningún ruido ni hubo apariciones”, concluye Mariela, quien ahora vive en Trinidad.

    Adaptación de la casa

    Los ambientes y espacios han sido aprovechados al máximo para la instalación de agradables habitaciones que cuentan con todas las comodidades, incluido un moderno sistema de calefacción y baños privados.

    Los patios de la casa han sido recuperados y convertidos en jardines llenos de luz. Se le adicionó una piscina techada, para que los huéspedes puedan disfrutar del agradable clima de Sucre.

    Los actuales propietarios

    La casa fue adquirida hace un año y medio por Marcelo Cortez, en sociedad con Fernando Auza Gutiérrez. Ambos realizaron una inversión aproximada de medio millón de dólares en el inmueble y su equipamiento.

    Quien refuncionalizó la vivienda para convertirla en la Casa Verde fue el anterior propietario, el ciudadano belga René Thielemans, quien llegó a Sucre en 2006 como voluntario para trabajar en desarrollo local y pensamiento estratégico de la ciudad, en el marco de un acuerdo de hermandad que en ese entonces la capital boliviana tenía con Malinas. A René le encantó la ciudad, montó el negocio y antes de irse se lo vendió a su amigo Cortez. Del fantasma no hubo más novedades…

    Hoteles B&B

    La abreviatura B&B, que va detrás del nombre de este tipo de hoteles, significa “Bed and Breakfast” (cama y desayuno). Es una expresión inglesa que se ha hecho popular e indica a los viajeros que se trata de un establecimiento hotelero con precios moderados.

    Este tipo de hospedajes normalmente son preferidos por los huéspedes porque, al margen de ahorrar, pueden encontrar un ambiente más cálido y familiar, con un trato personalizado. Para ellos representa una oportunidad de conocer y entrar en contacto con la cultura local.

    Los hospedajes B&B están de moda. Se trata de alojamientos económicos, cómodos, con calidad e instalados en los cascos históricos de las ciudades. Además de esos atributos generales, Cortez se refiere a la Casa Verde como un establecimiento “mucho más auténtico y divertido, porque los huéspedes interactúan en confianza con el personal a cargo y los propietarios”.

    Los servicios

    En este caso específico, se ofrece un servicio personalizado bilingüe y de calidad con personal capacitado para una atención amable a los huéspedes.

    Cada día presentan un desayuno tipo americano, acceso a cocina compartida (donde los alojados pueden prepararse sus alimentos), sala de trabajo, wifi, piscina cubierta y un patio jardín que invita a la lectura y a tomar el sol.

    “Todas nuestras habitaciones tienen camas muy cómodas, baño privado y calefacción”, precisa Cortez.

    Las habitaciones simples tienen un costo de 21 dólares; las dobles, de 38; las triples, de 54 y las familiares, de 84 dólares por noche.

    El marketing

    Los viajeros pueden enterarse de estos servicios de alojamiento ingresando a páginas webs especializadas en hotelería, como ser: Hostelworld, Booking, Airbnb, entre otras.

    La Casa Verde está presente en libros y revistas de viajes como la Petit Fute. Ha sido destacada en varias oportunidades por sus huéspedes en la famosa Tripadvisor.

    Recibe una gran cantidad de turistas, principalmente franceses, holandeses y belgas, además de alemanes, estadounidenses, brasileños, argentinos y también bolivianos que han encontrado en este lugar una buena alternativa para sus viajes de turismo, trabajo o negocios.

    “Normalmente nuestros huéspedes tienen una permanencia superior a las tres noches. Hay gente que se ha alojado por más de dos meses y ha expresado sentirse complacida con el ambiente familiar y amigable de nuestra estancia”, concluye Cortez. •

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