Madres y pioneras en la conducción de vehículos

En una de las fechas más importantes del año en Bolivia, como es el 27 de mayo, Día de la Madre, ECOS entrevista a dos de ellas que fueron mucho más allá de su rol como progenitoras y realizaron actividades poco...

Madres y pioneras en la conducción de vehículos

Madres y pioneras en la conducción de vehículos

Cármen Prieto Melgarejo de Clavijo, digna representante de la mujer potosina

Cármen Prieto Melgarejo de Clavijo, digna representante de la mujer potosina

Cármen Prieto Melgarejo de Clavijo, junto a su hermano Kenny Prieto (sentado sobre el coche).

Cármen Prieto Melgarejo de Clavijo, junto a su hermano Kenny Prieto (sentado sobre el coche).

Los hermanos Cármen y Kenny Prieto en una competencia en la ciudad de Potosí.

Los hermanos Cármen y Kenny Prieto en una competencia en la ciudad de Potosí.

Aida Arancibia Canseco viuda de Arce, la segunda mujer conductora en Sucre.

Aida Arancibia Canseco viuda de Arce, la segunda mujer conductora en Sucre.

Aida Arancibia condujo su vagoneta hasta el año pasado.?

Aida Arancibia condujo su vagoneta hasta el año pasado.?

Imagen de su brevete conseguido en 1964.

Imagen de su brevete conseguido en 1964.

Imagen de su brevete conseguido en 1964.

Imagen de su brevete conseguido en 1964.


    Evelyn Campos López ECOS
    Ecos / 28/05/2017 00:36

    En una de las fechas más importantes del año en Bolivia, como es el 27 de mayo, Día de la Madre, ECOS entrevista a dos de ellas que fueron mucho más allá de su rol como progenitoras y realizaron actividades poco convencionales para su época, marcando una diferencia y convirtiéndose en modelos a seguir. Se trata de Carmen Prieto de Potosí y Aida Arancibia Canseco de Sucre, dos modernas damas del siglo pasado que marcaron la diferencia.

    Ellas rompieron con los esquemas tradicionales de una época eminentemente machista, cuando irrumpieron en una actividad tradicionalmente varonil: la conducción de vehículos, allá por la década de los 40 la primera y los 60 la segunda, que les valió ganarse la admiración de toda la gente que vivía en torno a ellas.

    Marcaron un hito y grabaron su imagen en la memoria de los sucrenses y potosinos que las admiraban. Además demostraron a otras mujeres, que el género no es un impedimento para cumplir tareas diferentes a las que se les había impuesto desde pequeñas.

    Potosí

    Carmen Prieto Melgarejo de Clavijo

    Célebre Copiloto de Carreras

    Esta dama no sólo es una de las pioneras en el automovilismo deportivo nacional, sino además una digna representante de la mujer potosina.

    Nació el 20 de marzo de 1942, es hija de Juan Prieto Inarra y Saturnina Melgarejo Núñez. Sus hermanos son Dhery, Kenny y Tom Prieto; se casó con Hugo Ernesto Clavijo y sus hijos son Rujero, July y Paloma, tiene cuatro nietos, dos mujeres y dos varones.

    Como hija de uno de los primeros transportistas de la Villa Imperial, desde pequeña recorrió casi todo el territorio potosino, experiencia que le enseñó a valorar y amar la cultura, tradiciones, danzas y trajes típicos de su tierra, naciendo en ella el interés por la antropología.

    Estudió en el colegio Santa Rosa, se profesionalizó en el instituto Ladislao Cabrera y realizó estudios técnicos de antropología a distancia en la Universidad Católica de Cochabamba.

    Al igual que sus hermanos, colaboraba en el trabajo a su padre y a sus aproximadamente 18 años, su papá le enseñó a conducir. Le gustó mucho la experiencia y de esa manera ya no dependió de los demás para transportar material de construcción a la empresa Copacabana.

    Carmen, fue la tercera mujer en conducir un vehículo en Potosí. Donde iba, llamaba la atención, pues por entonces era raro ver a una fémina al volante.

    Esta inquieta mujer, con los años creó Artesanías Palomita, donde también vende muñequería típica del departamento de Potosí. Allí, asimismo, se confecciona y se fleta prendas típicas de las 16 provincias de la Villa Imperial y de la chola potosina.

    Fue creadora del Museo Etnoindumentario Potosí, que estuvo a su cargo entre 1985 y 2012 y ahora se encuentra en la Casa de la Moneda.

    De igual forma Prieto estableció la extensión del Ballet Folclórico Potosino, donde los danzarines describían la historia, geografía e iconografía de la vestimenta típica de Potosí.

    Esta actividad le permitió asistir a una serie de exposiciones en ferias nacionales e internacionales y participar en eventos culturales de diferente índole.

    También fue integrante de la Confederación Nacional de Instituciones Femeninas CONIF, Filial Potosí, entre 1972 y 1985. Fue concejal invitada por el partido Unión Cívica Solidaridad (UCS), liderado por el desaparecido Max Fernández, entre 1990 y 1991.

    Recibió menciones biográficas en los libros “Existencias Insurrectas. La mujer en la cultura”, de los escritores Pilar Contreras y Elías Blanco y en la obra del historiador Wálter Zavala, “Personalidades Ilustres de Potosí”.

    Pero sin duda, lo que la hizo célebre fue su incursión en las carreras de coches a comienzos de la década de los setenta, cuando todavía contadas mujeres se animaban a romper con el acostumbrado machismo que prevalecía en el deporte tuerca, ya que pertenecía a una familia aficionada por los vehículos de carrera.

    Se considera a Carmen Prieto Melgarejo, una de las pioneras del automovilismo deportivo nacional, pues incursionó en las pruebas de coches a comienzos de la década de los setenta, cuando todavía muy pocas mujeres se animaban a romper con el tradicional machismo que imperaba en el mundo de los fierros, la velocidad y adrenalina.

    Se codeó con figuras legendarias de las carreras como Óscar Crespo, Eduardo Zamora, Dieter Hubner, Hugo Alvarado, René Rocha, o Mario “Veintemillas” que fueron protagonistas centrales de las competencias de autos en las décadas de los años 60, 70 y parte de los 80.

    El 27 de mayo de 1972, acompañó como copiloto a su hermano Kenny Prieto en la carrera “Óscar Crespo” de Sucre. Cuando estuvo a punto de vencer en el circuito “Oscar Crespo”, faltando pocos kilómetros para llegar a la meta, el Jaguar que conducían sufrió un desperfecto que echó por tierra sus posibilidades de alcanzar el primer lugar.

    Se rompió la cañería en el puente Villazón; casualmente unos potosinos estaban por ahí, quienes animaron a Carmen a subir al capó, para continuar la marcha y llegar a la meta en cuarto lugar. Su ingreso a la meta fue memorable en Sucre. Los transportistas del sindicato le alzaron en hombros, la gente se emocionó, fue una recepción muy cálida. “Son recuerdos muy gratos que uno siempre lleva en el corazón”, afirma emocionada.

    Ese mismo año, pero en noviembre, otra vez fungió como copiloto de su hermano, en la carrera “Gran Premio Nacional Presidente Hugo Banzer Suárez”, en La Paz.

    De la mencionada carrera, pero en 1974, fue responsable del equipo mecánico y de auxilio de su hermano Tom. Se considera a Carmen Prieto Melgarejo como una de las pioneras en el automovilismo deportivo nacional, razón por la cual, en 1991 fue distinguida con el “Brevet de Honor”, por la Federación Boliviana de Automovilismo Deportivo (FEBAD), en Potosí.

    “Me siento satisfecha y contenta porque dejo en alto el nombre de Potosí y un ejemplo de respeto y cuidado por el patrimonio”, manifiesta Prieto.

    Sucre

    Aida Arancibia Canseco viuda de Arce

    Experta Conductora Longeva

    Aida, nació el 30 de agosto de 1926 y se considera una chuquisaqueña neta. Quien ve por primera vez a esta dama no cree la edad que tiene, 91 años, pero luce como una de 60. Es ágil, está llena de vitalidad, tiene gozo de vivir, es muy activa, fuerte y lúcida.

    Esta guapa y conservada mujer, atribuye su longevidad a la permanente actividad que tiene por decisión propia. Dice que no puede estar sin hacer nada, “siempre estoy en actividad, si tengo que subir a la escalera o a la silla lo hago para poder desempolvar allá arriba, si no, no hay quién lo haga”, comenta señalando con el dedo. “Yo realmente no pensé llegar a esta edad, Jesús María… pero llegué sin darme cuenta”, comenta risueña.

    Aida cuenta a ECOS, que proviene de una familia con muchos recursos económicos, es hija de José María Arancibia y de Felicia Diez Canseco, asegura que tuvo una hermosa niñez junto a su hermana Betty quien ya falleció.

    Recuerda que su padre tenía tierras en el valle de K’acha K’acha y se ocupaba de comercializar los productos agrícolas que producían allí.

    Estudió en el Liceo de Señoritas María Josefa Mujía. Comenta que cuando cursaba secundaria en el colegio, se había instaurado el servicio premilitar para las mujeres dividido en tres secciones: transportes, comunicación y enfermería.

    Como siempre le llamó la atención la conducción, optó por el área de transportes; allí le enseñaron a conducir y adquirió conocimientos de mecánica, en teoría.

    Posteriormente, estudió la carrera de Enfermería en la Universidad San Francisco Xavier y trabajó en el hospital Santa Bárbara. En ese periodo se casó con José Adhemar Arce Celaya, con el que tuvo dos hijos, José y Gonzalo, que ahora son padres de tres hijos, cada uno.

    Cuenta que cuando se casó se vio obligada a renunciar a su trabajo, porque a su esposo no le gustaba que esté en el hospital junto a los médicos y enfermeras, “no me gusta que estés con ellos, me decía, por eso dejé mi trabajo”, asegura.

    Entonces decidió ayudar a su esposo en la tienda comercial; él viajaba continuamente y mandaba mercadería que ella tenía que recoger como podía. “Hay necesidad de que yo aprenda a conducir para así ya no utilizar taxi”, le dijo a su esposo, quien le enseñó a conducir en la ruta donde todos aprendían, el camino (poco accesible y angosto) que años después sería la ruta al aeropuerto Juana Azurduy de Padilla.

    Por entonces, Aida tenía 23 años, recuerda que en un principio le pareció un poco complicado conducir, pero luego se acostumbró a todos los reglamentos.

    Después, para obtener su brevete rindió el examen de conducción. “Colocaron turriles con cierta distancia de uno a otro, tenía que manejar en zigzag y sin chocarlos, avanzando y retrocediendo. Lo bueno es que yo era muy tranquila, no me ponía nerviosa para nada y salí triunfante de la prueba, los que se equivocaban o chocaban, reprobaban”, evoca la mujer.

    Según sus palabras, desde que aprendió a conducir fue totalmente independiente en todas sus actividades. El primer vehículo que condujo fue una vagoneta Land Rover, cero kilómetros y a lo largo de su vida manejó varios vehículos cero kilómetros.

    Fue la segunda mujer en estar al volante en Sucre, la otra era una familiar de la princesa de la Glorieta que conducía una camioneta Ford, se llamaba María Adela Urioste Fernández de Córdova de Álvarez, le decían Lily.

    Ver a una mujer al volante y conduciendo con tal soltura, era una novedad. Era admirada por la gente; muchas veces cuando sacaba su vehículo del garaje, algunas personas que pasaban por el lugar, detenían su marcha para expresarle su admiración, algunos incluso se sacaban el sombrero delante de ella, según recuerda.

    Una característica de Aida es que siempre fue muy cuidadosa y precavida al conducir, “no era una corredora”, dice. Sabía cuándo encender las luces largas o cortas, a quienes dar preferencia en las subidas o bajadas. “Ahora yo me quedo perpleja cuando veo manejar a la gente, no respetan los reglamentos o no saben nada de ellos”, observa.

    Recuerda que una de sus amigas (que aprendió a conducir varios años después de ella), se puso nerviosa cuando bajaba por la calle Junín hacia la Ravelo y en lugar de pisar el freno, piso el acelerador y atropelló a una mujer. “Yo nunca cometí ni una sola falta, una vez más bien me chocaron”, comenta.

    Conducir representaba para Aida su independencia y libertad. Se sentía muy satisfecha y feliz, le encantaba conducir su vehículo (al que cuidaba mucho), ir a diferentes lugares sin tener que depender de nadie; iba al valle, incluso realizó algunos viajes interdepartamentales, a veces su esposo iba a su lado y sus hijos atrás. Ellos también aprendieron a conducir temprano, desde adolescentes.

    “Nunca me sentí discriminada, jamás. La gente era muy educada antes, no era como es ahora”, expresa.

    Cuando su esposo estaba mayor y enfermo (falleció hace varios años), cada día le llevaba de paseo o a tomar helados al barrio Petrolero.

    Aida condujo su vagoneta hasta hace un año. Cuenta que un día al ver la puerta de su casa abierta, se pegó el susto de su vida, pues creyó que un ladrón había ingresado forzando el portón que estaba abierto, cuando en realidad había sido uno de sus hijos el que ingresó.

    La impresión fue tal, que su organismo se descompensó, le bajó la presión y tuvo que estar en reposo 15 días. “Desde entonces ya no quisieron que conduzca, pese a que intenté hacerlo nuevamente, se opusieron rotundamente. Yo les decía, no estoy mal de la cabeza, no estoy loca, mis reflejos están bien, pero no quisieron”, lamenta.

    Tiempo después, con mucho dolor, decidió vender su vagoneta marca Mitsubishi, porque según ella, ya no tenía sentido conservarla. “Era una linda vagoneta, buenísima para la ciudad y para el campo”. Ahora le cuesta tener que depender de los demás, especialmente de los taxistas, dice.

    “La mujeres deben aprender a manejar, pero con mucho cuidado. Que vayan con mucha precaución las jovencitas que están aprendiendo a manejar, porque ahora muchos se creen grandes conductores”, aconseja. •

    Etiquetas:
  • madres
  • pioneras
  • vehículos
  • Compartir:

    También le puede interesar


    Lo más leido

    1
    2
    3
    4
    5
    1
    2
    3
    4
    5
    Suplementos


      ECOS


      Péndulo Político


      Mi Doctor