Hogar Tata San Juan de Dios, un santuario para la niñez
La hermana Clementina Izaguirre es interrumpida en su conversación por una familia que llega a la puerta para dejar una donación. “Hicimos una fiesta de cumpleaños y nos han sobrado varias cosas que queremos...
La hermana Clementina Izaguirre es interrumpida en su conversación por una familia que llega a la puerta para dejar una donación. “Hicimos una fiesta de cumpleaños y nos han sobrado varias cosas que queremos compartir con los niños”, dice una señora mientras le entrega una torta de color verde kiwi. De inmediato, los pequeños del hogar Tata San Juan de Dios rodean a la religiosa y se alistan para la hora del té.
La solidaridad de los sucrenses con los niños de hogares es un hecho que anima a la directora, Clementina Izaguirre. Ella llegó procedente de su natal Argentina en 2001; desde entonces, tiene un promedio de 40 niños y niñas de hasta cinco años que debe cuidar las 24 horas del día.
“La población de Sucre es muy sensible con nuestro trabajo y siempre nos colabora con alimentos, vestimenta y juguetes; eso es muy alentador para nosotras”, afirma. Junto a otra monja argentina y una colombiana, Izaguirre dirige a un equipo de 16 personas, entre educadores, enfermeras y psicólogos, que son pagadas por la Gobernación de Chuquisaca. El edificio que habitan es propiedad de la Iglesia católica.
La Gobernación también dedica una beca integral para la alimentación de cada niño y niña, mientras que personas solidarias contribuyen para enseres de dormitorio, vestimenta, juguetes y otros insumos de higiene y limpieza.
“Tratamos de darles toda la comodidad material posible a estos niños y niñas que carecen de un hogar propio”, dice la Directora. Luego, recuerda que el lema de su congregación, Hermanas de San Antonio de Padua, es tener el espíritu de familia allí donde les toque realizar un servicio: hogares de niños, de ancianos, escuelas y hospitales.
La dedicación de las religiosas y el personal salta a la vista, con ambientes pulcros y coloridos que dan calor a estos infantes. Ellos comienzan a vivir con la fuerte desventaja de no estar al cuidado de sus progenitores. El trabajo de un grupo de voluntarios, entre adolescentes y jóvenes bolivianos y extranjeros, resulta fundamental para llenar sus días con juegos, cuidados y mimos.
“Estamos muy agradecidas con los voluntarios porque nosotras no podríamos con tantos”, manifiesta Izaguirre. Aquí la solidaridad no tiene religión, condición social ni nacionalidad: todos son bienvenidos para ayudar.
¡Urgente!, ¡pediatra!
La alimentación y la educación están resueltas en el hogar, pero la salud es un tema que preocupa a su directora. Por primera vez en 20 años no cuentan con un pediatra asignado con recursos de la Gobernación.
“No sé la razón con precisión, pero hemos realizado todas las gestiones ante Desarrollo Humano y Social y la respuesta es negativa”, afirma Izaguirre. Entretanto, tres epidemias de gripe, rubeola y varicela han afectado a la población infantil del hogar en los primeros meses de 2017. Hay dos casos graves de bebés que tienen complicaciones por la varicela y que están siendo atendidos en el Hospital del Niño.
“Tenemos que hacer un vía crucis para que atiendan a nuestros niños en los hospitales. Nos remiten de uno para el otro porque no hay espacio y debemos esperar horas para que se atienda a los bebés”, asegura.
Ante esta situación, la religiosa contempla deslindar su responsabilidad sobre la salud de los niños, por cuanto este tema excede a sus esfuerzos y posibilidades por el trabajo especializado en medicina y el costo de los medicamentos. “Esta es una responsabilidad del Estado, de garantizar la salud de los niños”, concluye.
La titular de la Secretaría de Desarrollo Humano y Social de la Gobernación, Mery Romero, dice que por razones administrativas no puede asignarse un médico pediatra. “Un informe del anterior director, Martín Maturano, del Servicio Departamental de Salud (SEDES), nos hizo notar que no se podía asignar a un pediatra a tiempo completo al hogar por cuanto no justifica el número de pacientes (40)”, indica.
En años pasados, se dio atención pediátrica con horas “volantes” de profesionales médicos pagados por la Gobernación.
La hermana Izaguirre sostiene que esta dificultad administrativa podría solucionarse con la designación de un pediatra que cubra a más centros dirigidos por religiosas, como el hogar Poconas donde viven otros 40 pequeños.
“Estamos esperanzados de lograr una solución y tenemos toda la disposición para lograrlo porque es una prioridad de nuestro gobernador atender especialmente a nuestra niñez”, señala Romero.
Para Izaguirre, contar con un pediatra sería el mejor regalo en el mes de abril, cuando se celebra el Día del Niño en Bolivia. •
Una esforzada voluntaria a la que llaman “mamá”
Eva De La Cruz es una voluntaria que todas las tardes se dirige al hogar Tata San Juan de Dios para atender a los más pequeños, a los que viven en la planta alta del edificio. Los niños la conocen y algunos le dicen “mamá”, algo que a ella le conmueve mucho.
“Están pronunciando sus primeras palabras y dicen ‘mamá’. Para mí es muy conmovedor porque ellos no tienen a nadie en el mundo y por eso están aquí. Yo vengo todas las tardes, mientras el tiempo me lo permita”.
Esta voluntaria es nutricionista y muy pronto comenzará a trabajar en un proyecto con nutrición infantil en un municipio de Chuquisaca. Su deseo de ser parte del hogar como profesional se da contra las dificultades presupuestarias y con el imprescindible aval político de las instancias públicas.
“Nosotros recomendamos profesionales y gente muy comprometida, pero es el aval político el que da la última palabra para tener un trabajo acá en el hogar”, confirma la directora, Clementina Izaguirre.
El cariño de la hermana Clementina
Desde 2001, la hermana Clementina cuidó a cientos de niños y niñas en el hogar Tata San Juan de Dios. La mayoría fueron adoptados por familias extranjeras y nacionales. Solo un pequeño porcentaje, después de los cinco años, continúa con su formación en otras instituciones.
“Es una alegría inmensa para mí ver de tiempo a los niños, que siempre regresan para visitarnos junto a su familia de adopción. Para mí, verlos felices, realizados, sin resentimientos en una familia, compensa todo el esfuerzo que hacemos”, comenta.
Con la prohibición de adoptar a familias extranjeras esta responsabilidad es ahora de las familias bolivianas, que han demostrado que pueden ser muy buenas albergando a estos pequeños.
Un equipo técnico conformado por psicólogos, personal de salud y trabajadores sociales confía la custodia de un niño y realiza el seguimiento en su reinserción familiar. Aunque la falta de un pediatra en el hogar está dificultando su trabajo, porque, en ese proceso, es clave el informe médico sobre la salud de cada infante.
“Tenemos algunos niños y niñas con problemas de salud o con malformaciones de nacimiento y esto, a veces, significa una desventaja al momento de la adopción. Antes, cuando era permitida la adopción a familias extranjeras, esto no representaba un problema porque ellos no hacían distinciones”, explica la religiosa.
Al atardecer en el hogar, Marquito, Tati, Noriel, las mellizas, Iver y María se arremolinan alrededor de Clementina cuando ella les llama para la cena.